Félix Pons: "Nunca he competido con nadie por un cargo"

El presidente del Congreso asegura que su carrera política es producto del azar

Aunque había sido diputado en el Congreso y desempeñado un papel activo en las comisiones de Justicia y de Defensa, cuando Félix Pons fue nombrado en 1985, ministro de Administración Territorial era casi un desconocido en el país. En su Mallorca natal, en cambio, era ya célebre: desde su ingreso en el PSOE, en 1975, ha desempeñado cargos dirigentes en el socialismo balear. Católico practicante y abogado de profesión, como su antecesor, Peces-Barba, Félix Pons acaba de estrenarse en el importante cargo de la presidencia del Congreso, culminando así lo que parece una ascensión meteórica. Está ca...

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Aunque había sido diputado en el Congreso y desempeñado un papel activo en las comisiones de Justicia y de Defensa, cuando Félix Pons fue nombrado en 1985, ministro de Administración Territorial era casi un desconocido en el país. En su Mallorca natal, en cambio, era ya célebre: desde su ingreso en el PSOE, en 1975, ha desempeñado cargos dirigentes en el socialismo balear. Católico practicante y abogado de profesión, como su antecesor, Peces-Barba, Félix Pons acaba de estrenarse en el importante cargo de la presidencia del Congreso, culminando así lo que parece una ascensión meteórica. Está casado y tiene 43 años y tres hijos, que ya son adolescentes.

Le digo que con esto de la presidencia del Congreso está rutilantemente lanzado al estrellato, y él retruca que no, que al estrellato ha llegado ya, que sus amigos le comentan cosas como: "Pero bueno, ya, ¿qué más vais a ser?". Presidente de Gobierno, le contesto, por ponerle un ejemplo. Pero él asegura que en esto de la política se siente provisional, que lo vive como algo pasajero. Que él tiene su profesión, a la que: aspira regresar, y que, en cualquier caso, el puesto de la Moncloa no se lo desea ni a su peor enemigo: "Y por encima de todo, yo no soy un hombre del aparato del partido, y no estoy capacitado para serlo, para hacer ese sacrificio, que es, por otra parte, imprescindible".De modo que Félix Pons parece ostentar cierto despego por el poder político, un distanciamiento que quizá sea auténtico, aunque lleve tantos años (desde 1975, para ser exactos) metido en el berenjenal de los cargos públicos. Repite varias veces y de diversas formas que no aspiró a ser ministro de Administración Territorial, como tampoco ha aspirado ahora a ser presidente, y que esta meteórica carrera que parece haber emprendido últimamente no responde a una inversión de sus energías, a una metódica y trabajada ambición, sino que todo ha sido por casualidad, porque le han ido metiendo, empujando y proponiendo: "Yo no sé si es bueno o malo, pero nunca he entrado en liza, en el partido ni fuera del partido, para obtener un cargo. Yo no he competido con nadie, no me he esforzado para esto. Mire, yo me encontré en 1977 de hoz y coz encabezando una lista y convertido en diputado; y para mí era muy duro, yo me ganaba la vida con mi profesión, no con el Parlamento, y dedicarme sólo a la vida parlamentaria no podía, porque tenía mi familia. De modo que decidí no presentarme: a las elecciones de 1982, y es cosa bastante insólita, creo yo, que un cabeza de lista renuncie a su escaño".

Y en este reiterar su inocencia de aspiraciones me parece advertir algo así como una sombra de orgullo, aunque Félix Ponses hombre muy mesurado en sus palabras y suele añadir a sus respuestas un estrambote del tipo de "esto no lo digo ni para bien ni para mal, no me vanaglorio, sino que es sencillamente un hecho". Posee Pons un aire de sosegado padre de familia, y tiene la virtud ole tratarte de usted, en vez de tutearte con ese tono terroríficamente jovial y dicharachero que parecen empeñados en asumir los modernos ejecutivos de la política. Por lo demás, tiene un tremendo aspecto de abogado, embutido en su traje azul marino un poquitín siniestro, como corresponde a un leguleyo de raza. No es muy alto, y el cuerpo se le espesa en torno a la línea de flotación, según se va hacia abajo. En cuanto a la cabeza, posee una calvicie estabilizada e indefinida, unas cejas superlativas y una sotabarba precoz ansiosa de convertirse en papada, cosa que le hace parecer un hombre grueso aunque no lo es.

El arma de la sinceridad

Su mejor rasgo son los ojos, y no porque sean, particularmente hermosos, sino porque son unos inequívocos ojos de persona, accesibles y francos, con una de esas miradas desarmadas y algo perplejas que hacen que a la postre te caiga bien un personaje, a pesar de otros posibles pesares. Precisamente, Pons parece dar una importancia decisiva a la franqueza, como si la sinceridad fuera, junto con su odio a los ruidos, una de sus manías capitales: "En una negociación, cuando veo que una persona intenta engañarme o veo que esta defendiendo posiciones en las que no cree, entonces soy prácticamente incapaz de pactar con esa persona. Pactar con el engaño o con la falsedad o la hipocresía me resulta prácticamente imposible, lo confieso". Y lleva este principio tan a rajatabla que ni siquiera le gusta el mus, "porque, en definitiva, el mus es un entretenimiento inocente, desde luego, pero se basa en una complicidad en el engaño que no acaba de atraerme".

Desde luego, no es un adalid de la revolución permanente, y nunca ha pretendido serlo. Cuando Pons entró en el PSOE, en 1975, siendo tan lustrosamente moderado y socialdemócrata como hoy es, el partido no le gustaba demasiado: "No me satisfacía del todo lo que era la opción socialista concreta, porque, desde mi punto de vista, el PSOE tenía que madurar mucho, pero aun así, aposté por él". E incluso dimitió en 1979 de la comisión ejecutiva balear cuando fue derrotada su ponencia que abogaba por un socialismo europeo no marxista: "Pero el partido ha ido evolucionando, y mentiría si dijese que no ha ido evolucionando en la dirección que yo inicialmente creí que tenía que evolucionar. Y nos hemos encontrado ahora en una posición en la que creo que tanto el partido como yo estamos más cómodos, entre otras razones porque nos hemos encontrado con la sociedad española, que era lo importante".

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Antes de entrar en el PSOE, Pons no había militado en ningún partido. De su padre, ya fallecido, a quien cita repetidas veces y parece admirar mucho, aprendió el sentido ético de la militancia: "Llegó un día en que me dijeron que yo debía entrar en el partido, y quizá no lo hubiera hecho si en aquel momento yo no hubiera tenido la memoria de la dedicación política de ni padre, y sobre todo de cómo mi padre se jugaba el tipo, a sus cincuenta y tantos años, con seis hijos a cuestas y con la vida ganada simplemente a través de su trabajo de abogado de provincias. Yo me meto en política porque veo que la política es algo que se puede vivir con dignidad, con seriedad y con honestidad".

Católico y creyente

Su padre fue uno de los fundadores de Izquierda Democrática en 1958, y en apariencia, Félix Pons, también católico y creyente, hubiera debido seguir los pasos paternos e integrarse en un movimiento democristiano. De hecho, los cristianos le tiraron los tejos en los primeros años setenta, "pero yo lo de la democracia cristiana no lo veía nada claro. Recuerdo una reunión en, Montserrat en 1972 a la que me invitaron, y me quedé preocupadísimo de lo que vi allí. Una noche hubo undebate en el que me llamó poderosísimamente la atención la posición extremadamente conservadora que tenía Oscar Alzaga, que lanzó un furibundo ataque contra Allende. Y al terminar la sesión, Ruiz-Gimenez me comentó: 'Lo que yo no puedo decir es que si hubiera votado en Chile hubiera votado a Allende...'. En fin, aquello me decidió y me hizo ver que yo no pintaba nada allí".

Y así empezó su carrera, entrando en el PSOE "porque me dijeron que me metiera" y asumiendo sus diversos cargos por pura carambola. Es la providencia, le digo. Es el azar, contesta él. Le sorprende a Pons la permanente referencia de la gente a sus convicciones católicas, y cree que se debe a que "en este país se vive un cliché arrastrado de que la izquierda es en cierto modo incompatible con las creencias religiosas, un cliché sin duda obsoleto, porque en este país hay una mayoría de católicos, católicos a su aire, y también son mayoría en la base de apoyo al PSOE, o por lo menos son un 50%". Pons es practicante, aunque no de comunión y misa diaria, ni mucho menos ("no lo digo ni para mal ni para bien sino con muchísimo respeto; no me vanaglorio, sino que simplemente es un hecho"), pero para él la prác tica es importante, y no por fidelidad a las normas, sino porque lo profundo de la práctica religiosa es el significado comunitario, el encuentro con otras personas que creen en lo mismo. En cualquier caso, Pons tiene un sentido religioso "muy libre y muy crítico", que le permite no sentirseen conflicto en un partido que despenaliza el aborto y no experimentar ningún trauma personal al sentirse a menudo en profundo desacuerdo con las líneas marcadas por el actual Papa.

El presidente del Congreso se recuerda tímido en su adolescencia. "Ahora algunos dicen que tambien soy tímido, pero yo no lo creo". De joven escribía algún que otro poema, y más que enamoradizo, "y,o era un sentimental". De las grandes pasiones que mueven al ser humano, tales como el conocimiento, el amor y el poder, Pons se queda con el conocimiento, "muy por encima del poder". ¿Y el amor? "El amor, también, pero creo que es más ,compatible con las otras dos pasiones, y más con la del saber que con la del poder". E insiste en que el acento de su ambición está en el conocimiento, "en saber y en comunicar ese saber", y que por eso considera su corta experiencia de profesor universitario como "la actividad más gratificante de mi vida". A Pons, claro está, le encanta leer, pero además le gustan muchas otras cosas, "charlar con los amigos, pasear, ir al cine, ir a la ópera, ir a un concierto, escuchar música, jugar a la petanca, practicar windsurf...". Ni bebe ni fuma,y veranea siempre en el mismo edificio de apartamentos de la costa mallorquina, "un apartamento alquilado, porque en la Prensa balear siempre hablan de mi casa en la costa, y no es mía, no lo digo para bien ni para mal, no me vanaglorio, sino...", etcétera. Tiene unas manos pequeñas y delicadas, pero cuando se despide estrecha la tuya con notable vigor. No hay que confundirse: a pesar de su mirada de náufrago, me parece que es un tipo coriáceo y resistente, claramente capaz de ser tajante. Y por encima de todo es, sin lugar a dudas, una, persona de orden.

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