Tribuna:TEMAS DE NUESTRA ÉPOCA

Fertilización 'in vitro', ¿el fin de la maternidad?

La investigación y la continua experimentación sobre nuevas técnicas de reproducción humana han modificado sustancialmente los criterios sobre la maternidad. En la actualidad ya se acepta como hipótesis de trabajo la procreación masculina. Sobre ello y sobre los cambios psicológicos en la mujer que conllevan las nuevas posibilidades reproductoras escribe la autora del texto, conocedora del tema. En 1978 publicó Cúaderno feminista, introducción al autoconocimiento y próximamente se presentará su nuevo libro, La maternidad tecnológica. Durante cuatro años trabajó como consultora en el Centro Mun...

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La investigación y la continua experimentación sobre nuevas técnicas de reproducción humana han modificado sustancialmente los criterios sobre la maternidad. En la actualidad ya se acepta como hipótesis de trabajo la procreación masculina. Sobre ello y sobre los cambios psicológicos en la mujer que conllevan las nuevas posibilidades reproductoras escribe la autora del texto, conocedora del tema. En 1978 publicó Cúaderno feminista, introducción al autoconocimiento y próximamente se presentará su nuevo libro, La maternidad tecnológica. Durante cuatro años trabajó como consultora en el Centro Municipal de Planificación Familiar de Palma de Mallorca.

Las nuevas técnicas de reproducción humana están obligando a las mujeres a analizar en profundidad el tema de la maternidad. Si bien ha corrido ya bastante tinta feminista durante los últimos años sobre este tema, aún no es suficiente. Los libros recogen parcelas del fenómeno y es muy difícil encontrar una visión global, especialmente porque no estamos en un período estático, de fijación de una idea, sino en un momento dinámico, de ruptura y cambios acelerados, posiblemente de los más acelerados de la historia hasta el presente.El primer cambio significativo aparece en el último cuarto de siglo, con la disponibilidad masiva de métodos anticonceptivos eficaces para impedir el embarazo.

Las mujeres, con su reacción, determinan un cambio de la sociedad, a mi criterio imprevisto. Cuando Pincus inventa los anovulatorios no lo hace para liberar a las mujeres, lo hace por encargo de Margaret Sanger y otras entidades internacionales, preocupadas por el crecimiento de la población en algunos países, y por razones especialmente eugenésicas, para evitar que se reprodujeran la pobreza de los pobres, la negrura de los negros y las amenazas al sistema de los rebeldes y mal vistos. La masiva aceptación de las mujeres sólo pudo satisfacer a las multinacionales farmacéuticas... y a las mujeres. Desde entonces, los hombres han tenido más dificultades para controlar a las mujeres, déficit que intentaron paliar depositando en los ginecólogos el papel de controlador imprescindible para el acceso a la anticoncepción y dando pie a la búsqueda de cada vez mayor intervencionismo en la reproducción, desde la anticoncepción hasta el embarazo y el parto. Sin embargo, en este proceso aún quedaba fuera la concepción.

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Las mujeres no pensaron, no escribieron libros, no preguntaron. Corrieron a las farmacias, corrieron a las consultas, corrieron, y aún corren, riesgos y peligros de efectos secundarios, siguiendo una pista que seguramente ya estaba allí, pero oculta, muda: el deseo de dejar de ser reproductoras para transformarse en personas.

Yo pienso que en este caso la ciencia le falló al patriarcado. O lo que falló fue su avidez por transformar en oro todo lo que toca. Las leyes comerciales están entre las básicas del patriarcado, y ésas funcionaron contra natura, sin siquiera intentar disimularlo. Se vendieron, se venden y se venderán anticonceptivos. La razón dinero puede a todas las demás.

Lo cierto es que la maternidad, al dejar de ser obligatoria, produce en las mujeres reacciones que tienen hondas repercusiones sociales o ideológicas.

Lo primero que han hecho las mujeres en cuanto tuvieron una posibilidad fue reducir el número de hijos, retrasar el nacimiento del primer hijo todo lo posible o renunciar a tenerlos. En resumen, establecer una distancia con la maternidad. Es verdad que como consecuencia de ese cambio de la función de productoras la sexualidad no ha cambiado mucho. ¿Pero quién se atrevería a decir que es la misma?

Las mujeres, al cambiar sus posibilidades frente a la maternidad, pasan desde la alienación y pérdida de identidad, de la fusión con los hijos, hacia el desapego. Se establecen nuevos tipos de relaciones. No se admite que los hijos sean todo en la vida, porque se desea energía para la realización de un proyecto propio. Se descubre, el aire externo, aire que no es libre, pero sí un espacio por conquistar en un mundo absolutamente colonizado. Un mundo, por otro lado, que ha pertenecido a los hombres exclusivamente durante siglos y siglos. ¿Qué está pasando aquí? ¿Es que ahora ellas lo pueden todo? ¿Invaden nuestro mundo y encima pueden procrear? ¿Qué clase de igualdad es ésta?

¿Podría decirse que esta actitud implica que las mujeres estemos abandonando voluntariamente la maternidad? Las muchas mujeres que apoyan la fertilización in vitro y las nuevas técnicas de reproducción humana parecen querer confirmar este supuesto.

Ahora bien. La maternidad puede estar dejando de ser un elemento poderoso en la vida de las mujeres, pero una cosa sería abandonar voluntariamente ese poder y otra colaborar para transferir ese poder a manos masculinas.

Sin embargo, también es innegable que muchas mujeres luchan por conseguir rescatar la maternidad del esfuerzo que los hombres están haciendo para controlarla. La maternidad del deseo, la maternidad libre de destino sería entonces una vivencia que tendería reforzar el poder de la diferencia a favor de las mujeres. Poner un nuevo ser en este mundo, sin interferencias ideológicas ni intervencionismos científicos, decidir cómo, cuándo, dónde y con quién se tienen hijos, parir como alternativa escogida, encontrar un ritual nuevo que celebre el poder de las mujeres de traer seres a este mundo y favorezca el desarrollo emocional y la vinculación afectiva con el recién nacido/a, parece ser también una forma de afirmación femenina, aunque contradictoria con la anteriormente mencionada, la de las mujeres que para hacerlo desean la liberación de la maternidad biológica.

Podríamos distinguir, grosso modo, tres líneas respecto a cómo se está desarrollando actualmente el tema de la maternidad desde las mujeres:

1. A favor del abandono.

2. A favor de la recuperación.

3. Restos de la situación pasada. Mujeres que responden a la imagen de la maternidad antigua, la que los hombres diseñaron (la madre apta, adecuada, por encima de todo madre).

Es en esta tercera categoría, la de las mujeres que aún no han tomado partido por cuestionar el modelo masculino, donde se ven atrapadas muchas mujeres infértiles. La sociedad reclama de ellas vestigios del pasado. Los tecnócratas médicos las utilizan para sensibilizarnos sobre el drama de la infertilidad, al que ellos ponen remedio, sin asumir que en la gran mayoría de los casos la infertilidad es producto de otros milagros que nos vendieran anteriormente, como el dispositivo intrauterino (DIU) o el dietiletilbestrol (DES), o por causas ambientales que se conocen y sobre las que no se actúa, o que se suponen y no se comprueban, o por causas psicológicas.

CONTROL SIN LÍMITES

Las mujeres infértiles son sus aliadas más firmes. Sobre ellas es sobre quienes la repercusión del binomio mujer = madre (teóricamente en vías de desaparición) tiene el mayor peso específico de toda la sociedad de las mujeres. Y ellos practican en ellas su propio camino hacia el control sin límites de la maternidad. Si ellas no quieren traer nuestros hijos al mundo, nosotros lo haremos. Ellas son las que están enseñándoles los secretos de la naturaleza para que ellos, omnipotentes, los desvelen y los mejoren. Con sus cuerpos. A veces, con sus vidas. Buscando un tratamiento.

El secreto ya no es el secreto. La ecografía inició la transparencia del útero. El monitor fetal, el gota a gota, la posición ginecológica, la amniocentesis, etcétera, contribuyeron lo suyo a la apropiación del proceso de la maternidad. Pero es la concepción extracorporal la que está abriendo las puertas reales a la... maternidad masculina, o como queramos o podamos llamarla.

Según la filósofa francesa Elizabeth Bardiner, el patriarcado ha terminado en Occidente, puesto que nadie puede afirmar actualmente que la mujer sea inferior al hombre ni que los hombres puedan intercambiarse las mujeres ni obligar a las mujeres a tener hijos. Según ella, vamos hacia un mundo de semejanzas, reflejadas a todos los niveles, incluso en los cambios de actitudes de los hombres. Y es este mundo de semejanzas el que hace el deseo de maternidad del hombre más acuciante, puesto que nunca ha dependido como ahora de una mujer que quisiera tener hijos para él, entregárselos para que les dé su apellido, garantizando así su continuidad, la trascendencia que el parto pudo haberles aportado a las mujeres.

Mary O'Brien, comadrona y socióloga norteamericana, analiza la envidia del útero como contrapuesta a Id envidia del pene. Según ella, la maternidad, al ser un proceso continuo, que empieza en el coito y sigue durante nueve meses de embarazo, y luego con el parto y la lactancia, otorga a las mujeres un medio de trascendencia. A los hombres, al perder el hilo desde que emiten el esperma hasta que se encuentran don el hijo/a, les cuesta imaginarle como suyo, fallándoles la sensación de continuidad genética. Este vacío debe de ser muy difícil de superar por ellos, y para neutralizar esta separación entre su semilla y su continuidad genética tienen que hacer algo.

A mí me parece que está claro. Lo que tienen que hacer lo están haciendo desde hace ya mucho tiempo. Desde que se quemaron las brujas y se relegaron las comadronas. Pero mucho más desde que las madres se les han empezado a escapar, crían hijos solas, les dejan. Con el mencionado intervencionismo tecnológico, el hombre ha pretendido ni más ni menos que transformarse en el hacedor del parto a través del control técnico, para demostrar incesantemente la incapacidad de las mujeres para cumplir solas, sin su ayuda e intervención, con el poder de dar a luz. Intentando demostrar con su intervención una capacidad de la que nosotras deberíamos depender, que negaba la nuestra. No se puede decir que no les haya funcionado bien ni que las mujeres no hayamos colaborado con nuestra obediencia a que así fuera.

MATERIA PRIMA Y PRODUCTOS

Elizabeth Bardiner piensa que los hombres, actualmente, con semejante invasión de mujeres en sus territorios, frente a esta semejanza desventajosa para ellos, tienen tres salidas. La primera, inimaginable por ella, consistiría en el desarrollo por los hombres de alguna diferencia de valor sobre las mujeres. Otra sería que los hombres no resistieran la nueva situación e intentaran volver la vista atrás, lo que para Bardiner resultaría imposible, porque las mujeres no lo consentirían y se declararía una guerra de sexos abierta (peor de la que hasta ahora hemos sufrido), y la tercera, que ya está en camino: la tecnología en la reproducción humana. Dejar de necesitar a la mujer para la procreación. Y para ello plantea dos posibilidades: el útero de cristal y el embarazo masculino.

Las nuevas tecnologías ofrecen vías accesorias para que los hombres acorten distancias con la experiencia de trascendencia de la maternidad. El hombre ya puede mantener su esperma en condiciones de reproducción más allá de su muerte en los; bancos de esperma. Al escoger un hijo varón mediante las técnicas de selección de sexos, puede verse reflejado en su elección. O puede, mediante la clonización, amar a su réplica exacta como a sí mismo (la clonización aún no se practica en humanos, según los expertos, pero no se descarta en absoluto).

De momento, en este choque incipiente entre el fortalecimiento del deseo masculino de maternidad, por un lado, y el debilitamiento de la maternidad, por el aparente abandono del modelo de maternidad irremediable por parle de las mujeres, de otro, los hombres llevan una gran ventaja: están ya transformando la experiencia de continuidad de las mujeres en discontinua. La maternidad salta en pedazos allí mismo, en la clínica, en las agencias de alquiler de úteros, en los bancos de esperma y óvulos y embriones congelados... Porque si algo estaba claro hasta ahora era que madre era la que daba a luz, y ahora ya ninguna de las mujeres que intervienen en muchos procesos de fecundación asistida es bastante madre. Todas pierden identidad. Porque... ¿qué somos? ¿Más genéticas, más biológicas, más sociales? ¿Qué es la maternidad sino ese proceso inaprehensible incluso para las mismas mujeres, pero que se sabe que comienza en un coito, sigue en un embarazo, desemboca en un parto y a lo mejor no acaba jamás?

Las mujeres que se ofrecen para llevar adelante el embarazo de otra o que alquilan su útero a alguien que paga por poner su esperma con el compromiso de entregar el producto a los contratantes lo hace bajo el supuesto de que madre es aquella que cuida al hijo, la madre social.

La madre social vive con. el hijo, pero posiblemente nunca acabe de sentirse del todo su madre. En cambio, su marido o pareja habrá reforzado su papel por ser el padre genético y social de la criatura.

Muchas mujeres que llevan adelante un embarazo para otra pareja dicen que no repetirían jamás la experiencia, porque sienten que su maternidad genética y biológica, en caso de inseminación artificial y alquiler de útero, o biológica, en caso de transferencia de embrión de la pareja, es más importante de: lo que podían imaginar de antemano. Ya hay varios casos de mujeres que después del parto se negaron a entregar a sus hijos/as. Y antecedentes de jueces que se los entregaron a los padres sociales. Finalmente, gana el dinero con el que el hombre ha podido comprar el servicio a una mujer sin medios que alquila su útero para mantenerse.

Y en cuanto a los hijos, ¿quién será madre para ellos? ¿La que puso el óvulo, determinando así la mitad de la carga genética? ¿Acaso la que lo llevó en su vientre, compartiendo con él / ella sonidos, movimientos, posiblemente emociones, a través de su sangre, de los latidos de su corazón, la que le hizo sitio en su cuerpo para que creciera hasta donde quisiera? ¿O tal vez aquella que desde el primer día cambió sus pañales, le acarició, se preocupó de que no le faltara techo, ni comida, ni afecto, quien compartió con él / ella los sinsabores de la vida, por la que nadie pasa indemne?

EMBARAZOS MASCULINOS

Como es sencillo de ver, la maternidad fragmentada quita poder a las mujeres. ¿Y qué nos da a cambio? Es seguro que una mujer sola no podrá alquilar un útero y comprar un hijo/a. En todos los países, aunque no haya legislación al respecto, es el hombre el que hace posible la operación. Los médicos lo han impuesto con naturalidad. La maternidad fragmentada nos devuelve al hijo del hombre más suyo que nunca jamás pudo haberlo soñado. Y manufacturado por otro hombre. Aunque aún puede soñar llevarlo en su vientre. Y al parecer, esto no es sólo un sueño. Es un proyecto de trabajo en el que investigan muchos sabios actualmente.

"Si la mujer puede tener embarazos abdominales, también podrán los hombres", dice el doctor Landruum Shettle. El doctor Carl Wood, jefe del equipo de fertilización in vitro de la universidad de Monash (Australia), también dice que es posible. Según explicaba el doctor Richard Harding al periódico Globe, de Boston, se ha hecho el trasplante de embriones en ratones.

Es posible que una de las vías que se estén utilizando actualmente para experimentación sea la de la investigación de los transexuales que desean ser mujeres. Lo que hacen con ellos es patético. Son tratados como mujeres, y ver a un hombre tratado como una mujer puede ser una experiencia muy didáctica. Cortan sus testículos y su pene, construyen vaginas quirúrgicamente, inyectan monstruosas dosis hormonales, muchas veces letales a no muy largo plazo. Y hay una alta incidencia de suicidios.

Dice Fletcher: "Y cuando se supere el problema de rechazo en los trasplantes un útero podría implantarse en un cuerpo humano masculino, porque hay sitio en su abdomen. También podrían producir la estimulación de leche disminuyendo la actividad de los testículos". Robert Edwards, el célebre biólogo del equipo que produjo la primera niña probeta, Louise Brown, me explicaba en una entrevista que posiblemente uno de los usos del tejido embrionario sería impedir los rechazos en los trasplantes.

¿Podriamos entonces plantearnos que estamos en un momento en que las mujeres abandonamos la maternidad y los hombres la asumen? ¿Que las nuevas tecnologías no sólo ratificarán el discurso feminista que pretende, a través de las técnicas, distanciar el hecho reproductivo del hecho) existencial, sino que, a la vez, están abriendo las puertas para que los hombres se hagan cargo, literalmente, de ella? ¿Quién acaso estaría acabando con la maternidad? ¿La probabilidad de que dentro de 15, 20 o 50 años todos los seres nazcan programados in vitro obligatoriamente para pasar un control de calidad, de sexo, de raza, etcétera, el control masculino de una tecnología que puede hacer desaparecer la definición de la misma, el posible útero científico o la posibilidad del embarazo masculino?

Personalmente, no me molesta en absoluto la posibilidad de que los hombres tuvieran hijos, mientras pudiéramos enviarlos al mismo parvulario y comieran de la misma papilla; mientras ni yo ni ninguna mujer tuviéramos que pagar ningún precio ni hacer ningún servicio por esa maternidad masculina.

Lo que seriamente me preocupa es cómo lo están diseñando. No aprenden por ósmosis, sino sobre los laboratorios vivientes que son las mujeres infértiles.

Con los óvulos de las mujeres, extraídos de sus entrañas, tendrán sus embriones. Con la ingeniería genética están diseñando los niños que quieren, niños que un día podrían no morir de enfermedades genéticas, que a lo mejor serán como maquinitas de cuerda infinita. O a lo mejor son invencibles ante la radiactividad. O especiales para conquistar el espacio.

Vamos hacia los seres tecnológicos hasta (¿desde?) la médula. No hay que ser Julio Verne para verlo. Y hay que pecar de ingenuidad para no verlo. En este momento están decidiéndose muchas cosas -por lo menos el paso hacia el homo tecnológicus. Porque no veo cómo, si las cosas siguen por este camino, podríamos eliminar este homo como definición de la especie, aunque tampoco es que me haga. dernasiada ilusión la perspectiva del ser tecnológicus, y ni siquiera la era de la gine-tecnología.

Se anuncia la era del despegue total de la naturaleza. ¿Qué viene después? ¿La inmortalidad?

Es posible que las enfermedades del futuro sean otras, y es seguro que las relaciones entre todos con todos también lo serán. En todo caso, el paso se está dando, solapadamente, ahora, sin que casi nadie comprenda su verdadera dimensión.

El mundo sigue rodando, pero a veces sería interesante poder darle una orden para que repose y recapacite un instante. La pena es, parafraseando a Milan Kundera, que creemos que estamos de ensayo permanentemente, pero estrenamos cada día una función completamente improvisada. Algunos al resultado lo llaman progreso y evolución.

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