Tribuna:

Diferencias

Existen parejas que se sienten muy unidas porque a ambos les encanta el champaña y una determinada pieza musical. Esta clase de coincidencias es tan grata que en ocasiones hace pensar a los amantes que, sin duda, algo providencial -a lo que no podrían sustraerse- ha patrocinado la oportunidad de su unión.Pero el caso contrario también es cierto. Hay parejas que, aun ensambladas por una comunicación que se podría tener por sólida, arrastran toda si¡ vida la pena de no poder compartir un café -dado que ella prefiere la manzanilla-, no pueden disfrutar de un baile puesto que mientras a ella le ap...

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Existen parejas que se sienten muy unidas porque a ambos les encanta el champaña y una determinada pieza musical. Esta clase de coincidencias es tan grata que en ocasiones hace pensar a los amantes que, sin duda, algo providencial -a lo que no podrían sustraerse- ha patrocinado la oportunidad de su unión.Pero el caso contrario también es cierto. Hay parejas que, aun ensambladas por una comunicación que se podría tener por sólida, arrastran toda si¡ vida la pena de no poder compartir un café -dado que ella prefiere la manzanilla-, no pueden disfrutar de un baile puesto que mientras a ella le apasiona la danza en él se asocia con la peor estarripa de sí mismo o no se avendrán jamás en la playa, porque mientras a uno le complace el baño y los actos del bronceado el otro padece fotofobia y sufi-e erupciones a causa de la radiación solar. Resulta muy triste esta clase de desacuerdos y no infrecuentemente la ajenidad que suscitan amanece en el encono de cualquier discusión. Unirse a alguien es un sortilegio para reunirse consigo mismo. Y podría agregarse que, especialmente, para reunirse con lo peor de uno mismo. Es de esta manera como la deficiencia queda mejor legitimada y se aprecia de verdad la compañía.

Es decepcionante, por ejemplo, que el otro de la pareja presuma de muy buena salud cuando uno mismo siente que el estado habitual del ser humano, y aun de la escena mundial, es hallarse ocupado por la enfermedad. En ese supuesto, la parte que ptesume,de no haber tomado una aspiriría en su vida no aparece como un ser envidiable, sino como un idiota total. Estas cosas, llevadas en secreto, minan mucho las relaciones, pero mucho peor es cuando, en un arrebato, se pretenden defender. Inmediata-mente se descubre que bajo la preferencia por la chirimoya, el odio al tabaco o la incomprensión del insomnio y la afición al fútbol radica toda una concepción del bien, del mal, del respeto que merecen unos individuos frente a otros y de la idea que se tiene acerca del sexo y de la muerte. Hay ya muchas parejas que tras una conversación de sobremesa no vuelven a dormir juntas.

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