LA SEGURIDAD CIUDADANA EN MADRID / 2

El descenso de los delitos coincide con la implantacion de las patrullas urbanas

1.000 agentes pasean por la ciudad, excepto por Vallecas, los Cármenes y La Latina

"Somos como los barrenderos" dice el policía. "Limpiamos las calles por la mañana para volver al día siguiente y encontrarnos con lo mismo". Emiliano, de 33 años, natural de Las Palmas, cumplirá en septiembre seis años en el cuerpo. El agente se sintió bomo un barrendero, poco después de empezar a patrullar en el distrito de Centro, cuando se encontró cara a cara, y en el mismo sitio, con los carteristas que había detenido 24 horas antes. Este día fue diferente: los carteristas ya le llamaban canario y él reconocía con una sola mirada a los chorizos habituales de la zona.Román, d...

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"Somos como los barrenderos" dice el policía. "Limpiamos las calles por la mañana para volver al día siguiente y encontrarnos con lo mismo". Emiliano, de 33 años, natural de Las Palmas, cumplirá en septiembre seis años en el cuerpo. El agente se sintió bomo un barrendero, poco después de empezar a patrullar en el distrito de Centro, cuando se encontró cara a cara, y en el mismo sitio, con los carteristas que había detenido 24 horas antes. Este día fue diferente: los carteristas ya le llamaban canario y él reconocía con una sola mirada a los chorizos habituales de la zona.Román, de 28 años, casado y con dos hijos, forma junto con Emiliano una de las seis patrullas urbanas que vigilan a diario, de ocho de la mañana a 10 de la noche, el distrito de Centro. Emiliano y Román están en la calle de Preciados. Tratan de identificar a dos senegaleses que se dedican a la venta ambulante y carecen de papeles. En un coche patrulla se los llevan a la comisaría. Los componentes de la patrulla llegan después para realizar el parte. En un cuarto con bancos están los últimos retenidos, entre ellos los dos senegaleses, y dos mujeres, fichadas como carteristas.

Vuelta a la calle

Una de las mujeres, conocida como la del Parche, les espeta a los de la patrulla: "Ese pitufo

[policía municipal] nos tiene manía. Acabábamos de salir del metro y nos han detenido cuando veníamos del médico. Además, nos ha dicho que él es más policía y tiene más cojones que vosotros". El agente esboza una sonrisa y le contesta que alguien la ha visto a ella dar el picotazo

[robar la cartera] y dársela a su amiga instantes después. "Pues se va a enterar ese chivato", responde.

Los policías vuelven a la calle. En la Gran Vía, a la altura de Callao, les adelantan los dos senegaleses retenidos anteriormente. ¡Eh, amigo!", grita uno de ellos a modo de saludo. Unos metros más allá está árrodillado un muchacho portugués de 16 años que pide dinero. El chico lleva una chapa de Michael Jackson en la cazadora. Una carpeta donde explica que tiene tres hermanos y no tienen para comer, le sirve como anuncio. Apenas habla castellano. La patrulla, tras identificarle, le pide que se vaya.

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Las patrullas también son populares entre los trileros, que recogen rápida mente sus mesas y sus útiles de juego cuando divisan a lo lejos el uniforme. El juego del triler consiste en adivinar en cuál de los tres cubiletes se esconde la carta o la bola. El trilero mueve constantemente los cubiletes, incluso cuando el jugador saca sus mil pesetas, como mínimo, del bolsillo.

"Lo diffícil es cogerlos in fraganti y que alguien afectado presente una denuncia", asegura Román. "Ellos tienen su retaguardia instalada en puntos claves de las calles y dan el agua

[aviso] en cuanto nos ven aparecer". También las prostitutas de las calles de la Ballesta, Barco y Montera inician pequeñas carreras de un lado para otro cuando los ven aparecer.

Por la configuración del distrito, de calles estrechas, donde el tráfico se hace imposible a cualquier hora del día, apenas se producen atracos. "Los delitos más comunes son el tráfico de drogas, prostitución, carteristas y trileros", dice Román.

El primer trabajo de los agentes es levantar a los que han pasado la noche en el paso subterráneo próximo a la Telefónica y coger a los niños que snifan cola en las entradas del metro.

La delincuencia en la zona no madruga. Los primeros en llegar, ya rozando el mediodía, son los carteristas y las prostitutas. A partir de las dos de la tarde aparecen los trileros y con las primeras horas de la noche copan las esquinas los camellos -vendedores de droga-; con ellos empiezan los navajazos. Los agentes responsabilizan del tráfico de drogas a los iraníes que están en Malasaña y a los africanos y otras personas de color que pasean por una zona de la Gran Vía.

En una de las 20 comisanas madrileñas, la de Centro, se realizaron en abril 1.037 intervenciones y se detuvo a 1.563 personas, es decir, 53 al día, cifras que triplican las obtenidas en las otras 19 dependencias policiales. Sin embargo, los responsables de la seguridad agradecen la implantación de los patrulleros, su labor de prevención del delito. Ha sido un respiro.

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