Crítica:EL CINE EN LA PEQUEÑA PANTALLA

Hay películas que dejan huella

El ciclo Mankiewicz finaliza hoy con la proyección de la que, 14 años después, sigue siendo su última obra, La huella, quizá condenada ya, por desgracia, a serlo definitivamente. La huella es lo que en arte se llama un ejercicio de estilo, es decir, una película que vence las dificultades, propias de un riesgo, de una experimentación; un rasgo contra natura que, por su atipicidad, alcanza resoluciones originales. Ni más ni menos, en La huella, que un decorado prácticamente único -una mansión- y dos personajes en juego -y el juego es aquí realmente un juego-.No está Mankiew...

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El ciclo Mankiewicz finaliza hoy con la proyección de la que, 14 años después, sigue siendo su última obra, La huella, quizá condenada ya, por desgracia, a serlo definitivamente. La huella es lo que en arte se llama un ejercicio de estilo, es decir, una película que vence las dificultades, propias de un riesgo, de una experimentación; un rasgo contra natura que, por su atipicidad, alcanza resoluciones originales. Ni más ni menos, en La huella, que un decorado prácticamente único -una mansión- y dos personajes en juego -y el juego es aquí realmente un juego-.No está Mankiewicz solo en este difícil arte de la creación espacial y temporal: Hitchcock sacó un partido increible de elementos análogos: un bote salvavidas con el mar como decorado de fondo en Náufragos, un apartamento en plano único y continuo en La soga. Pero hay que ser grande, hay que ser Hitchcock, o Mankiewicz para poder mantener el interés en el espectador y además ver como crece y se enriquece por el peso argumental, en este caso por unos diálogos irónicos e inteligentes y llenos de significación.

La huella se emite hoy a las 22

05 por TVE-2.

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El acento policiaco, de misterio, con que empieza la acción va perfilando en sus contornos, sin perder el misterio, las diabólicas formas de un campeonato de ajedrez, jugado sólo con dos peones en el tablero, sin trofeo visible. La cosa empieza con un asunto amoroso: Milo Tindle se beneficia de la mujer del refinado y orgulloso Andrew Wyke, que trama su venganza, astuta venganza: la humillación. Citado en su resplandeciente mansión, Tindle se verá envuelto en esa partida del maestro, un laberinto lúdico y cada vez más peligroso, aunque las cartas -perdón, las piezas- no saldrán todas de la manga del pudiente sino de la del más hábil y está por ver quién es el más hábil.

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