Tribuna:

Robar

Ya no es posible dudarlo, para un servidor al menos; el otro día leí el primer anuncio-advertencia tras el parabrisas de un automóvil. El texto íntegro: "En este coche ya no queda nada que robar, y la puerta está abierta para que usted pueda comprobarlo y para que no me rompa el cristal de la ventanilla. Muchas gracias".Hasta el día de la fecha, que uno sepa, ese nuevo desahogo de comunicación social que se denomina con el verbo robar ya ha venido provocando síntomas neoculturales que no acababan de cuajar: señoritas y caballeros automovilistas que esconden la radio de su coche bajo el asiento...

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Ya no es posible dudarlo, para un servidor al menos; el otro día leí el primer anuncio-advertencia tras el parabrisas de un automóvil. El texto íntegro: "En este coche ya no queda nada que robar, y la puerta está abierta para que usted pueda comprobarlo y para que no me rompa el cristal de la ventanilla. Muchas gracias".Hasta el día de la fecha, que uno sepa, ese nuevo desahogo de comunicación social que se denomina con el verbo robar ya ha venido provocando síntomas neoculturales que no acababan de cuajar: señoritas y caballeros automovilistas que esconden la radio de su coche bajo el asiento, hombres y mujeres de todo pelo y color con su aparatito de radio bajo el brazo en el momento de comprar unas rajas de morcón, un chupete para el niño o a la hora de comparecer en una conferencia sobre La Europa de los hombres y de los espíritus, el proyecto que ahora se jalea lo suyo en las esferas de la prospectiva del saber.

El cartel-advertencia precitado, aparecido por primera vez en la Villa y Corte la semana última, y que sin duda ejemplarizará a la ciudadanía, es lo que, a mi ver, anuncia. definitivamente la eclosión emocionante del átomo civil de la cultura del robo. Felicitémonos. El robo, como la prostitución, es la más vieja profesión de la humanidad; sisar, robar, afanar, etcétera, ¿quién no ha salivado la emoción de la cosa,

El robo es sexo, aventura, alimento, ingenio, talento; el robo es como un comprimido de efectos múltiples, y debieran fabricarse píldoras no para desahogar la tentación del ladrón, sino para excitar la cultura del robo hasta lo sublime. ¿Por qué la Iglesia, que ahora ya mete la pata en todo, no ha canonizado a algún ladrón con merecimientos?

Javier Solana, ministro de Cultura, ha hablado de Madrid como de la ciudad más culta, democrática y libre de Occidente; seguro que el hombre ya pensaba también en esta dimensión de la nueva cultura, que ahora, sin duda, muestreará en la cúpula de la Comunidad Europea, donde se estudian los proyectos Comett y Eramus, tendentes a la creación de la Europa de las Universidades.

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