Reportaje:

Crimen y castigo en Salamanca

El único sospechoso del asesinato de Miguel Ángel Marcos es el padre de la joven a la que aquél mató en 1973

ENVIADO ESPECIALMiguel Ángel Marcos Prieto, de 32 años, ex presidiario en libertad condicional desde septiembre de 1985, fue asesinado a media tarde del pasado 7 de febrero en las inmediaciones del hospital Clínico de Salamanca. Padecía una lesión cerebral. Su cuerpo presentaba nueve orificios de bala. Dos horas después, la policía detenía en su domicilio al industrial Eloy Gómez Alonso, de 61 años, padre de la adolescente Mercedes Gómez, a quien Miguel Ángel Marcos dio muerte en un desmonte salmantino hace 13 años. Eloy niega con fuerza todas las sospechas.

Viernes 31 de marzo de 1973....

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ENVIADO ESPECIALMiguel Ángel Marcos Prieto, de 32 años, ex presidiario en libertad condicional desde septiembre de 1985, fue asesinado a media tarde del pasado 7 de febrero en las inmediaciones del hospital Clínico de Salamanca. Padecía una lesión cerebral. Su cuerpo presentaba nueve orificios de bala. Dos horas después, la policía detenía en su domicilio al industrial Eloy Gómez Alonso, de 61 años, padre de la adolescente Mercedes Gómez, a quien Miguel Ángel Marcos dio muerte en un desmonte salmantino hace 13 años. Eloy niega con fuerza todas las sospechas.

Viernes 31 de marzo de 1973. Mediodía. La primavera se despereza y el Tormes se abre paso trabajosamente entre juncales verdes en Salamanca. Dos jóvenes, Miguel Ángel Marcos, de 19 años, y Mercedes Gómez, de 15, caminan por detrás del cementerio salmantino en dirección a la finca El Marín. Miguel Ángel lleva una bolsa de plástico en su mano izquierda. Con la derecha, ayuda a su acompañante a sortear algunas piedras del camino. Han recorrido tres kilómetros. Los dos se meten en un chozo de piedras calizas. Un labrador les observa a distancia. Transcurre una hora lar Suenan dos descargas. Miguel Angel asoma su cabeza sobre las piedras, oteando a su alrededor. Se agita frenéticamente. Al poco, sale de la casamata. Una pareja de la Guardia Civil del puesto de Los Pizarrales ya ha sido avisada. El labrador y los dueños de la finca, Tomás y Victoriano Calvo, acompañados por los dos guardias civiles, se adentran en el chozo. Des cubren algo que parece una muñeca grande de escayola, bajo dos cartones y unos sacos de fibra. Está desnuda y ensangrentada. Mercedes ha recibido dos disparos, uno en un brazo y el otro en el corazón. Ha muerto.

Los dos guardias civiles persiguen a Miguel Ángel y le capturan en las inmediaciones del cementerio. En la bolsa lleva 10 cartuchos, un puñal y las ropas de su acompañante, envueltas en sangre. Bajo las ropas se asoman los dos cañones de una carabina del calibre 16.

Mercedes Gómez Calvo estudiaba cuarto de bachillerato en las Esclavas del paseo del Rollo. Formaba parte de la directiva de la Casa de la Juventud de Salamanca. 24 horas antes había propuesto convocar allí una conferencia sobre delincuencia juvenil. Su entierro congregó a centenares de escolares salmantinos, que desfilaron mudos ante los padres de Mercedes, Eloy Gómez Alonso y Piedad Calvo, que asisten al sepelio de su hija, ataúd blanco y seis coronas de flores, entre la nebulosa de un dolor profundo.

Miguel Ángel Marcos, ex alumno de los maristas, que preparaba su ingreso en la Academia Militar de Zaragoza, fue juzgado en Salamanca el 28 de febrero y el 1 de marzo de 1974. El juez le impuso una condena de 28 años de prisión. Durante el juicio, Miguel Angel gritó que amaba a Mercedes y que daría su vida por la adolescente a la que había matado. El público le increpó con indignación desde la sala. El acusador privado de la familia de Mercedes recurrió la sentencia y consiguió que el Tribunal Supremo dictara pena de muerte contra el joven. Un Consejo de Ministros conmutó, en 1975, la pena máxima por la de 28 años de reclusión.

Siete presidios distintos. Dos visitas al Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Madrid. Desde el primer dia de su estancia en presidio, Miguel Ángel Marcos se afana hacendosamente por conseguir la confianza de los responsables penitenciarios. Lucha con denuedo por salir del presidio. Su buen comportamiento en la cárcel le granjea simpatía entre los funcionarios. En noviembre de 1978 aprovecha uno de los permisos temporales de salida. Viaja a Salamanca. Las autoridades presumen fundadamente que acudió al cementerio salmantino y embadurnó de piuntura roja la lápida blanca de Mercedes Gómez. Varios marmolistas limpiaron con detergente la tumba. Por aquellas fechas, una denuncia ante la policía señalaba que Miguel Angel había forcejeado en el cementerio con una mujer joven.

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Un equipo de médicos redactó el 23 de febrero de 1979 un informe sobre él. "`El electroencefalograma detecta la presencia de un sufrimiento cerebral difuso. Posee un carácter enigmático, silencioso y sombrío. No se mezcla con nadie. Experimentaímpulsos que no es capaz de controlar debido a una causa patológica. Pese a su muy buena integración familiar, a sus buenos rendimientos escolares y a su adecuada dotación intelectual, muestra rasgos de frialdad, ausencia de ternura y aislamiento emocional. Su personalidad es paranoica y esquizoide. Su capacidad criminal es muy alta. Pertenece al tipo de los grandes desconocidos con sentimientos de matar. Creemos que no es responsable en conciencia del delito por el que está condenado. Su paranoidismo resulta moralmente envolvente, y sus delirios le causan una culpabilidad que no comprende. Por todo ello, creemos que su estado impide que se le conceda el tercer grado penitenciario [régimen abierto]".

En mayo de 1980, se encuentra en el penal de Santa Cruz de Tenerife. Consigue un permiso de salida por cinco días, con la prohibición expresa de no abandonar las islas. Con un carné de identidad falso, toma un avión, vuela a Madrid y regresa a Salamanca. Horas después, en el cementerio, un joven con el mismo aspecto que Miguel Angel tira al suelo a una joven estudiante, a la que pone una navaja en el cuello. El conductor de un camión que presenció el hecho, pone en fuga al asaltante que arroja la navaja y huye. En una tienda de reparación de armas, Miguel Angel Marcos coge una carabina y huye. Nuevo juicio. Cuatro años de condena por robo.

Con el estupor contenido de sus padres, que conocen el informe psiquiátrico y creen que no debe salir del internamiento, el joven regresa siempre a Salamanca. Su mente está desdoblada. La culpa, según los psiquiatras, le persigue. La familia de Mercedes parece ser el blanco sobre el cual proyecta su fuerte agresividad y sus amenazas. Al mismo tiempo, su conducta en la cárcel es irreprochable. Trece años después de haber dado muerte a la que consideró su novia, en septiembre de 1985, regresa de modo estable a Salamanca. Las autoridades judiciales le otorgan la libertad condicional. Sus padres, Manuel Marcos y Pilar Prieto, y su familia, con mimo, le ayudan a rehacer su vida.

Miguel Ángel se ensimisma con los animales. Quiere criar canarios, y tiene varias polladas que cuida delicadamente en su balcón. Hace proyectos con su padre, y calcula lo que le puede costar instalar una granja con conejos y gallinas. Entre tanto, prepara oposiciones a la Seguridad Social en Cáceres y en Valladolid. Pugna con su abogada, Soledad Manso, para conseguir la cancelación de antecedentes, pretensión imposible por el momento. Se matricula en una academia para sacar el carné de conducir. Con frecuencia se lleva con él al campo a sus sobrinos, por los que muestra adoración. Pasea siempre con un puñal en la cintura. Sin él saberlo, alguien le observa de cerca.

Tres chopos truncados Viernes, 7 de febrero de 1986. 19.20 horas de la tarde. El Tormes baja por Salamanca abriéndose paso trabajosamente entre juncales secos. Miguel Ángel Marcos camina cerca del Tormes, en medio de una tarde desapacible. Avanza despacio por una rampa, que desciende desde la facultad de Farmacia hasta el Hospital Clínico. A pocos metros de allí, junto al río y a su derecha, un chopo joven, cortado de cuajo por su base, se ha abatido sobre un árbol más joven todavía y sobre otro más, de más edad, cubierto por los líquenes. Los tres permanecen inclinados y secos. Suenan varios disparos que rompen el murmullo manso del Tormes. Miguel Ángel yace en el suelo, con nueve orificios de bala. Tiene las fosas renales horadadas y un gran hueco en el corazón. Ha muerto. Eloy Gómez Alonso, padre de Mercedes Gómez, la adolescente que Miguel Ángel asesiné hace 13 años, es detenido en su casa dos horas desipués de la muerte de Miguel Ángel.

Se le descubre en la cintura una pistola marca Star, calibre 9 milímetros corto, para la cual cuenta con una licencia, con una bala en la recámara y cuatro más en el cargador. Las balas, cargadas todas en 1976, son de la misma marca, Santa Bárbara, que los casquillos hallados por la policía junto al cadáver de Miguel Ángel. Se le encuentra también, en un bolsillo, otro cargador del mismo calibre, vacío, pero inservible para la pistola que portaba. Nadie, ni sus amigos, ni su abogado, Manuel Calvo Úbeda, cree que Eloy, a quien definen como hombre intachable, fuera capaz de rumiar en silencio, durante trece años, una venganza premeditada y iriinuciosa contra el joven que mató a su hija.

Miguel Ángel Marcos está enterrado desde el lunes pasado bajo una lápida de piedra gris en el cementerio de Salamanca. 478 pasos más arriba, bajo una lápida de mármol blanco, yace Mercedes Gómez.

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