LA 'CUMBRE' DE LUXEMBURGO

Mercado común del voto

A. O. / F. M., Las cumbres europeas, como la que se ha desarrollado durante estos dos días en Luxemburgo, tienen un especial atractivo para los líderes políticos por los rendimientos electorales que producen.

Las situaciones de política interna han condicionado en todo momento las posturas defendidas en tales debates. De ahí el interés de los representantes españoles, entre otros asistentes, en que figurara en el texto del tratado de cooperación política una referencia a la seguridad europea en el marco de la Alianza Atlántica.

El proyecto de la gran reforma de la Comunida...

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A. O. / F. M., Las cumbres europeas, como la que se ha desarrollado durante estos dos días en Luxemburgo, tienen un especial atractivo para los líderes políticos por los rendimientos electorales que producen.

Las situaciones de política interna han condicionado en todo momento las posturas defendidas en tales debates. De ahí el interés de los representantes españoles, entre otros asistentes, en que figurara en el texto del tratado de cooperación política una referencia a la seguridad europea en el marco de la Alianza Atlántica.

El proyecto de la gran reforma de la Comunidad Económica Europea abordado ahora da pie a declaraciones de grandes principios, a formulaciones teóricamente incontestables.

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Por ello, los jefes de Estado y de Gobierno muestran en estas ocasiones una especial preferencia por las cámaras.

Su imagen recibe el espaldarazo de un foro internacional en el que se pueden adoptar grandes decisiones, sin verse obligados a explicar las contradicciones o el coste negativo para determinados países de pretender establecer un mercado europeo sin fronteras.

Tentado por la televisión

El presidente del Gobierno español, Felipe González, que participaba por segunda vez en una cumbre, ha jugado este papel con eficacia, dejándose tentar por la televisión, pero sorteando hábilmente toda explicación de detalle antes de la conferencia de prensa final.

Durante este Consejo Europeo reunido en Luxemburgo, España quiso dar la imagen de haberse alineado con las posturas europeístas más avanzadas.

En principio, es una posición fácil, porque se basa en mantener las condiciones pactadas en el Tratado de Adhesión.

Pero nadie ha explicado hasta qué punto la economía española -emplazada desde enero próximo a un esfuerzo de adaptación durante todo el período transitorio- podrá hacer frente a un nuevo reto de liberalización total, sin ningún resquicio defensivo ante las mercancías, los servicios o los capitales que vendrán del resto de los países comunitarios.

La propia República Federal de Alemania no lo tiene tan claro.

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