La larga crisis del nacionalismo vasco

Los votos positivos de algunos diputados socialistas permitieron la investidura de Ardanza

La investidura de Ardanza, e 1 pasado 24 de enero, no llegó a provocar la temida división pública del grupo parlamentario nacionalista -circunstancia que, de haberse producido, hubiera convertido en casi inevitable la escisión del partido-, pero pocos afiliados nacionalistas saben todavía hoy que la votación correspondiente sólo salió adelante merced a que varios diputados socialistas compensaron con sus votos positivos las papeletas negativas de un número igual de parlamentarios del PNV.Unos días antes, Ardanza había firmado con Txiki Benegas el pacto de legislatura. Estos votos compensatorio...

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La investidura de Ardanza, e 1 pasado 24 de enero, no llegó a provocar la temida división pública del grupo parlamentario nacionalista -circunstancia que, de haberse producido, hubiera convertido en casi inevitable la escisión del partido-, pero pocos afiliados nacionalistas saben todavía hoy que la votación correspondiente sólo salió adelante merced a que varios diputados socialistas compensaron con sus votos positivos las papeletas negativas de un número igual de parlamentarios del PNV.Unos días antes, Ardanza había firmado con Txiki Benegas el pacto de legislatura. Estos votos compensatorios que posibilitaron, en segunda votación, la investidura del candidato formaban parte de las cláusulas implícitas, no escritas, del pacto.

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El nuevo lendakari- hubo de pasar por el trago de soportar, en el mismo Pleno de investidura, un cruel discurso del portavoz nacionalista José Ángel Cuerda -que enseguida sería sustituido-, pero su amargura se vio pronto compensada con la insospechada receptividad que su mensaje de distensión, moderación y sentido común halló en la población.

Es posible que el pacto, y los gestos apaciguadores que inspiraba, estuviera motivado más por intereses pragmáticos (romper el empate a 32 votos existente en la Cámara) que por convicción, pero es lo cierto que quien iniciaba su mandato bajo la acusación implícita de usurpación (a Garaikoetxea, sus adeptos seguían llamándole lendakari) tuvo el acierto, la oportunidad o la suerte de conectar rapidísimamente con lo que resultó ser sentimiento mayoritario dé los ciudadanos vascos, independientemente de la adscripción ideológica de cada cual.

Tono mesurado

Su tono mesurado, alejado de todo dramatismo en la expresión (favorecido quizá por la cortedad de sus recursos dialécticos), no sólo le definía como el contratipo de su antecesor, sino que provocaba una forma nueva de adhesión, no carismática, desde luego, pero sí muy efectiva: resultó que la gente no sólo estaba cansada, del clima de violencia impuesto por ETA, sino también de la atmósfera de permanente refriega con el poder central característica de la etapa anterior.

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La contraposición de estilos se vio reforzada durante cierto tiempo por la actitud resistente adoptada por Garaikoetxea, que, de improviso, en cenas y homenajes, descubrió en el fondo de su corazón herido al abertzale radical que nunca había sido.

El resultado fue un asentamiento de la figura de Ardanza, que ya había desconcertado al personal nombrando vicepresidente económico a un antiguo colaborador de Garaikoetxea (Javier García Egocheaga, al que cabría considerar todo menos un foralista retrógrado o un nacionalista doctrinario), y que consiguió desbloquear las relaciones con el Gobierno central, incluyendo el asunto de las transferencias.

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