Crítica:

¿Muerte en Venecia para hablar del SIDA?

Bueno, hubiera podido ser peor. Hubieran podido elegir Horizontes del oeste o Traición en Fort King, dos piezas maestras de Budd Boetticher -libre de toda sospecha sexual- interpretadas por Rock Hudson -que ya lo tiene más negro-, para ilustrar el tema que hoy ocupa La Clave: el SIDA. Pero no. Han tenido un poco más de consideración; no mucha. Porque ilustrar ese tema con una pelicula como Muerte en Venecia es un despropósito de tomo y lomo.¿Qué hay de SIDA en Muerte en Venecia? Bien, por un lado sabemos que esa epidemia afecta a los hernofilicos, drogadictos y homo...

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Bueno, hubiera podido ser peor. Hubieran podido elegir Horizontes del oeste o Traición en Fort King, dos piezas maestras de Budd Boetticher -libre de toda sospecha sexual- interpretadas por Rock Hudson -que ya lo tiene más negro-, para ilustrar el tema que hoy ocupa La Clave: el SIDA. Pero no. Han tenido un poco más de consideración; no mucha. Porque ilustrar ese tema con una pelicula como Muerte en Venecia es un despropósito de tomo y lomo.¿Qué hay de SIDA en Muerte en Venecia? Bien, por un lado sabemos que esa epidemia afecta a los hernofilicos, drogadictos y homosexuales. Que Von Aschenbach tuviera problemas en la coagulación de su sangre no queda muy claro en la película. Tampoco que le diera al pico. Lo de más allá, su presumible homosexualidad, menos aún.

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El Vón Aschenbach de Muerte en Venecia era un músico fascinado, precisamente por ser músico y, artista sensible, por la belleza. Belleza en todas sus manifestaciones y también, claro está, por la belleza del ser humano, de ese Tadzio adolescente y esplendorosamente bello. Sólo eso.

Visconti. Sabido es, ya no se cuestiona, que el director italiano era homosexual. Pero poco importan las inclinaciones de los grandes artistas, pues a lo que vamos en ellos es a su arte, a las grandes creaciones que, como Muerte en Venecia, han legado a la humanidad.

No es de suponer que la elección de Muerte en Venecia vaya por ahí. (El Nosferatu de Murnau también valdría). En cualquier caso, aquí está, con la peste -que no el SIDA, esa podría ser otra lectura de la elección- invadiendo Venecia y el hotel Les Bains luciendo ese esplendor Visconti que hoy es ya un lugar común para las definiciones. Y también el esplendor de la música de Mahler que mezcla la muerte y la nostalgia; y el rigor literarío y autobiográfico de Thomas Mann como pretexto.

Hay que insistir por último en la imposibilidad de sentir Muerte en Venecia en televisión. Sus palabras han mudado de idioma, sus formas -panavisión- desaparecido, y su belleza, ese esplendor, ni por asomo llega a la pequeña pantalla. Es el triste destino de un arte grande y bello convertido en patito feo y pequeño.

[Fuentes de La clave explicaron ayer a esté periódico que la elección de esta película se hizo siguiendo criterios profesionales que prefieren no divulgar. En todo caso, piensan que "es el filme más adecuado", de acuerdo con esos criterios. Las fuentes rehusaron decir qué otras películas fueron estudiados para su posible selección.]

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