El tai-chi, entre el baile y la gimnasia, un camino hacia la serenidad del espíritu

La tradición china afirma que aquel que practica el tai-chi dos veces por día durante un cierto tiempo "adquiere la flexibilidad de un niño, la fuerza de un leñador y el espíritu de un sabio". Quinientos millones de chinos, sin distinción de edad o sexo, practican el tai-chi. Durante media hora diaria, bien por la mañana, antes de ir al trabajo, o bien en un descanso durante el mismo, grupos de personas se reúnen en aceras, en parques o en cualquier local para practicar estos movimientos suaves y relajantes, a medio camino entre la gimnasia y el ballet.

Bajo el sol castellano de media t...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La tradición china afirma que aquel que practica el tai-chi dos veces por día durante un cierto tiempo "adquiere la flexibilidad de un niño, la fuerza de un leñador y el espíritu de un sabio". Quinientos millones de chinos, sin distinción de edad o sexo, practican el tai-chi. Durante media hora diaria, bien por la mañana, antes de ir al trabajo, o bien en un descanso durante el mismo, grupos de personas se reúnen en aceras, en parques o en cualquier local para practicar estos movimientos suaves y relajantes, a medio camino entre la gimnasia y el ballet.

Más información

Bajo el sol castellano de media tarde, en Sigüenza (Guadalajara), 13 personas cantan la canción de apertura taichista, compuesta por frases cortas y sencillas sobre los fundamentos de esta filosofía. Tras el canto hay unos minutos de concienciación y meditación. Después, muy lentamente elevan la pierna izquierda y alzan los brazos, y poco a poco se van sucediendo los elegantes movimientos del tai-chi. Algunos cierran los ojos, como en un intento de verse por dentro.Entre estas personas se encuentra Peter Yang, un maestro chino de tai-chi de 64 años que vive en Barcelona y ha organizado el cursillo en la localidad de Sigüenza sobre esta filosofía, que incluye teoría y práctica y dura una semana. Peter Yang habla despacio, como meditando cada palabra, y hace gestos pausados y suaves como los de un mimo. Según él, la vida es aire, y si uno no siente el aire, no sentirá la vida.

Peter, sacerdote católico, vino a España en el año 1949 gracias a una beca concedida por el Gobierno español a sacerdotes, seminaristas y estudiantes chinos. Nueve años después abrió el primer restaurante chino de Barcelona. La finalidad del restaurante era obtener ingresos para ayudar a los estudiantes y fundar más tarde el hogar donde residen.

Para los occidentales resulta extraño observar las actividades de este sacerdote, acostumbrados a las dedicaciones de los occidentales, usualmente administrativas. Los sacerdotes chinos trabajan la tierra o en un restaurante.

Hace ya tres años y medio que Salvador practica el tai-chi. Para él estos ejercicios van encaminados a tomar conciencia de sí mismo a nivel psíquico y físico. "Lo fundamental es conocer tu cuerpo y sentirlo, y conseguir, gracias a esto, fluidez y flexibilidad en la vida diaria".

"El tai-chi influye en todos los aspectos del cuerpo y de la mente", dice Salvador. "Yo había intentado hacer yoga antes. Pero una temporada en la que me dediqué excesivamente al estudio y al trabajo intelectual, me encontré buscando algo de una manera vaga. Un amigo me introdujo en el tai-chi. En la sociedad actual la relación con el cuerpo se lleva como una carga pesada que hay que soportar; con el tai-chi aprendes a aceptarlo y a sentirlo como algo realmente tuyo".

Una de las jóvenes del grupo ha traído a su hija de ocho meses. La pequeña nació gracias al tai-chi. Sus padres se conocieron durante unos cursillos. Mientras su madre estaba embarazada continuó practicando y no tuvo ningún dolor ni durante el embarazo ni en el parto. Después de éste es aconsejable no hacer tai-chi durante un mes, porque se pueden producir pérdidas de sangre por el ejercicio, que principalmente mueve la zona del vientre.

Archivado En