Cartas al director

La objetividad del historiador

Con relación al artículo aparecido en EL PAÍS el 29 de agosto en el que Carlos Seco Serrano aboga por la objetividad del historiador ante el próximo cincuentenario del estallido de la contienda nacional, quisiera hacer algunas consideraciones:

1. Sería muy largo, y ya se ha escrito mucho al respecto, el polemizar sobre la postura que debe adoptar el historiador ante la historia reciente. Personalmente no, puedo creer en la objetividad del historiador, ni del periodista, ni de otros muchos profesionales, sin menoscabar por ello su eficacia, ¡ni mucho menos!, porque sería tanto com...

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Con relación al artículo aparecido en EL PAÍS el 29 de agosto en el que Carlos Seco Serrano aboga por la objetividad del historiador ante el próximo cincuentenario del estallido de la contienda nacional, quisiera hacer algunas consideraciones:

1. Sería muy largo, y ya se ha escrito mucho al respecto, el polemizar sobre la postura que debe adoptar el historiador ante la historia reciente. Personalmente no, puedo creer en la objetividad del historiador, ni del periodista, ni de otros muchos profesionales, sin menoscabar por ello su eficacia, ¡ni mucho menos!, porque sería tanto como pedir que cada vez que se enfrentasen con su labor se tuvieran que despersonalizar.

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2. Por tanto, la toma de contacto con el pasado o se puede realizar desde una tabla rasa ni con la mente en blanco. Es el presente el que, como dice Chesneáux, plantea las cuestiones y hace las conminaciones; y no hay que olvidar que ése, este presente, se asienta sobre una realidad social, política y económica.

3. La cita de Barraclough: "Hemos de estudiar el pasado por sí mismo y juzgar las edades pasadas... por sus propios criterios, por sus propias normas, y no por las nuestras...", recuerda al objetivismo apolítico más puro de Fenelón: "El buen historiador no es de ninguna época", y también a ese intelectualismo cuyo objetivo era el conocimiento intelectual del pasado, olvidándose de otras muchas cosas.

Eso de estudiar el pasado por sí mismo y de juzgar las edades pretéritas por sus propios criterios corre el peligro de dar una imagen castrada de la historia. No se puede meter al historiador en una máquina del tiempo limpio y descontaminado de la realidad diaria. Hagamos que desde el presente se pregunte al pasado.-

. Gijón.

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