El león de San Mamés

Fue en 1929, en las páginas de El Liberal, cuando a un periodista local, a propósito de un triunfo del Athlétic, se le ocurrió titular su crónica con un vibrante: "Volvió a rugir el león de San Mamés". La frase, destinada a afimentar en el futuro una profusa épica rojiblanca y origen de un sustantivo que, con el tiempo, llegaria a ser considerado casi obvio, era apenas metafórica, ya que ese león existe, al menos en escayola, por más que la mayoría de los bilbaínos, incluidos los más expertos en athleticología, lo ignoren hoy.El actual estadio del Athlétic, inaugurado en 1...

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Fue en 1929, en las páginas de El Liberal, cuando a un periodista local, a propósito de un triunfo del Athlétic, se le ocurrió titular su crónica con un vibrante: "Volvió a rugir el león de San Mamés". La frase, destinada a afimentar en el futuro una profusa épica rojiblanca y origen de un sustantivo que, con el tiempo, llegaria a ser considerado casi obvio, era apenas metafórica, ya que ese león existe, al menos en escayola, por más que la mayoría de los bilbaínos, incluidos los más expertos en athleticología, lo ignoren hoy.El actual estadio del Athlétic, inaugurado en 1913, fue construido en la antigua vega de San Mamés, así llamada por haber existido en ella, tiempo atrás, una ermita en la que se veneraba al santo cristiano martirizado en Roma en el año 273, bajo el imperio de Aureliano.

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La imagen del mártir, al que, según la más acreditada hagiografía, no quemaba el fuego de sus torturadores y ante el que los leones del circo se convertían en domésticos canes, se conserva hoy en la capilla de la bilbaína Casa de Misericordia, cuyos muros reciben la sombra de una de las tribunas de la venerable catedral rojiblanca.

El cronista de El Liberal buscó una imagen realista para expresar su entusiasmo por Pichichi y compañía y encontró inspiración en la contigua capilla. La mano izquierda del heróico adolescente, hijo de los patricios romanos Teodoto y Rufina, reposa confiada sobre la melena de la fiera, cuyo gesto de provisional apaciguamiento no excluye, en efecto, la posibilidad del inminente rugido, anuncio, a su vez, de ataque flilininante contra un no visible enemigo al que escruta de frente.

Su melena peinada hacia atrás y su nariz romboidal y algo aplastada recuerdan, por lo demás, el rostro felino de Agustín Gaínza, el jugador que, con el tiempo, llegaría a encarnar con más propiedad la astucia y bravura que se atribuyen al quinto signo del Zodiaco.

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