Cartas al director

Paramio y el poder

Ludolfo Paramio, desde las páginas de EL PAIS, vuelve a lanzarnos una nueva regañina a los ciudadanos de este país, y muy especialmente a aquellos que no han decidido conformarse con que "vivimos en el mejor de los mundos posibles", filosofía panglossiana que, al parecer, ha adoptado nuestro asalariado amigo.Parece ser, así lo afirma el artículo de Paramio, que los intelectuales en las sociedades democráticas deben desentenderse del desarrollo y la problemática social de las mismas, ya que en éstas la opinión pública no está mutilada". El señor Paramio no debe acercarse a TVE o a los me...

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Ludolfo Paramio, desde las páginas de EL PAIS, vuelve a lanzarnos una nueva regañina a los ciudadanos de este país, y muy especialmente a aquellos que no han decidido conformarse con que "vivimos en el mejor de los mundos posibles", filosofía panglossiana que, al parecer, ha adoptado nuestro asalariado amigo.Parece ser, así lo afirma el artículo de Paramio, que los intelectuales en las sociedades democráticas deben desentenderse del desarrollo y la problemática social de las mismas, ya que en éstas la opinión pública no está mutilada". El señor Paramio no debe acercarse a TVE o a los medios de comunicación de nuestro país para hacer esta afirmación tan categórica. Aquí, como sucede en los demás países, la información está fuertemente mediatizada, y los intelectuales, guste o no, poseen una capacidad privilegiada de hacer oír su voz por encima de la de los ciudadanos corrientes.

"En sociedades democráticas" ha habido intervenciones importantes de los intelectuales frente a coyunturas en las que su actuación fue crucial: Zola, en el caso Dreyfuss; Sartre y otros intelectuales franceses, frente a la guerra de Argelia; intelectuales norteamericanos y de todo el mundo, contra el genocidio de Vietnam, etcétera.

No creo que sea necesario recordarle a Ludolfo Paramio estos hechos, como tampoco lo es el que se relea a Grainsei, ya que lo hizo cuando estaba de moda hacerlo, y hoy lo olvida, pues de moda está olvidarlo. En fin, que lo realmente duro no es ser intelectual, sino el convertirse en el redactor de las coartadas ideológicas del poder, papel triste, pero no dudo que tendrá sus contrapartidas.-

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