El forense descarta la tesis del rebote de una bala en la muerte de un soldado en unas maniobras

El soldado Ángel Zamorano Rojo, que el 10 de junio de 1984 participaba en Jaca (Huesca) en ejercicios de guerrilla de las Compañías de Operaciones Especiales (COE), no murió como consecuencia del rebote de una bala -tesis mantenida hasta ahora por la autoridad militar-, sino que "el impacto ha sido directo, es decir, que la bala ha seguido un trayecto rectilíneo desde la boca de fuego hasta el lugar del impacto", según el dictamen del forense civil que ha realizado la autopsia, a instancias de los familiares de la víctima, más de nueve meses después de su muerte.

Las conclusiones a las ...

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El soldado Ángel Zamorano Rojo, que el 10 de junio de 1984 participaba en Jaca (Huesca) en ejercicios de guerrilla de las Compañías de Operaciones Especiales (COE), no murió como consecuencia del rebote de una bala -tesis mantenida hasta ahora por la autoridad militar-, sino que "el impacto ha sido directo, es decir, que la bala ha seguido un trayecto rectilíneo desde la boca de fuego hasta el lugar del impacto", según el dictamen del forense civil que ha realizado la autopsia, a instancias de los familiares de la víctima, más de nueve meses después de su muerte.

Las conclusiones a las que ha llegado el citado médico forense, tras participar en la práctica de la autopsia junto a los médicos militares y en calidad de observador, descartan "con absoluta certeza que el disparo haya sido efectuado por la misma víctima". Descartan también "que el disparo haya alcanzado a la víctima después de haber rebotado sobre una superficie dura". La razón es que la bala, dice el forense, "iba animada de una considerable fuerza viva", que produjo efectos explosivos en el cráneo, cosa que no habría ocurrido si antes hubiese rebotado.En cuanto a la distancia del disparo, el forense señala que "puede deducirse una distancia superior a un metro, sin poder precisar más, aunque puede afirmarse que ésta no sería mayor de unos pocos metros". La autopsia ha permitido hallar el proyectil, una bala de 9 milímetros de calibre y 13 milímetros de longitud.

La primera versión dada a los familiares del soldado muerto fue la de que al propio Ángel Zamorano se le había escapado un tiro mientras limpiaba el arma. Más tarde, les indicaron que el disparo se le había escapado a un compaflero y, tras rebotar en una piedra, había alcanzado a Zamorano.

Por su parte, compañeros de la víctima manifestaron que el autor de la muerte fue un sargento que en ese momento se encontraba probando un subfusil.

Nueve días después de la muerte de su hijo, Juana Rojo Palacios y Ángel Zamorano Torres formularon al capitán general de la Quinta Región Militar (Zaragoza), teniente general Manuel Álvarez Zalba, una denuncia por imprudencia temeraria contra el que resultare responsable de la muerte de su hijo.

El sargento Francisco Javier Camacho fue procesado y permaneció en prisión preventiva hasta el 14 de julio de 1984, en que fue puesto en libertad provisional.

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