Tribuna:

Nada

Hace algunos años, no muchos si tenemos en cuenta lo que tardó nuestra especie en descubrir el fuego y el bacalao al pil pil, se especuló sobre el tema de la insensibilidad informatizada del receptor de noticias. La especulación venía a cuento de la guerra del Vietnam y decía que tras un bombardeo cotidiano de imágenes sobre la crueldad de aquella guerra, el espectador se predisponía a contemplar la reproducción de las atrocidades como si se trataran de un ejercicio de verosimilitud audiovisual. El metabolismo de la sociedad informatizada está preparado para engullir toneladas de mensajes y se...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Hace algunos años, no muchos si tenemos en cuenta lo que tardó nuestra especie en descubrir el fuego y el bacalao al pil pil, se especuló sobre el tema de la insensibilidad informatizada del receptor de noticias. La especulación venía a cuento de la guerra del Vietnam y decía que tras un bombardeo cotidiano de imágenes sobre la crueldad de aquella guerra, el espectador se predisponía a contemplar la reproducción de las atrocidades como si se trataran de un ejercicio de verosimilitud audiovisual. El metabolismo de la sociedad informatizada está preparado para engullir toneladas de mensajes y seleccionarlos como se selecciona una carta que debe contestarse, pero a los pocos días las cartas se amontonan y van a parar todas a la papelera del espíritu.Cuando llegue la hora de hacer un balance de los años de gobierno socialista, comprobaremos que los acontecimientos que nos excitaron duraron a tenor de esa sensibilidad informatizada que conserva los mensajes sólo el tiempo justo pára que enveiezcan. Cuando un mensaje pertenece a una familia de mensajes envejecidos, suena a repetición, a sonido ya muy oido, y por lo tanto resulta algo inoportuno, en fin lo que un comunicólogo llamaría ruido. Triste destino tendrán la reconversión industrial, la reforma administrativa, la OTAN como protesta, el aborto como reivindicación, el espionaje que se muerde la cola. Sirvieron para llenar las primeras páginas de los diarios o los telediarios, y se fueron al limbo de las obviedades obsoletas, rnientras el voraz consumidor de realidades sorprendentes pide más y más y los que pueden generar noticias ya no saben que hacer para entretener al personal antes de que llegue el final de milenio y atravesemos otro espejo imaginario. La noticia, por ejemplo, de que Fraga se ha corhido a una periodista cruda o ' Felipe González se escapa de que todas las noches de la Moncioa para cantar fandangos en un colmado, duraría ¡res o cuatro horas en el escaparate, y luego,iría a la sección de saldos. Ni siquiera Alfonso Guerra de esmoquin, con un ramo de violetas, a las puertas de Downing Street pidiendo la mano de la Thatcher nos dura una semana. España ya es uno de esos países en losque nunca pasa nada.

Archivado En