El debate sobre la filtración de un secreto abre una crisis en los usos parlamentarios británicos

El caso de Clive Ponting, el funcionario del Ministerio de Defensa británico absuelto por un jurado del delito de violación de la ley de Secretos Oficiales, amenaza con convertirse en una crisis parlamentaria de imprevisibles consecuencias. Por primera vez en la historia parlamentaria británica, un líder de la oposición, el laborista Neil Kinnock, se ha negado de palabra y por escrito a creer una declaración oficial hecha en la Cámara de los Comunes por un jefe de Gobierno, en este caso la primera ministra conservadora, Margaret Thatcher, rompiendo con ello una tradición de siglos.

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El caso de Clive Ponting, el funcionario del Ministerio de Defensa británico absuelto por un jurado del delito de violación de la ley de Secretos Oficiales, amenaza con convertirse en una crisis parlamentaria de imprevisibles consecuencias. Por primera vez en la historia parlamentaria británica, un líder de la oposición, el laborista Neil Kinnock, se ha negado de palabra y por escrito a creer una declaración oficial hecha en la Cámara de los Comunes por un jefe de Gobierno, en este caso la primera ministra conservadora, Margaret Thatcher, rompiendo con ello una tradición de siglos.

De acuerdo con esta tradición, cuando un jefe de Gobierno da su palabra de honor sobre un hecho, el líder de la oposición se da por satisfecho. No en este caso. Durante el debate que siguió a la declaración del Gobierno sobre el procesamiento de Ponting, realizada por el fiscal general, sir Michael Havers, Margaret Thatcher negó nada menos que seis veces que hubíera tenido nada que ver en la decisión de procesar al funcionario del Ministerio de Defensa. Kinnock pronunció una frase que petrificó a la Cámara. Entre gritos por parte de los diputados conservadores de "¡Esto es un escándalo!", Kinnock manifestó, dirigiéndose a la señora Thatcher: "No la creo". A las repetidas peticiones de la primera ministra para -que se retractase y la pidiese perdón, Kinnock contestó manteniéndose en sus trece.La batalla parlamentaria no terminó con el fin del debate. La primera ministra, que no ocultó su indignación por el comportamiento de Kinnock, mandó dos cartas ayer a su oponente pidiendo de nuevo que se retractase. "La declaración de que el líder de la oposición no cree una manifestación hecha por la primera ministra ante el Pleno de la Cámara de los Comunes constituye la acusación más grave que se puede hacer. Su acusación carece completamente de fundamento. Si no la puede probar, y no puede, debo pedirle que la retire y pida perdón inmediatamente", decía la carta de Thatcher. "Mientras no se me ofrezca una explicación adecuada sobre la decisión de procesar al señor Poriting no pienso retirar mis palabras", fue la contestación, también por escrito, de Kinnock.

Segunda carta de Thatcher: "Le he manifestado, y así lo ha confirmado el fiscal general, que yo no tuve nada que ver con el procesamiento del señor Ponting. Usted ha manifestado que no'me cree. Un hombre de honor probaría [su acusación] o la retiraría. Usted no la ha probado y sé que no puede probarla. ¿Retirará su acusación?". La contestación de Kinnock se produjo en una declaración a la BBC, en la que manifestó que no era "suficiente" que la primera ministra declarase que estaba de vacaciones cuando se produjo el procesamiento de Ponting.

El dirigente liberal David Steel y el de los socialdemócratas, David Owen, han dirigido sendas cartas a Thatcher en las que aceptan su explicación de que no conoció el procesamiento de Ponting hasta después de producirse, pero piden que explique al Parlamento la actuación del secretario de Defensa, Michael Heseltine.

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