MEDIO AMBIENTE

El caballo de Atila

Las atronadoras 'motocross' ensordecen el campo y abrasan la tierra

El motocross es una de las peores plagas de nuestros montes y sierras. Los coches y las motos destrozan toda la vegetación que pisan, y su ruido y su humo impiden el disfrute de la naturaleza a los ciudadanos. Los sistemas naturales, que han evolucionado a lo largo de millones de años para soportar el pisoteo de los animales, las inundaciones, la sequía o los incendios, no están preparados para responder a una agresión tan violenta y desmedida. Los principales efectos de los vehículos a motor son la desaparición de la vegetación del prado o el bosque y la compactación del suelo. Este fe...

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El motocross es una de las peores plagas de nuestros montes y sierras. Los coches y las motos destrozan toda la vegetación que pisan, y su ruido y su humo impiden el disfrute de la naturaleza a los ciudadanos. Los sistemas naturales, que han evolucionado a lo largo de millones de años para soportar el pisoteo de los animales, las inundaciones, la sequía o los incendios, no están preparados para responder a una agresión tan violenta y desmedida. Los principales efectos de los vehículos a motor son la desaparición de la vegetación del prado o el bosque y la compactación del suelo. Este fenómeno es particularmente grave en áreas geográficas con clima árido o semiárido, como es el caso de nuestro país. En ocho o nueve años la densidad de plantas en áreas naturales transitadas por vehículos todo terreno se reduce entre un 40% y un 60%, quedando la vegetación prácticamente irreconocible. La acción de una rueda sobre el terreno empuja hacia atrás la capa superficial de tierra, teniendo un efecto abrasivo. La combinación de estos dos factores provoca el desmembramiento de los horizontes superficiales del suelo y la compactación del resto. De este modo disminuye la capacidad del suelo para absorber agua (unas 100 pasadas de rueda bajan a la mitad la tasa de infiltración) y, al llover, ésta escurre por encima y arrastra la arena suelta, iniciando un grave proceso erosivo.En las áreas naturales transitadas por vehículos a motor aparecen grietas y cárcavas, que canalizan el agua de lluvia y se van haciendo más anchas y más profundas con el tiempo. La rueda es, por tanto, una especie de caballo de Atila en el sentido más literal de la expresión: por donde pasa no vuelve a crecer la hierba. Basta darse una vuelta por el monte de El Pardo (imprudente y demagógicamente abierto a los automovilistas sin ningún tipo de restricciones) para darse cuenta de la gravedad del problema allí creado.

La degradación de la cubierta vegetal no es el único mal que producen los automóviles en el bosque. También está el ruido. Diversas experiencias con lagartos en América indican que éstos pierden reflejos auditivos y llegan a tener un 40% de sordera de forma permanente si se exponen al ruido de una motocicleta. Su delicado oído no ha evolucionado, desde luego, para soportar tal estruendo.

VACÍO LEGISLATIVO

A pesar del fuerte impacto de los vehículos sobre el medio, España carece de legislación al respecto, al contrario que Estados Unidos, que redactó una ley reguladora en 1972. Aquí los ecologistas han tenido que parar varias veces competiciones de motocross que tenían los permisos oficiales del Patrimonio Nacional para celebrarse ni más ni menos que en el pinar de Balsaín (La Granja). Con esos amigos tan permisivos, la naturaleza no necesita enemigos.

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