Tribuna:

Galerías

Ni una modesta manifestación callejera de protesta, ni un solo artículo rebosante de sana ira patriótica, ni siquiera ese pelmazo pliego con las firmas de rigor. Silencio total. No sólo reprivatizan Galerías Preciados, sino que venden tamaña institución simbólica a una empresa extranjera, venezolana, y nadie quiere aquí enterarse del nuevo atentado contra nuestra soberanía.Hay que reconocer que han elegido un excelente momento psicológico para la felonía, precisamente cuando los ingleses aceptan discutir a soberanía de Gibraltar. Una coinc¡dencia demasiado grosera. Lo diré ion idéntico acento ...

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Ni una modesta manifestación callejera de protesta, ni un solo artículo rebosante de sana ira patriótica, ni siquiera ese pelmazo pliego con las firmas de rigor. Silencio total. No sólo reprivatizan Galerías Preciados, sino que venden tamaña institución simbólica a una empresa extranjera, venezolana, y nadie quiere aquí enterarse del nuevo atentado contra nuestra soberanía.Hay que reconocer que han elegido un excelente momento psicológico para la felonía, precisamente cuando los ingleses aceptan discutir a soberanía de Gibraltar. Una coinc¡dencia demasiado grosera. Lo diré ion idéntico acento desgarrador que el más castizo y castigante de nuestros géneros literarios: me duele Galerías Preciados. Me duele bastante más Galerías que el Peñón. Sufro más el colonianismo velezolano de los grandes almacenes que la ocupación británica de la pequeña plaza. Que no me hablen entusiasmados de la posible recuperación de unos kilos de roca pelada cuando esa misma semana cedemos miles de metros cuadrados de planas para caballero, señora y niño, kilómetros de escaleras mecánicas, montañas de electrodomésticos e nfordomésticos, calles de la moda y in formidable conjunto de edificios rudamente iluminados y aluminiados que lograban el milagro de indiferenciar las autonomías duras de as blandas allí donde instaban sus grandes rebajas y sus hilos musicales.

Ahora que los de Galerías empezaban a tutearnos, cuando ese campechano y posmoderno de las vallas pretendía desmasificarnos; ahora van y, en lugar de asumir la racionalízación tuteadora, nos salen con la venezonalización voseante. El imperio que un día Pepín Fernández levantó con dinero caribeño, al Caribe regresa después del largo periplo aventurero: de aquellos estoicos mostradores habaneros en los que se fraguó la gesta de os indianos con leontina y haiga a estos mostradores barrocos en los que se fundó la religión del consumo. Que ésa es la cuestión de fondo: los grandes almacenes son las catedrales del siglo y como catedrales barrocas hay que mimarlos. Esta operación no pertenece al área financiera del Estado, sino al patrimonio artístico-religioso. Más que una reprivatización, lo de Galerías es una desamortización.

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