Tribuna:

Anchoas

Con la simbólica altanería que se suele atribuir al idioma norteamericano, no se cae a menudo en la cuenta de los costes a que está sometido su imperio. Cuando se recuerda a Valéry con su sentencia en francés: "Mi patria es el lenguaje" se ve inmediatamente a Paul, escueto, recién venido de la barbería, una camisa de algodón impoluta y la sala sin una mosca. Éste es el idioma al que se amaría más que a una dama, donde se puede recostar el cuello y pasan las palabras, sílaba a sílaba, como jades o dulces de fresa. ¿Qué ocurre, sin embargo, en Norteamérica con el inglés? Las metrópolis son las m...

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Con la simbólica altanería que se suele atribuir al idioma norteamericano, no se cae a menudo en la cuenta de los costes a que está sometido su imperio. Cuando se recuerda a Valéry con su sentencia en francés: "Mi patria es el lenguaje" se ve inmediatamente a Paul, escueto, recién venido de la barbería, una camisa de algodón impoluta y la sala sin una mosca. Éste es el idioma al que se amaría más que a una dama, donde se puede recostar el cuello y pasan las palabras, sílaba a sílaba, como jades o dulces de fresa. ¿Qué ocurre, sin embargo, en Norteamérica con el inglés? Las metrópolis son las metáforas de esa lengua. Esas ciudades donde se mete el zapato en la inmundicia antes de acercarse a un escaparate de brillantes, donde el perfume y el hedor consienten en una misma arquitectura y en las que al fin la atracción es un resultado sin diagnóstico. La antimedicina de la estética.Olvídense las academias nocturnas de los genitivos sajones, los presentes continuos y la explosión bidental. Esta lengua estamos haciéndola transitable todos cuantos venimos aquí y en complicidad con los norteamericanos. Ni una palabra de reproche, ni un respingo en las señoras cuando se pronuncia shit (mierda) en lugar de sheet (sábana), ni un aire de sorpresa cuando un tipo de Quatar decía nítidamente "anchoas" (I am show-ing you- us) al mostrarnos las fotograrias de su familia.

Efectivamente no se puede asegurar que entiendan en seguida lo que les decimos. Incluso es probable que no lleguen a entenderlo todavía, pero es notorio que han progresado mucho y siguen trabajando en ello diariamente. Cualquiera de los que se hayan reprochado su pronunciación o su vocabulario en otras áreas anglosajonas podrían experimentar aquí cuán injustos fueron con ellos mismos. Discutible error pasa a ser un asunto inasible y, en el extremo, un caso compartido. ¿Inglés? ¿Qué es el inglés en este territorio promiscuo donde se cruza el Atlántico con el Pacífico, el Caribe con las Indias, la emoción con la eficacia, la hierbabuena con las bolsas de basura perfumadas? Este inglés es un puerto sin horario. Sólo las patrias blasonan de su idioma.

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