Cartas al director

El deporte y la discriminación racial

Este verano, cuando lo de los Juegos Olímpicos, tuve que explicar a un sobrino -un sobrino educado en un colegio de pago, y con veranos en Irlanda- que Zola Budd había tenido que nacionalizarse británica para que la dejaran participar en unos juegos con los demás seres humanos, pues pertenecía a un país, Suráfrica, en el que una minoría de primitivos hombres blancos impide a todos los demás, que son negros, vivir como la gente.Mi sobrino no conocía este extraño fenómeno, lo mismo que tampoco lo conocía el telefonista de mi empresa, gran patriota y gran aficionado a los deportes (sobre todo, al...

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Este verano, cuando lo de los Juegos Olímpicos, tuve que explicar a un sobrino -un sobrino educado en un colegio de pago, y con veranos en Irlanda- que Zola Budd había tenido que nacionalizarse británica para que la dejaran participar en unos juegos con los demás seres humanos, pues pertenecía a un país, Suráfrica, en el que una minoría de primitivos hombres blancos impide a todos los demás, que son negros, vivir como la gente.Mi sobrino no conocía este extraño fenómeno, lo mismo que tampoco lo conocía el telefonista de mi empresa, gran patriota y gran aficionado a los deportes (sobre todo, al fútbol, como es de buena ley), que no veía nada de malo en que Severiano Ballesteros, Seve para los amigos y aficionados, fuese a jugar a Suráfrica, por la muy comprensible razón de que es el torneo mejor pagado del mundo.

Ni mi sobrino, ni el telefonista, ni Seve conocían por lo visto la existencia de la famosa lista negra de las Naciones Unidas, que procura señalar con el dedo -otra cosa no puede hacer- a aquellos deportistas que, al ir a Suráfrica, contribuyen a afianzar un régimen incalificable. Recordemos las Olimpiadas de Berlín, o los Mundiales de Argentina. Por lo visto, tampoco conocía esta lista nuestro encantador (literalmente encantador) Julio Iglesias, pues así lo dijo hace unos días, como publicó su periódico.

Por todo ello me alegro infinito, no sólo de la concesión del Nobel de la Paz al obispo surafricano negro Desmond Tutu, que procura hacer en su país lo que indica cualquier conciencia simplemente decente, sino de que EL PAIS le haya dedicado amplia información al asunto, con editorial incluido. Un editorial condenatorio del racismo, como debe ser.

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Y me alegro infinito, porque algo de esto estaba echando yo en falta. Nunca han dicho ustedes nada sobre el hecho de que Seve vaya a Suráfrica -lo que en un país más civilizado le costaría por lo menos una manifestación ante su hotel-, ni que lo haga Iglesias -aunque, en este caso, es más comprensible-.

Pero lo realmente grave es que tampoco dijeran ustedes absolutamente nada "en contra" del muy reciente vía e de Manuel Fraga a aquel país, ni que nadie replicara al espectacular artículo del llamado "jefe de la oposición" en otro periódico de Madrid, el pasado 19 de septiembre, en el que Fraga hablaba de "entender Suráfrica", de "sentido común y realismo", y de vender barcos y pescar peces surafricanos. Un artículo de apología del realracismo por el que a nadie se le movió un músculo. A nadie.-

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