La empresa pública en España

Las pérdidas de nunca acabar

El Instituto Nacional de Industria sigue pagando la factura de los años de la alegría

El Gobierno socialista, llegado al poder con el mayor apoyo electoral que un partido ha tenido en la España democrática, no ha resistido la tentación de emular a sus predecesores en el momento mismo en que ha visto que la cuenta de resultados del grupo INI (Instituto Nacional de Industria) no presentaba mejoras reales apreciables en sus primeros 20 meses de gestión. Y, tras un ensayo de aplicar políticas gradualistas donde quizá se requieren tratamientos de choque, se ha decidido por asumir directamente el coste político de enderezar una situación que el tiempo puede probar que cada día es más...

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El Gobierno socialista, llegado al poder con el mayor apoyo electoral que un partido ha tenido en la España democrática, no ha resistido la tentación de emular a sus predecesores en el momento mismo en que ha visto que la cuenta de resultados del grupo INI (Instituto Nacional de Industria) no presentaba mejoras reales apreciables en sus primeros 20 meses de gestión. Y, tras un ensayo de aplicar políticas gradualistas donde quizá se requieren tratamientos de choque, se ha decidido por asumir directamente el coste político de enderezar una situación que el tiempo puede probar que cada día es más irrecuperable.Aparentemente, la primera fase del INI bajo la égida socialista ha sido la de que un empresario identificara sus males y tratara de curarlos con los mejores medios de que dispone la ciencia incierta y difusa de la gestión. Pero cuando las pérdidas reales del grupo público se ha visto que aumentan si no se aplican criterios políticos claros y decididos, el Gobierno se ha decidido a entrar a saco en el holding con un hombre de indudable fe socialista al frente.

Si algo ha probado esta primera etapa es que el mal crónico del INI no se puede reducir a una simple cuestión de gestión. "En el INI existen empresas que fabrican cosas que el mercado no necesita, mucho más caras de lo que se pueden vender y en cantidades superiores a la demanda que existe", dijo una vez el primer presidente que los socialistas colocaron en el sillón presidencial del holding. Además, el INI está presente en casi todos los sectores de la actividad industrial donde menos se justifica la presencia del sector público, ni por razones estratégicas ni por razones sociales. Y además en sectores en crisis o sometidos a duros y costosos procesos de reconversión.

El INI tuvo unos resultados negativos globales de 107.100 millones de pesetas en 1981, que ascendieron a 137.091 millones en 1982, el último ejercicio gestionado, por los Gobiernos centristas, lo que supuso un incremento del 28,7% con respecto al año anterior. En 1983, las pérdidas aumentaron a 161.500 millones de pesetas, lo que a su vez significa un incremento del 17,1% con respecto al ejercicio precedente. En ese año, la aplicación de nuevos criterios contables, especialmente en lo que hace referencia a la fluctuación de cambio de moneda, hizo que se regularizaran 29.000 millones de pesetas, que se cargaron en términos negativos sobre la cuenta de resultados. También se repercutieron 30.000 millones de pesetas en los que se incrementaron las cargas financieras y, ya fuera de los resultados normales, se pasó al pasivo obra en curso (astilleros y bienes de equipo) por un importe de 34.091 millones de pesetas.

Todo esto, sin mencionar que entre 1979 y 1981 se aplicó una política de revaluación de activos fijos materiales que originó una plusvalía contable y ficticia de 325.000 millones de pesetas en el grupo en esos años, que pesará sobre sus resultados durante varios años, ya que se tendrá que proceder a una mayor amortización anual.

Congeladas las inversiones

Con todo, el esfuerzo de saneamiento realizado, que fue estimado por el último equipo del INI en unos 40.000 millones en cuanto a resultados ordinarios y en 34.000 millones respecto a extraordinarios durante el ejercicio de 1983, puede probar ser insuficiente para que los gestores actuales, sean del carácter político que sean, ofrezcan mejoras sustanciales en este o el próximo ejercicio.

Ante esta situación, resulta comprensible que el Plan de Actuación, Inversiones y Financiación para 1985 (conocido como PAIF en la jerga administrativa), haya decidido congelar todo tipo de inversión de expansión durante el próximo año y haya concentrado todo su esfuerzo financiero (un 82% de la inversión material) a sanear obra en curso y a mantenimiento. Prácticamente, todos los recursos económicos del INI en el próximo año (más de 260.000 millones de pesetas) irán a dotar de un equilibrio patrimonial e industrial apropiado a las empresas sometidas a procesos de reconversión, tanto del sector siderúrgico (Ensidesa, AHM, etcétera) como naval (AESA, Astano, etcétera), y las consideradas en crisis (Iberia, Seat, Bazán, Babcok, etcétera).

Una suma importante del resto del dinero disponible por el holding se destinará, en una cantidad superior a los 48.000 millones de pesetas, a posibilitar el saneamiento industrial de estas empresas, lo que se pretende hacer mediante cierres, reestructuraciones o ajustes en las plantillas.

Aunque el nuevo equipo que preside Luis Carlos Crossier no ha explicado aún de que manera procederá, resulta lógico deducir que la máxima prioridad del Gobierno será atajar las pérdidas allí donde se producen. En este sentido, los mayores esfuerzos pueden concentrarse en empresas como Seat e Iberia, cuyas pérdidas son de difícil justificación, aunque comprensibles si se miran desde el punto de vista de las piruetas contables realizadas en el pasado.

Seat e Iberia

El propio Crossier, en su etapa anterior como miembro del comité de gerencia del INI, hizo hincapié en el denominado agujero de Seat, próximo, en términos contables, a los 100.000 millones de pesetas. Todo indica ahora que Seat será la perla dorada del INI, donde el objetivo último es favorecer su saneamiento para proceder cuanto antes a su enajenación a una multinacional implantada en el mundo, posiblemente Wolskwagen. Otra compañía en candelero es Iberia, cuya entrada en beneficios pasa por la capitalización y por su funcionamiento como empresa estrictamente comercial, y no como un club de privilegiados.

Quedan, por último, las empresas en reconversión, donde cabe deducir que el INI se va a convertir en la mano ejecutora de una política industrial anunciada a bombo y platillo desde el Gobierno, pero todavía con un retraso considerable en cuanto a su ejecución. La batalla naval será, en esta línea, la continuación del fin de la resistencia saguntina, aunque queda por determinar si la voluntad gubernamental es más firme que la de la calle.

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