Cartas al director

Modos policiales

Me dirijo a usted con la intención de narrarle el siguiente hecho, que creo de particular, aunque también público interés: el día 15 de agosto, a las 20.10 horas, me asaltó, a la altura de la calle del Carmen, número 22, una pareja motorizada de la Policía Nacional: "Tienes con qué identificarte?". "Sí". "Ve depositando y sacando todo lo que lleves encima de la inoto". Rápidamente adopté una postura de defensa. Y de auténtico nerviosismo con mezcla de desconcierto. Así fueron transcurriendo los enormes 20 minutos que me retuvieron en la vía pública y con el corrillo de turno. Y no existía ning...

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Me dirijo a usted con la intención de narrarle el siguiente hecho, que creo de particular, aunque también público interés: el día 15 de agosto, a las 20.10 horas, me asaltó, a la altura de la calle del Carmen, número 22, una pareja motorizada de la Policía Nacional: "Tienes con qué identificarte?". "Sí". "Ve depositando y sacando todo lo que lleves encima de la inoto". Rápidamente adopté una postura de defensa. Y de auténtico nerviosismo con mezcla de desconcierto. Así fueron transcurriendo los enormes 20 minutos que me retuvieron en la vía pública y con el corrillo de turno. Y no existía ningún tipo de explicación.Empecé a identificarme verbalmente (aparte de la identificación burocrática de papeles a que me había sometido), aclarándoles: "Soy editor, hago libros, trabajo ahí mismo, en la Gran Vía"; les muestro, además, las llaves de la oficina, les digo mi costumbre de pasar todos los días dos veces al menos por el mismo lugar y que nos podemos acercar al quiosquero más cercano para preguntarle quién soy. (Deseo precisar que, a veces, me distribuyo mis libros personalmente.) Y a mi vez les preguntaba: "¿A qué se debe?, ¿es una cuestión de azar?, ¿creen que he hecho algo?, ¿es alguna denuncia?, ¿me pueden decir por qué?". Respuestas: "Ah, sí, ¡qué bien! No me digas. Claro, como vienes de trabajar (punteando la reticencia) y todo esto, ¿qué?, no, nada... sin comentarios...".

Y lo más duro es que desde el primer al último minuto no se en cuentra ningún tipo de calor humano, ni de buenas maneras. Todo es a base de "al` señor agente le has caído sospechoso y por supuesto está acostumbrado a no fallar en su dictamen"; de ahí que todas las fórmulas de trato son dirigidas a un culpable. (Todavía faltaban por verificar mis datos, y, mientras, su interfonillo seguía emitiendo bips-bips indescifrables.) Transcurridos los eternos 20 minutos y hechas las pertinentes averiguaciones, me soltaron un escueto y enérgico: "Te puedes marchar, y sin comentarios".

Como ciudadano me pregunto si, después de ser asiduo a esta zona durante casi 10 años y tras todas las explicaciones dadas (y las comprob aciones a que me sometieron escrupulosamente), y si encima de haber sido entretenimiento de los señores agentes y del público que espontáneamente se acercó, además de soportar la humillación a la que eres sometido (una vez vaciados los bolsillos tuve que subirme el jersei para que existiese credibilidad a mi autorregistro), díganme entonces si después de todo obtengo por respuesta: "Te puedes marchar, y sin comentarios", tengo, creo, todo el derecho de preguntarme:

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¿En dónde quedan los nuevos aires de esa institución y en dónde quedan las buenas formas? (Porque pienso que, aparte de ser policías nacionales, serán también ciudadanos españoles con una mínima cultura y una mínima educación.) Y, por supuesto, me sentí vejado. Y, por supuesto, asimismo, me vinieron recuerdos.

No obstante, a pesar de todo, todavía me falta pedirle a la institución representada por estos dos señores una contraprestación a la situación de vejamen bochornoso y absurdo padecida por un ciudadano durante los infinitos 20 minutos-

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