Editorial:

El fin de la Prensa pública

CON LA liquidación de la Prensa del Estado -suave, eufemismo que designaba los medios de comunicación de propiedad pública al servicio del Gobierno-, el Gabinete socialista ha dado un paso plausible en la consolidación de unos criterios de libertad de información homologables a los del resto de los países de Occidente. También ha contribuido a sanear la Hacienda Pública. Sería cínico por nuestra parte no reconocer estas cosas, pero no deben ser las únicas a analizar en un proceso que acaba ni más ni menos que con el cierre casi a traición y por la espalda de un diario de tanta solera como...

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CON LA liquidación de la Prensa del Estado -suave, eufemismo que designaba los medios de comunicación de propiedad pública al servicio del Gobierno-, el Gabinete socialista ha dado un paso plausible en la consolidación de unos criterios de libertad de información homologables a los del resto de los países de Occidente. También ha contribuido a sanear la Hacienda Pública. Sería cínico por nuestra parte no reconocer estas cosas, pero no deben ser las únicas a analizar en un proceso que acaba ni más ni menos que con el cierre casi a traición y por la espalda de un diario de tanta solera como Pueblo y con el saldo de que sólo uno de los medios de la cadena, Sur, ha sido adjudicado a sus redactores y trabajadores, que han resultado ser, además, quienes han pagado más alto precio por su periódico.Desde un punto de vista político, además, dos pequeños diarios locales, en Córdoba y Jaén, quedarán ligados a una empresa de hálito socialista, mientras que los más potentes de Valencia, Alicante y Oviedo han sido comprados por otra con tendencia a alinearse con las posiciones de la oposición fraguista. En Cantabria, la solución tomada ayer entrega el diario también al partido del Gobierno. A la compra de Alerta había optado también la sociedad editora de EL PAIS con una oferta 100 millones de pesetas más baja que la que ha obtenido la adjudicación. PRISA había decidido no acudir a ninguna de las subastas anteriores, la de Alerta incluida, por estimar que los precios y condiciones en que los diarios salían al mercado eran excesivos. Sólo ante el conocimiento de que Alerta podía cerrarse, dado que nadie había ofrecido el precio de licitación, y debido a vinculaciones personales de buen número de personas de esta empresa con Cantabria, decidió prestar eventualmente su ayuda para tratar de evitar el cierre del diario, cuya continuación está ahora asegurada.

El Gobierno ha venido soportando durante la liquidación de la cadena una campaña de sectores reaccionarios que le acusaban de querer entregar al marxismo y cosas por el estilo los medios del Estado. El balance es que han sido precisamente esos conspicuos denunciantes, o personas afines a ellos, los teóricamente más beneficiados por la liquidación. Decimos teóricamente, dado el elevado precio pagado por la mayoría de los títulos, que si bien resarcirá en algo las escuálidas arcas del Estado, pone en situación de más difícil rentabilidad o estabilidad económica a los medios.

Es lástima que un Gabinete de izquierda no se haya mostrado más imaginativo a la hora de resolver este problema. El PSOE ha pasado casi sin solución de continuidad de defender a voz en grito la onírica posibilidad de una Prensa institucional pagada por todos los ciudadanos a cancelar un diario cómo Pueblo de un plumazo. Todo indica que desde que subieron al poder los socialistas andan huérfanos de ideas en política de comunicación. De todas formas, hay muchas cosas positivas en las medidas adoptadas, y el reconocimiento de que no es posible una Prensa pública en un país de las estructuras políticas del nuestro merece el aplauso y el apoyo. Ojalá la linealidad de esta lógica que parece haber seguido el ministro de Cultura entrara en la sesera de los responsables de la televisión pública, tan decididos a servirse de ella como si fuera suya. También hay que elogiar el valor político del señor Solana al dar carpetazo a un tema que los otros Gobiernos de la transición no hicieron sino empeorar. Por lo demás, la desaparición de un medio de comunicación es siempre algo triste para la sociedad a la que pertenece. Quizá el cierre de Pueblo resultara necesario, pero no por eso es menos doloroso.

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