Cartas al director

Un congreso de filósofos jóvenes

Aunque no tan joven -quien esto escribe-, me he acercado en estos días, en Granada, a varias sesiones del Congreso de Filósofos Jóvenes. Al tener a mano la ocasión, me parecía de interés descubrir inquietudes, indicios de una nueva sensibilidad, figuras jóvenes que empiezan a abrirse camino... Creo que por ello es también de interés para la opinión pública recibir impresiones distintas de las crónicas oficiales.He podido, en efecto, descubrir más al vivo esfuerzos de búsqueda muy presentes en nuestro momento: caminos de reconstrucción del sentido -en ética y en estética-, dentro de la f...

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Aunque no tan joven -quien esto escribe-, me he acercado en estos días, en Granada, a varias sesiones del Congreso de Filósofos Jóvenes. Al tener a mano la ocasión, me parecía de interés descubrir inquietudes, indicios de una nueva sensibilidad, figuras jóvenes que empiezan a abrirse camino... Creo que por ello es también de interés para la opinión pública recibir impresiones distintas de las crónicas oficiales.He podido, en efecto, descubrir más al vivo esfuerzos de búsqueda muy presentes en nuestro momento: caminos de reconstrucción del sentido -en ética y en estética-, dentro de la fragmentariedad, los materiales de desecho, la desilusión y el nihilismo, sin que esto tenga que significar ningún sistematismo o totalización cerrada. Los ponentes no han sido las figuras consagradas del grupo, ausentes todas, sino profesores más jóvenes que inician sus primeras publicaciones. Los que tuve ocasión de oír me parecieron valiosos. No va en desdoro del conjunto el que apunte también algunas deficiencias que pude observar.

El pluralismo es uno de los dogmas más predicados por el grupo, pero no siempre parecen practicarlo. No parece que la autonomía total de lo humano, cerrándose a toda trascendencia, sea una aportación definitiva de la modernidad, como estableció con aplomo alguno de los ponentes: ni en la modernidad, ni menos en la crisis actual de la modernidad, puede anularse la legitimidad de una concepción del hombre abierta a la trascendencia, mucho más si es como gratuidad o liberación.

El grupo, aunque pluralista de profesión, parece seguir muy escorado hacia la escolástica freudomarxista -en la versión del estructuralismo francés- y neonietzscheana. Menos ya a la analítica británica (¿es más difícil?), y faltan otras tendencias, hoy muy vivas y valiosas. Se anunciaba un seminario sobre Niklas Luhmann: el concepto de sentido en Lulhmann y su aplicación a un poema de Bécquer. Despertó mi interés. Se expusieron, en efecto, algunas nociones de la filosofía de Luhmann, pero -con sorpresa- la aplicación fue enteramente desde las pautas del estructuralismo francés: un gato por liebre poco disimulado. En cuanto al otro seminario teórico, sobre Foucault y el sentido de la historia, no estaría mal que nuestra intelectualidad más filofrancesa pensara un poco el lema de Baudrillar: Olvidar a Foucault.

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En uno y otro seminario, el método fue cargadamente magisterial, impropio de un seminario. Tal vez lo llevara consigo el afán de abrir el congreso a niveles de estudiantes demasiado principiantes: ¿afán de público?, ¿afán de adoctrinamiento? Por el público y sus intervenciones se tenía la sensación de estar en un congreso de filósofos adolescentes. Hacía falta mucha buena voluntad para volver a una segunda sesión después de haber caído en la primera. Todo, menos lo que debe ser un congreso: un encuentro de profesionales, por más que jovenes...

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