Reportaje:

El Liliput bancario

Una docena de pequeños bancos, en su mayoría de origen familiar, lucha por mantener su independencia frente a los grandes del sector

El Banco Comercial Transatlántico, con una importante presencia en su capital del Deutsche Bank, y el Saudí Español, participado por capitales saudíes, constituyen las dos grandes excepciones de este pequeño subsector de la banca española, que se aferra con tesón a sus peculiares señas de identidad, intentando eludir las normas que aparentemente se han impuesto en su mundo a lo largo de los últimos años. No todos cuentan con una historia tan dilatada como el Banco Etchevarría de Betanzos, cuyos orígenes se remontan a 1717, cuando un antepasado de la actual familia propietaria colocó en la puer...

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El Banco Comercial Transatlántico, con una importante presencia en su capital del Deutsche Bank, y el Saudí Español, participado por capitales saudíes, constituyen las dos grandes excepciones de este pequeño subsector de la banca española, que se aferra con tesón a sus peculiares señas de identidad, intentando eludir las normas que aparentemente se han impuesto en su mundo a lo largo de los últimos años. No todos cuentan con una historia tan dilatada como el Banco Etchevarría de Betanzos, cuyos orígenes se remontan a 1717, cuando un antepasado de la actual familia propietaria colocó en la puerta de su casa una placa en la que se leía "Juan Etcheverry, Banquero". Pero incluso el Banco de la Pequeña y Mediana Empresa, el más Joven de todos ellos, que cuenta sólo cinco años de vida, busca mantener su independencia, inspirada por la fuerte personalidad de uno de sus promotores, el catedrático de Economía Política de la Universidad de Barcelona José Jané Solá, y a pesar de su pequeño tamaño -representa el 0,07% del mercado bancario nacional- pugna por mantener sus propias señas de identidad en base a una estructura bastante equilibrada en la que predominan las operaciones a medio plazo.Bancos de familia

A pesar de que el objetivo de "supervivencia en libertad" puede resultarles aplicable a casi todos, existen algunas diferencias sustanciales entre estos pequeños de la banca, aparte de los que presentan participación extranjera. Están por una parte los clásicos, los de toda la vida, donde los herederos del fundador se mezclan y entrecruzan. en el consejo de administración, niveles de dirección, y áreas de gestión, dando lugar a un peculiar entramado de apellidos próximos, donde primos, tíos, sobrinos, hijos, padres y hermanos aparecen ocupando prácticamente todos los puestos de estas entidades. Estos bancos acostumbran a aparecer anclados en el pretérito, y hoy son activos agentes en el mercado interbancario, ante las dificultades por encontrar destinatarios para sus fondos con posibilidades de ofrecer rentabilidades similares a las que hoy ofrecen los activos monetarios, que a la vez ofrecen unas cuotas de garantía prácticamente impensables en ninguna otra inversión a la que puedan acceder.

Su propia pequeñez se ha constituido en su mejor seguro de vida al no resultar excesivamente apetitosos para los grandes tiburones del sector. El momento más difícil lo pasaron a finales de la década de los cincuenta y durante los felices sesenta, cuando la supervivencia del statu quo bancario hacía que una ficha de banco inscrita en el Registro de Bancos y Banqueros tuviera un incalculable valor, tanto para aquellas entidades que querían acelerar sus ritmos de expansión como para quienes al calor de la opulencia de la época querían acceder a la condición de banqueros.

Hay que remontarse a las gran des crisis de principios de siglo para encontrar un número seme Jante de bancos desaparecidos como los que se dieron en aquellos años. El Sindicato de Banquero de Barcelona, el Banco Simeón, el Etcheverría, el Perfecto Castro Canosa y la Banca Pueyo consiguieron arribar a puerto tras la borrasca compradora en la que habían sucumbido la mayor parte de sus compañeros. Junto a ellos es taba el Banco Comercial Transatlántico, constituido en 1951, pero este era un caso distinto, participado por capitales alemanes y cuyo objetivo había sido la canalización de fondos hacia un país como España, cuya economía debía de comenzar a ponerse en marcha pocos años después del nacimiento de la entidad.

El 'boom' de los 70

Con el inicio de la pasada década se dulcificaron las condiciones de expansión bancaria, y se inició un tímido proceso de apertura para la constitución de nuevo bancos. Aunque con el tiempo una parte significativa de las entidades creadas en esta época terminaron enfilando procesos muy complicados que desembocaron en situaciones de quiebra o similares, varios de los integrantes actuales de este país de Liliput bancario se constituyeron en aquella época.

Este es el caso del Banco de Finanzas, con una fortísima vinculación a los negocios industriales de la familia Fierro; el Industrial de Guipúzcoa, entre cuyos más activos promotores figuró el empresario donostiarra Juan Alkorta Maíz; el Industrial del Tajo, ligado a Feliciano Barrera, un industrial gallego que ha desplegado su actividad en sectores tan diversos como la hostelería, la cerámica o la fabricación de muebles en los lindes de las provincias de Madrid y Toledo; el Banco de la Pequeña y Mediana Empresa, quizá el más profesionalizado en sus orígenes y cuya vocación declarada a las PYME le hace presentar algunas peculiaridades concretas; el Banco de Europa, el Banco de Ferrer Salat, es otro de los que nacieron en esta época y ha tenido un desarrollo más rápido, posiblemente basado en el importante capital que presenta para su tamaño - 1.800 millones de pesetas-, aunque sus beneficios no dejan de resultar discretos. El Banco Saudí Español es el último de estos casos; fue constituido en 1979 en base a capitales de aquella nacionalidad.

El futuro de estas entidades, al igual que sus orígenes y sus características actuales, no resulta uniforme. Actualmente los más pequeños han perdido una parte importante de su papel estratégico, al ser necesario proceder a realizar fuertes aumentos de capital para poder ampliar la red escuálida comercial de estos bancos. En este sentido, el interés de las entidades extranjeras instaladas en España, y que persiguen con la adquisición de bancos nacionales poder sortear las limitaciones para su expansión que impone la legislación vigente, han fijado sus ojos sólo en aquellos de los miembros de este miniclub que tienen una dimensión superior. Hace pocas semanas saltó a la actualidad el interés del National Westminster por el Banco Simeón. Esta es la segunda entidad por su tamaño de este grupo. Su cuota de mercado es de un 0,32% del total de la banca, detrás del 0,54% del Comercial Trasatlántico. Tiene algo más de una treintena de sucursales, y su capital a 31 de diciembre pasado se situaba en 2.014 millones de pesetas, a los que habría que sumar casi 1.500 de reservas, para llegar a la suma de sus fondos propios.

El Simeón es uno de los representantes más clásicos de los supervivientes del terremoto bancario nacional. Fundado en 1857 a partir de unos almacenes textiles de venta al por mayor que operaban en Galicia, su capital se ha ido transmitiendo de generación en generación y hoy los herederos de los fundadores continúan manteniendo un porcentaje muy importante del capital de la entidad, que les permite mantener desde hace años un curioso sistema de democracia interna, por el cual primos y hermanos se turnan anualmente en la presidencia del banco.

Especializarse o morir

Claro que mucho más curioso resulta el caso de la Banca Pueyo, con domicilio social en Villanueva de la Serena, provincia de Badajoz. Un capital de 40 millones de pesetas a finales del año pasado y unas reservas de otros 213 millones sirven de soporte a esta entidad, que contaba con nueve oficinas y cuyo consejo de administración y órganos directivos estaban compuestos por una madre, Petra Cortijo Álvarez, y sus cuatro hijos, los del matrimonio Pueyo Cortijo.En la búsqueda de soluciones para su negocio, esta entidad ha encontrado en el mercado interbancario un campo idóneo para optimizar sus inversiones. Según se aseguraba en círculos financieros, esta entidad habría estado actuando como activa prestamista en este mercado en los últimos tiempos, con volúmenes de dinero que se aproximarían a los 1.000 millones de pesetas. Sus depósitos de clientes no alcanzan los 4.000 millones. Parece que ha optado por convertirse en una oficina de colocación de dinero. Es una solución dentro del mundo de la especialización al que parecen abocadas las entidades de menor tamaño. El minúsculo Perfecto Castro Canosa, con domicilio en la localidad coruñesa de Cee y sólo cuatro oficinas, parece caminar por un sendero paralelo.

No obstante, la supervivencia dentro de un mundo como es el bancario, cada vez más competitivo y donde los grandes olfatean cualquier parcela de negocio llegando hasta a ella sin sentirse en absoluto menoscabados por pequeña que sea, añade unas gotas de incógnita al cóctel del futuro de estos pequeños bancos. Los de más reciente creación, que operan en grandes áreas urbanas, son los que se encuentran con mayores problemas para conseguir rendimientos aceptables, ya que tienen los capitales sociales más altos. Rumores sobre su integración en grupos mayores corren a diario, pero el problema, aparte de los intereses personales que puedan mover en algunos casos a sus administradores, está en el precio que se establecería para llegar a un acuerdo. Objetivamente parecen entidades sanas, lo que les hace ser caros, pero ¿para qué quiere una gran organización 4, 5 ó 10 nuevas sucursales?

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