Tribuna:

La huida

Para nosotros la hipocresía era una suave forma de resistir, pero este valor también ha caído en desuso, así que la nuestra es ya una generación definitivamente quemada. Hoy los adolescentes exhiben su naturalismo de ternera como un método de agresión. Entre los jóvenes se ha puesto de moda no mentir, y si bien frente a ello, hasta hace poco, aún cabía el recurso desesperado de¡ cinismo, ahora nuestra generación contempla con espanto que no puede luchar contra esta clase de impudor. Nada hay más patético que un hombre de cuarenta y tantos años, antiguo progresista de mayo, sentado ante un plat...

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Para nosotros la hipocresía era una suave forma de resistir, pero este valor también ha caído en desuso, así que la nuestra es ya una generación definitivamente quemada. Hoy los adolescentes exhiben su naturalismo de ternera como un método de agresión. Entre los jóvenes se ha puesto de moda no mentir, y si bien frente a ello, hasta hace poco, aún cabía el recurso desesperado de¡ cinismo, ahora nuestra generación contempla con espanto que no puede luchar contra esta clase de impudor. Nada hay más patético que un hombre de cuarenta y tantos años, antiguo progresista de mayo, sentado ante un plato de fideos. Sus hijos le dicen siempre la verdad. La mujer se ha liberado. En este momento está preparando las maletas para largarse con un psiquiatra de Uruguay.¿Qué ha sido de aquel muchacho? Se educó en un colegio de curas durante la autarquía y su alma era una cebolla cerrada cuyas sucesivas capas el padre prefecto exploró con dedos manchados de nicotina. No se puede creer que fuera un tipo despreciable. Luchó solo en medio del silencio. Salió indemne del primer terror al infierno. Dio el estirón de la pubertad flanqueado por el demonio y el ángel de la guarda. Nunca tuvo un maestro fiable. Leyó las Rimas de Bécquer en el retrete. Penetró en la cultura a través de traducciones argentinas. Descubrió Europa con un macuto. Luchó por la libertad. Tal vez permaneció un semestre en la cárcel. Cuanto hay de moderno en este país se debe a gente como él. Con la barba en ristre realizó el gran desembarco de la democracia, e incluso hubo un tiempo en el que fue feliz con el botín de la nueva estética. Pero este hombre no ha sabido dar el último paso y hoy se siente desbordado por esa terrible juventud que no miente, por esas mujeres que le agreden con su liberad, por unas circunstancias que le fuerzan a vivir sincera e impunemente. Este hombre sólo busca huir de la propia naturalidad. Desarmado de la hipocresía o del cinismo, le queda el refugio de la infancia, aquel barranco perfumado de lentisco y jengibre, el jardín derribado con una alberca de campanillas moradas. Para nuestra generación la vida se ha vuelto muy dura. Todos dicen la verdad.

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