"El Rastro, foco de peligro colectivo y ventas ilegales

El ayuntamiento estudia una posible regulación del famoso mercado callejero de Madrid

Desde que el Cojo y el Chato se hicieron ricos en el Rastro, no hace muchos años, hasta hoy, el ambiente del famoso mercado ha cambiado tanto que el ayuntamiento estudia la posibilidad de regular de alguna forma esta venta callejera "para poner fin al caos en que está en la actualidad", según dice Benito Martín, presidente de la junta municipal del distrito Centro. Inaccesible a los servicios de socorro y policiales, es tanto un foco de peligro colectivo como de ventas de artículos robados o de dudosa salubridad. Espacio comercial invadido por vendedores incontrolados, el Rastro será también o...

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Desde que el Cojo y el Chato se hicieron ricos en el Rastro, no hace muchos años, hasta hoy, el ambiente del famoso mercado ha cambiado tanto que el ayuntamiento estudia la posibilidad de regular de alguna forma esta venta callejera "para poner fin al caos en que está en la actualidad", según dice Benito Martín, presidente de la junta municipal del distrito Centro. Inaccesible a los servicios de socorro y policiales, es tanto un foco de peligro colectivo como de ventas de artículos robados o de dudosa salubridad. Espacio comercial invadido por vendedores incontrolados, el Rastro será también objeto de debate en unas próximas jornadas ciudadanas.

Hubo un tiempo, desde hace más de 80 años hasta 7 o 10 años atrás, en que los traperos y otros comerciantes ambulantes acudían a la Ribera de Curtidores y otras calles adyacentes a vender sus mercancías. Tenían un cartón municipal que les autorizaba a ello y por el que pagaban una tasa anual que hoy se cifra en unas 40.000 pesetas. Iban todos los domingos, o casi todos, y se ajustaban a unas reglas aceptadas por todos aunque no estuvieran escritas: el puesto se cogía de madrugada. Esta especie de ley obligaba a los vendedores fijos, o de cartón, a elegir y defender su puesto desde última hora de la noche del sábado, pero bastaba con situar una piedra o un cajón en el lugar señalado para que el territorio se respetara. Los advenedizos, vendedores ocasionales, sin cartón, empezaron a proliferar a finales de los; años sesenta y principio de los setenta, y las reglas empezaron a ser transgredidas. Dos hombres, el Cojo y el Chato, se encargaron entonces de hacer respetar el tradicional sistema. Desde temprana hora hacían la calle suya y cobraban a los fijos por guardar los puestos elegidos. A veces aquellos hombres tenían que enfrentarse a quienes quisieran apoderarse de tales puestos sin corresponderles. "El Cojo y el Chato se hicieron ricos, y uno de ellos hasta se compró un camión", recuerda Benito Martín, presidente de la junta municipal del distrito Centro, al que pertenece el Rastro. "Hace unos siete o 10 años que las cosas se empezaron a desbordar", dice Benito Martín. "Llevo viviendo en el Rastro 64 años, desde que nací, y aquí moriré", añade. "Hay que regular el Rastro. Nada de reconvertirlo; conservar su forma tradicional, pero evitar el caos en que está en la actualidad", subraya.

Jornadas vecinales para debate

A mediados del presente mes de marzo se celebrarán unas jornadas de información y debate sobre el Rastro, organizadas por la junta municipal del distrito Centro, al que pertenece el famoso mercadillo madrileño. Seguidamente, la junta propondrá al Ayuntamiento de Madrid un plan de regulación de las actividades del Rastro "para evitar el caos actual", según precisa Benito Martín.El Rastro es hoy día, entre otras cosas, un foco de peligro colectivo, según indica Benito Martín, en base a los datos de que dispone. El presidente de la junta municipal de Centro recuerda cómo hace unos años un hombre que se puso enfermo en las inmediaciones del Rastro ingresó muerto en la casa de socorro de Arganzuela, en pleno corazón de este mercado, porque la ambulancia tardó "infinidad de tiempo" en atravesar el escaso número de calles que tuvo que recorrer para transportar al paciente. Y señala que esta situación ha empeorado: "Ahora es que ni siquiera dejan que pase". Y para reforzar sus palabras cuenta cómo un grupo de vendedores, "capitaneado por una mujer que es tremenda", estuvo a punto de volcar una ambulancia y cómo tiraron a un enfermo por el suelo, con camilla incluida, hace un par de años.

Recientemente, unas semanas atrás, él mismo ha sufrido en su persona las consecuencias de la "congestión que se produce durante los fines de semana". Benito Martín no pudo regresar a su casa en la plaza del General Vara de Rey, hasta el lunes siguiente al sábado en que fue dado de alta hospitalaria, tras su internamiento en un centro sanitario. "Es que no hay un coche que pueda pasar por aquí en sábado o domingo. Y ahora mismo no hay forma de evitarlo, porque los vendedores se ponen en medio y no respetan ni a los policías".

El presidente de la junta municipal de Centro señala que en los fines de semana el peligro colectivo del Rastro tiene dos vertientes principales: "El gentío provocaría una catástrofe en caso de desatarse un momento de pánico, y al mismo tiempo, impide cualquier tipo de acceso de socorro". En este sentido se presenta como totalmente inoperante la casa de socorro de Arganzuela, que, si bien el ayuntamiento va a suprimirla mantendría en el local un servicio de urgencia los fines de semana.

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El plan de regulación del Rastro intentará, entre otros aspectos, "dejar el número de puestos adecuados para que las calles sean cómodamente transitables por las personas y aptas para el paso de vehículos". Y añade: "Hay que acabar con esta proliferación de vendedores domingueros, que han inundado calles que jamás han sido el Rastro, como las de Santana, Bartero y Duque de Alba, que extienden el Rastro actual hasta Progreso, en un incontrolado alargamiento de los límites".

El plan no está escrito todavía. "Lo tengo muy claro aquí", dice Benito Martín, y se toca la cabeza. "Y además", añade, "estamos pendientes de celebrar unas jornadas de información y debate sobre el tema". Estas jornadas se desarrollarán a mediados del presente mes, y en ellas está prevista la participación de comerciantes del Rastro, asociaciones de vecinos "y todo el que quiera", apunta Benito Martín. A las mismas deberán presentarse ponencias, de cuya discusión saldrán recomendaciones para completar el proyecto que pretende la junta municipal de Centro.

El crecimiento del Rastro, "anormal e incontrolado", según el presidente de la junta municipal de Centro, no afecta sólo a los domíngos, sino a varios días de la semana. Cuenta que, por ejemplo, en la plaza del General Vara de Rey "era habitual encontrar gangas". Los comerciantes del barrio y algunos otros vendedores fijos -"y con su cartón municipal al día"- sacan allí muchos artículos muy baratos para renovar sus establecimientos de mercancía. "Lo malo", dice Benito Martín, "son los trashumantes". Y se refiere a vendedores procedentes de Portugal, del sur español, de Zamora o Salamanca, "que han invadido esta plaza y se ponen en ella desde el jueves con sus grandes cochesfurgoneta, donde viven, y ponen a la venta mercancías deplorables, como las antigüedades, que dicen que son antiguas porque están carcomidas". Y estos trashumantes, según las observaciones municipales, "dejan la plaza perdida de suciedad, porque allí hacen por las noches sus necesidades y tiran sus desperdicios".

La mayoría de estos comerciantes están en la Ribera de Curtidores, principal eje del Rastro. "Aquí han crecido los vendedores domingueros como seta:s, y lo que pretendemos es que los que quieran quedarse, que se queden, pero con el cartón y según la regulación que se establezca", argumenta el presidente de la junta municipal.

La evolución del Rastro en los últimos 10 años no sólo se manifiesta en el mencionado incremento de la masa de vendedores, sino en los artículos con los que se comercia. "Hay infinidad de puestos de alimentos, bocadillos, chucherías, que carecen de garantías higiénico-sanitarias, así como el Rastro ha incrementado notablemente su calidad de núcleo de distribución de objetos robados y de droga".

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