Mendigos

Su editorial del día 19 de enero, Mendigos, es estupendo. Sin embargo, no emplearía yo ese calificativo para los tañedores de instrumentos.Escribo bajo la impresión que ayer tarde me causaron dos de estos músicos callejeros. Eran dos hombres mayores, serios. Había una infinita tristeza en su rostro. Con un violín y un acordeón interpretaban, no sé si bien, pero con gran sentimiento, un precioso, melódico, nostálgico y ya olvidado tango. Las gentes pasábamos presurosas, pero aquellas notas transformaron aquel trozo de calle.

Creo que aquellos dos hombres se ganaban decorosamente l...

Su editorial del día 19 de enero, Mendigos, es estupendo. Sin embargo, no emplearía yo ese calificativo para los tañedores de instrumentos.Escribo bajo la impresión que ayer tarde me causaron dos de estos músicos callejeros. Eran dos hombres mayores, serios. Había una infinita tristeza en su rostro. Con un violín y un acordeón interpretaban, no sé si bien, pero con gran sentimiento, un precioso, melódico, nostálgico y ya olvidado tango. Las gentes pasábamos presurosas, pero aquellas notas transformaron aquel trozo de calle.

Creo que aquellos dos hombres se ganaban decorosamente las monedas, bien escasas por cierto, que algunos dejábamos caer. Quizá peque de ingenua, pero puede que si les hubiera dicho que tocaban muy bien su tarde hubiera sido menos gris. Pero no lo hice, por ese extraño pudor que tenemos los españoles de expresar nuestros sentimientos, al parecer blandengues. Me volví a casa por que, súbitamente, las compras que iba a hacer me parecieron fútiles, tontas.

Estos músicos de a pie, que tocan en la calle o en el metro, de todas las edades y para todos los gustos, con el rock que nos alegra, el tango que nos entristece o la salsa que nos pone como retozones, nos devuelven con creces lo poco que les damos. /