El Papa y el hombre que intentó asesinarle, el turco Alí Agca, conversaron durante 21 minutos en la cárcel romana de Rebibbia

El papa Juan Pablo II se reunió ayer en la cárcel romana de Rebibbia con el hombre que intentó acabar con su vida, el terrorista turco Alí Agca. El coloquio se desarrolló en la celda blindada del condenado a cadena perpetua. Nadie más estuvo presente. Los dos hablaron en voz baja, "como si se estuvieran confesando", comentó Don Pastore, vicedirector de la sala de prensa del Vaticano. El Papa visitó también a 400 presos elegidos por sorteo entre los 1.500 que ocupan las celdas de la cárcel de Rebibbia.

La puerta de la celda quedó abierta por motivos de seguridad, pero el séquito del Papa...

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El papa Juan Pablo II se reunió ayer en la cárcel romana de Rebibbia con el hombre que intentó acabar con su vida, el terrorista turco Alí Agca. El coloquio se desarrolló en la celda blindada del condenado a cadena perpetua. Nadie más estuvo presente. Los dos hablaron en voz baja, "como si se estuvieran confesando", comentó Don Pastore, vicedirector de la sala de prensa del Vaticano. El Papa visitó también a 400 presos elegidos por sorteo entre los 1.500 que ocupan las celdas de la cárcel de Rebibbia.

La puerta de la celda quedó abierta por motivos de seguridad, pero el séquito del Papa, que esperó en el pasillo, no pudo oír ni una sola palabra de la conversación. Sólo se supo posteriormente que el Papa y Alí Agca hablaron en italiano y que el encuentro había sido solicitado por Juan Pablo II, pero advirtiendo que se sondearan antes los deseos de su agresor, quien respondió enseguida afirmativamente. Alí Agca sólo puso como condición que el coloquio debería durar por lo menos 20 minutos, ya que deseaba, dijo al capellán de la cárcel, aprovechar la ocasión para decirle muchas cosas al Papa". Y así fue. La conversación duró exactamente 21 minutos, de los que más de dos tercios empleó Alí Agca, vestido con jersey azul, pantalones vaqueros y calzado deportivo.Terminado el encuentro, el Papa se negó a revelar el contenido de la conversación, por sentirse obligado, según dijo, "a respetar los secretos de una persona". Juan Pablo II sólo confirmó que su agresor le había manifestado su arrepentimiento por haber atentado contra su vida el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro.

El pontífice añadió que "he hablado con él como se habla con un hermano, a quien yo he perdonado, y que hoy goza de mi confianza", aunque no quiso precisar si había dado o no la bendición al terrorista musulmán turco.

Sólo al final del encuentro se permitió al fotógrafo vaticano y a la televisión captar algunas imágenes, para lo que también hubo que contar previamente con el visto bueno del detenido. En el momento de la despedida, cuando el Papa se puso de pie, Alí Agca se arrodilló y le besó el. anillo pastoral.

Un musulmán

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Alguien quiso interpretar este gesto como el de un musulmán convertido al cristianismo, y hasta se había difundido antes la noticia en Roma de que Alí Agca quería aprovechar la visita del Papa a la cárcel para que lo bautizase.

Pero lo cierto es que el capellán de la cárcel, Dante Mele, confirmó ayer a EL PAIS que, pocos días antes de la visita del Papa, el terrorista turco le había confirmado que, "como usted sabe, yo soy un no creyente, pero recibo igualmente con gran emoción la visita del Papa". Según su propio relato, el capellán preguntó: "¿Y si Dios lo iluminara?". Alí Agca respondió: "Si así fuera, lo aceptaría, pero ahora no lo sé".

Antes del encuentro histórico del Papa con su agresor, que había arrastrado hasta Roma en las fiestas de Navidad a periodistas de diversos países, el Papa se había entretenido con 400 detenidos elegidos por sorteo entre los 1.500 de la moderna cárcel de Rebibbia. A ellos el Papa les dirigió un discurso, durante una liturgia de la Palabra, en el cual se dirigió también a todos los presos del mundo. Había de todo: delincuentes comunes, brigatistas rojos (algunos de ellos condenados por el secuestro y asesinado de Aldo Moro), extremistas neofascistas, drogadictos y mafiosos.

El Papa quiso saludarlos uno por uno. Se registraron escenas de profunda humanidad y gran emoción. Algunos presos se echaron a llorar. Otros no pudieron contenerse y abrazaron y besaron al Papa. Otros se limitaron a darle la mano. Muchos quisieron hablarle al oído o entregarle cartas. "En nuestra humildad y soledad, en recuerdo de un día feliz" fue la frase que los presos esculpieron en una placa de oro que regalaron como recuerdo al Papa.

En nombre de todos los reclusos habló un detenido político de la extrema izquierda, Luca Onesti, de 25 años, quien dijo: "Para nosotros éste será un día distinto, un día que cada uno llevará grabado entre los recuerdos más íntimos. No podemos no estar de algún modo emocionados".

Y además de la placa de oro, los presos regalaron a Juan Pablo II una barca construida por ellos con 5.000 cerillas. Un detenido ex musulmán, que acaba de convertirse en la cárcel al cristianismo, le regaló personalmente un crucifijo hecho también con cerillas.

En su discurso, el Papa abogó para que el sistema carcelario mejore cada vez más rápidamente "hacia una situación de mayor respeto de los derechos de la dignidad de la persona humana".

Recordándoles el mensaje cristiano de la "liberación de las pasiones", Juan Pablo II dijo a los detenidos que la verdadera liberación consiste "en un cambio radical del espíritu, que sólo la gracia de Cristo puede realizar". El Papa regaló a Alí Agca una cajita blanca que debía contener un rosario o una medalla del Pontificado, y a cada uno de los 1.500 presos un rosario y un panettone, el clásico dulce italiano de Navidad.

¿Algo más que una acción pastoral?

El encuentro del papa con Alí Agca ha hecho pensar a muchos observadores que el gesto, pedido por el Papa, podría ser algo más que una acción pastoral y puramente espiritual. En primer lugar se piensa en la historia, aun no resuelta, de la misteriosa desaparición de la joven ciudadana vaticana Emanuela Orlandi. Precisamente Juan Pablo II la víspera de Navidad se presentó en casa de los padres de la secuestrada para .confortarles en estas fechas tan familiares", dijo L'Obsservatore Romano comentando la noticia.Pero es difícil no relacionar dicha visita con el encuentro que el Papa iba a tener tres días más tarde con quien atentó contra su vida, Alí Agca, si se tiene en cuenta que una de las condiciones que habían puesto los presuntos secuestradores para liberar a la joven Emanuela era que el Papa dijera públicamente que el terrorista turco era una persona que "poseía sentimientos humanos".

De hecho, ayer el Papa, respondiendo a un periodista, dijo que su agresor era para él "un hermano" que "gozaba de su confianza". ¿Podría tratarse de una tentativa desesperada de poder aún salvar lo insalvable? ¿Habrán hablado de este asunto el papa y Alí Agca? Hay quien asegura maliciosamente que eso hoy lo podrán saber sólo los servicios secretos, pues piensan que es difícil que el coloquio no haya sido registrado.

Y junto con el problema de Emanuela, está la de la famosa pista búlgara del atentado al Papa. En la cárcel, Juan Pablo II tenía que haberse encontrado ayer con el diplomático búlgaro Serghej Antonov, acusado de haber sido quien había preparado el atentado. Pero, significativamente, Antonov "por motivos de salud" fue puesto en "detención domiciliar" días antes de la llegada del papa. Para algunos se ha tratado del primer paso para liberar definitivamente al diplomático búlgaro, desmintiendo así las acusaciones del terrorista turco. Pero el asunto es delicado porque Alí Agca continúa acusando a Antonov. ¿Qué hablaron de esto el Papa y Agcar? Ayer, de Bulgaria, llegaron noticias alarmantes de que alguien estaría tramando el asesinato de Antonov, y piden para él mayor vigilancia. Y hay quien piensa al revés, que el búlgaro acabará huyendo. ¿Qué peso podrá tener en todo este asunto el largo coloquio entre el papa polaco y Alí Agca? Hay muchos que piensan que de los aspectos más profundos de la visita en realidad se sabe poco o nada.

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