Tribuna

La aviación y el error humano

Mientras se siguen manejando al través de los medios informativos las más diversas teorías que expliquen la catástrofe de Avianca, no hay, por el momento, un dictamen oficial definitivo. Aumentan claramente los testimonios que van reduciendo casi totalmente la posibilidad de un fallo técnico, a la vez que atribuyen la catástrofe a errores de la tripulación.Mientras tanto, el público es ametrallado con profusión de teorías indocumentadas, inoportunas, oprobiosas, a veces técnicamente ridículas e incluso estrafalarias. Otras, injuriosas como la siguiente afirmación de un conocido periódico de ay...

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Mientras se siguen manejando al través de los medios informativos las más diversas teorías que expliquen la catástrofe de Avianca, no hay, por el momento, un dictamen oficial definitivo. Aumentan claramente los testimonios que van reduciendo casi totalmente la posibilidad de un fallo técnico, a la vez que atribuyen la catástrofe a errores de la tripulación.Mientras tanto, el público es ametrallado con profusión de teorías indocumentadas, inoportunas, oprobiosas, a veces técnicamente ridículas e incluso estrafalarias. Otras, injuriosas como la siguiente afirmación de un conocido periódico de ayer: "Hay que añadir también que es posible que la tripulación del avión no estuviera familiarizada con una variante del sistema VASI". Sugiriendo ignorancia del piloto sobre un elemental sistema luminoso, sin advertir en el subtítulo de la crónica su propia agnosia al escribir "el borde de Madrid" en lugar de "el VOR de Madrid". El lunes 28, un rotativo de la capital afirmaba en la primera página, bajo letras de 35 milímetros de altura, y atribuyendo la estupefaciente declaración a "un comandante de jumbo", que "este tipo de avión no debe ir nunca a menos de 300 metros de altura, ya que al más mínimo incidente el aparato caería al suelo". Y páginas más adelante deja creer a sus aterrados lectores que la presión interior de la cabina de un avión puede crecer hasta extremos que hagan posible una explosión, si el comandante bruscamente -aumenta -mete gases (sic)- el empuje de sus turbinas.

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Es verdad que la mayoría de los accidentes aéreos se produce por fallos humanos, pero es infrecuente que éstos ocurran, y las estadísticas así lo demuestran. Fallo humano que, en caso de producirse el accidente, generalmente ha sido cometido por la tripulación, aunque casos ha habido en que un accidente aéreo se ha producido por errores de fabricación, mantenimiento o control de tráfico aéreo. O catástrofes aéreas por sabotaje, también un error, en este caso en el perturbado cerebro del asesino.

El avión es el medio de transporte más seguro del mundo. El piloto de línea es un profesional muy cuidadosamente seleccionado y adiestrado durante toda su vida aeronáutica. Conoce todos los dispositivos y sistemas que se han inventado hasta el día anteríor para su avión, en su país y en el resto del mundo. Su mente es capaz de admitir simultáneamente centenares de estímulos e informaciones técnicas, y procesarlas adecuadamente, a veces en segundos, a la vez que su criterio y formación le conducen habitualmente a tomar las decisiones más seguras para sus pasajeros y su nave. Maneja una máquina perfecta, pero finalmente él sólo es un ser humano. Y si comete el error trágico, hay que adjudicarlo, como ya lo dijo EL PAIS en su editorial del pasado miércoles, al precio que hay que pagar por el progreso, o atribuirlo, como mucho antes (en 1862) escribió Víctor Hugo, simplemente, a "la fatalidad humana que complica los destinos". Y cambiar la palabra culpa por causa.

El comandante Raúl Tori es piloto desde 1957.

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