Cartas al director

Cierre de teatros

Otra temporada más, en medio de la indiferencia y el silencio de la sociedad (proyectados hasta en sus medios de comunicación), la vida teatral madrileña, que, como sabemos, es casi tanto como decir la vida teatral española, ve mermadas sus posibilidades por el incesante cierre de teatros. Con independencia del interés cultural que los negociantes del teatro hubieran sido capaces de gestar últimamente en el Alfil, el Maravillas o el Marquina, lo cierto es que su disponibilidad para ese viejo y noble arte del teatro ha desaparecido, y su silencio, su penoso silencio, se suma ya a la larg...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Otra temporada más, en medio de la indiferencia y el silencio de la sociedad (proyectados hasta en sus medios de comunicación), la vida teatral madrileña, que, como sabemos, es casi tanto como decir la vida teatral española, ve mermadas sus posibilidades por el incesante cierre de teatros. Con independencia del interés cultural que los negociantes del teatro hubieran sido capaces de gestar últimamente en el Alfil, el Maravillas o el Marquina, lo cierto es que su disponibilidad para ese viejo y noble arte del teatro ha desaparecido, y su silencio, su penoso silencio, se suma ya a la larga lista de locales desaparecidos para el teatro en los últimos años (Arniches, Arlequín, Barceló, Club, Espronceda...). ¿Cómo no exigir entonces de las autoridades preocupadas por la cultura alguna explicación? ¿Cómo no rendirles un homenaje y quebrar de alguna manera ese ominoso silencio con que se les pretende hacer pasar a peor vida? Algún día, pronto quizá, hablar de teatro será una sesuda actividad destinada a los arqueólogos; hoy aún es posible tener cercano el recuerdo de buenos ratos pasados en butacas ausentes. Seamos, al menos, agradecidos. /

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En