Julián Grimaldos

El nuevo relator ante el Consejo de Europa para los refugiados latinoamericanos es pariente del desaparecido de 'El crimen de Cuenca'

Julián Grimaldos Grimaldos tiene una mirada que es una embestida, acostumbrado, como está, a revolverse contra sí mismo y contra todas las crisis personales y generacionales en la que se ha visto metido hasta el entrecejo. Descendiente de campesinos y pastores, entre los que se encuentra José María Grimaldos, el Cepa, causante con su misteriosa desaparición de los hechos conocidos como El crimen de Cuenca, fue fraile agustino que colgó hábitos por una ideología al fondo de la cual estaba la que hoy es su mujer. Hoy es senador socialista que acaba de ser nombrado relator permanente ante el Cons...

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Julián Grimaldos Grimaldos tiene una mirada que es una embestida, acostumbrado, como está, a revolverse contra sí mismo y contra todas las crisis personales y generacionales en la que se ha visto metido hasta el entrecejo. Descendiente de campesinos y pastores, entre los que se encuentra José María Grimaldos, el Cepa, causante con su misteriosa desaparición de los hechos conocidos como El crimen de Cuenca, fue fraile agustino que colgó hábitos por una ideología al fondo de la cual estaba la que hoy es su mujer. Hoy es senador socialista que acaba de ser nombrado relator permanente ante el Consejo de Europa para los refugiados latinoamericanos, sustituyendo al irlandés Niall Andrews.

A Grimaldos, nacido en Trejuncos, Cuenca, se le ha encargado procurar que todo refugiado procedente de Latinoamérica sea atendido según las leyes de cada uno de los 21 países miembros del Consejo de Europa y que éstos contemplen el caso de los refugiados de la manera más favorable posible, garantizando no sólo la acogida, sino la estabilidad. Este hombre, que tiene por tanto en sus manos una de las misiones más gratificantes para el representante de un pueblo en Europa que ha tenido exiliados hasta ayer y para el miembro de un partido que tiene la mitad del corazón en el continente latinoamericano es, en realidad, un convertido al socialismo."Yo he pasado mucho tiempo atacando ideas que después he defendido y que estoy dispuesto a defender en cualquier sitio", afirma Grimaldos, en un impulso de sinceridad que hace de él el único socialista que públicamente confiesa que no lo es de toda la vida. "No aceptaba en los últimos años de la dictadura que sacerdotes amigos míos trabajaran con y por los obreros, que dijeran misa en un piso y que durara tres horas. En aquellos años no sólo no nos era fácil pensar en izquierdas, es que no era posible porque la educación que te daban formaba tal concha que lo rechazabas como algo nefasto, evitando cualquier influencia externa que no estuviera dentro de los cauces", comenta el senador, intentando analizar la larga y penosa crisis que le llevó a dejar la vida religiosa con los agustinos, en el monasterio de El Escorial.

La amistad con la que luego se convirtió en su mujer, "una de las pocas personas que estuvieron reunidas con Isidoro (Felipe González) en Málaga", y la relación con el ambiente en el que ésta se movía "me abrió los ojos", confiesa. De este modo comenzó una nueva vida, trabajando de profesor de inglés en institutos de la periferia de Madrid, afiliándose a la Federación de Trabajadores de la Enseñanza (UGT-FETE) y militando en el PSOE poco después, lo que para Grimaldos no supone contradicción, porque, "en el fondo", dice, "toda persona que se mete a religioso tiene un afán de darse a los demás, renunciando a otra serie de cosas, y eso encaja perfectamente en una ideología de izquierdas. Yo no conozco a nadie que haya sido religioso y que milite en un partido de derechas".

Pero aquel cambio suponía también una vuelta a sus orígenes, al campesinado del que procede y que está señalado por la desaparición de el Cepa (primo hermano de su abuelo por parte de madre) en 1910, historia repetidamente comentada en su infancia y de la que Grimaldos conserva la imagen de un miembro de la familia que, como tal, era muy criticado; de los comentarios sobre los tormentos que sufrieron los pastores inocentes y las penalidades de sus familias, que tenían que ir diariamente andando a mi pueblo, a pesar de ser el rival, a pedir para comer, porque en Osa de la Vega se les rehuía como a leprosos".

Hoy, igual que en la etapa de crisis que le llevó a dejar a los agustinos, este hombre ha unido las doctrinas socialista y católica: "Sigo creyendo", afirma, "y mi fe no tiene nada que envidiar a la anterior, sin hacer alarde de nada".

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