Tribuna:

La noche de los muertos vivientes

Era en verdad cosa de pasmo el verles, todos muertos, mantenidos en pie por el gentío. La primera actuación de las Vulpes en Madrid les había sacado de sus tumbas a la llamada del escándalo, y allí llegaron, al Rock-Ola, condecorados con sus barbas progresistas, la chaqueta de ante, el pantalón de pana, tan distinguibles entre el mogollón punki-moderno, entre los cueros y los clavos, entre tanta tintura capilar, tanta fosforescencia adolescente. Dos uniformes distintos, dos historias."Estais todos locos", gemía un cadáver, despectivo, con cara de maduro ex-militante, con noctura ...

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Era en verdad cosa de pasmo el verles, todos muertos, mantenidos en pie por el gentío. La primera actuación de las Vulpes en Madrid les había sacado de sus tumbas a la llamada del escándalo, y allí llegaron, al Rock-Ola, condecorados con sus barbas progresistas, la chaqueta de ante, el pantalón de pana, tan distinguibles entre el mogollón punki-moderno, entre los cueros y los clavos, entre tanta tintura capilar, tanta fosforescencia adolescente. Dos uniformes distintos, dos historias."Estais todos locos", gemía un cadáver, despectivo, con cara de maduro ex-militante, con noctura soledad de divorciado. Alrededor, los punkis se insultaban mutuamente cumpliendo el rito de la tribu y el aire se solidificaba a salivazos, densos lapos verdosos, una gelatina de gargajos. "Estais locos", se horrorizaba el muerto, sin entender nada, tan agresivo en su ignorancia. Allí estaban todos, progres con agonía de carrozas, petrificados en lo que antaño fueron. En el escenario, Mamen, la Vulpe cantante, se escarbaba con los dedos las amígdalas hasta provocar la vomitona. La Mamen entre arcadas de zumo de naranja y los progres intentando permanecer impertérritos, recomponiendo su gesto de "a mí nada me asombra", su máscara decrépita de "para moderno yo", mientras un escupitinajo se les estrellaba en el cogote.

Fueron jóvenes, sí, fueron los inconformistas de hace 20 años, y hoy, calvos y tripones, se repiten a sí mismos con ciega intransigencia. Las Vulpes actuaban con la feroz rebeldía de su época, pero los progres ensayaban entrecejos desdeñosos y alardeaban de heridas veteranas, de un pasado antifranquista que ya hiede.

.¡Tontos útiles!", insultaba a los punkis un gordito, una momia embalsamada en progresía, sin darse cuenta de que ésto era lo mismo que, siendo joven, le decía a él su padre, sin comprender que no comprende nada. "¡Tontos útiles!", chillaba con furia cadavérica, con la sabihonda violencia de quien no sabe, indigestado de mayo francés, viejo y patético. Todos muertos, mis progres, todos muertos.

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