Cartas al director

El nombre de Cantabria

Con relación a la carta del periodista Eduardo Barrenechea en EL PAÍS del pasado 13 de abril, desearía informarle que la recuperación de la denominación de Cantabria para la actual comunidad autónoma uniprovincial -en sustitución de la impuesta, poco representativa y escasamente utilizada de Santander por parte de los naturales de ella- no es otra cosa que la reparación de un error histórico. El nombre de Cantabria figura en sus primeras fuentes escritas, a través de testimonios de historiadores romanos de la época, ya en el año 195 antes de nuestra Era. Nada, pues, de invenciones, señor Barre...

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Con relación a la carta del periodista Eduardo Barrenechea en EL PAÍS del pasado 13 de abril, desearía informarle que la recuperación de la denominación de Cantabria para la actual comunidad autónoma uniprovincial -en sustitución de la impuesta, poco representativa y escasamente utilizada de Santander por parte de los naturales de ella- no es otra cosa que la reparación de un error histórico. El nombre de Cantabria figura en sus primeras fuentes escritas, a través de testimonios de historiadores romanos de la época, ya en el año 195 antes de nuestra Era. Nada, pues, de invenciones, señor Barrenechea.La auténtica denominación de Cantabria, que, por otra parte, fue solicitada por la práctica totalidad de los municipios de la región tras la constitución de los primeros ayuntamientos democráticos, al igual que lo había sido en 1963, durante el franquismo (99 ayuntamientos sobre 102), y en el año 1821, antes de la actual división provincial de Javier de Burgos, para la futura provincia no constituye, como podrá fácilmente comprobar, una moda llegada de la mano de la democracia, sino una vieja aspiración de todos los cántabros de uno y otro signo, felizmente alcanzada con la entrada en vigor, en enero de 1982, de nuestro Estatuto de Autonomía. /

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