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La isla de Ibiza, entre el turismo y el ocio

En el año 654 antes de nuestra era fundaron los cartagineses la villa de Eivissa (Ibiza), principal núcleo de población de la isla del mismo nombre, a su vez cabecera del archipiélago de las Pitiusas (por la proliferación de pinos), que está rodeada de 48 islotes y unida a la península por un pliegue orográfico submarino que enlaza con los cabos de San Antonio y La Nao, en Alicante. Tras los 27 siglos de historia conocida de esta isla, Ibiza acoge en la actualidad a una población de 25.489 habitantes, herederos genéticos de sus fundadores, además de los romanos, bizantinos, árabes, ampurdanese...

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En el año 654 antes de nuestra era fundaron los cartagineses la villa de Eivissa (Ibiza), principal núcleo de población de la isla del mismo nombre, a su vez cabecera del archipiélago de las Pitiusas (por la proliferación de pinos), que está rodeada de 48 islotes y unida a la península por un pliegue orográfico submarino que enlaza con los cabos de San Antonio y La Nao, en Alicante. Tras los 27 siglos de historia conocida de esta isla, Ibiza acoge en la actualidad a una población de 25.489 habitantes, herederos genéticos de sus fundadores, además de los romanos, bizantinos, árabes, ampurdaneses, barceloneses y la mezcla de centroeuropeos, nórdicos y latinoamericanos que han trasladado su residencia a la denominada isla del ocio.

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El puerto y el aeropuerto enlazan a la ciudad con el resto de las Baleares, la Península y el continente europeo mediante líneas regulares y charter, que la convierten en lugar de trasiego constante. Medio millón largo de visitantes recorren sus calles, de arriba a abajo, desde la fortaleza del siglo XVI y la catedral barroca-medieval del siglo XV, en la Dalt Villa, hasta su más reciente expansión, el paseo de Vara de Rey, que limita con el puerto, donde sé cobijan 190 embarcaciones de pesca y 579 de recreo.Pero, ¿qué hace un ibicenco que, rodeado de extranjeros, a los que no comprende, y con su intimidad perdida por el turismo invasor -desde hace 13 años-, ha tenido que sobreponerse a un cambio radical en su modo de vida? Pues quedarse a un lado y verlos pasar como un espectador ante una película sin subtítulos.

El ibicenco de la ciudad se dedica a trabajar fundamentalmente en los sectores turístico, agrícola e industrial (pequeñas empresas y comercio de minorista). Sufre un paro reducido, que oscila entre el pleno empleo en la agricultura y los 5.037 desempleados en el sector servicios, en toda la isla. Los mínimos de paro se registran en la temporada turística alta: 12 parados en la industria, 118 en la construcción y 296 en los servicios, según datos del Consell General Interinsular.

Al trabajo controlable hay que añadir la proliferación de pequeños artesanos y vendedores ambulantes, inmigrados a la isla, generalmente de procedencia latinoamericana. Además, un encubierto tráfico y consumo de drogas duras (heroína, cocaína, etcétera) ayuda a mantener las economías de un número de personas difícil de conocer, sin ocupación fija y generalmente transeúntes.

El gran negocio y primer recurso económico de Ibiza es el turismo. Un turismo snob, desarraigado, trotamundos y nada convencional, que se manifiesta externamente con un "todo está permitido" casi libertino, que se baña en champaña en las espectaculares disco-salas de fiesta Q y Pachá. Su procedencia es mayoritariamente británica (237.000 visitanes en 1981), seguidos de los alemanes (148.000) y de los españoles (100.000), con incrementos estimados en un 5% para 1982 y 1983. Se distribuyen en las cerca de 50.000 camas turísticas de que dispone la isla, pero se mueven por ella constantemente (la mayor distancia, de un extremo a otro, oscila sobre los 40 kilómetros). Para estas cifras de visitantes, la infraestructura y los servicios de Ibiza se ven afectados, y el ciudadano debe soportar unos costes elevados para mantenerlos (traducidos en impuestos), en proporción a otras ciudades de sus dimensiones. Por ejemplo, el aeropuerto registró en 1982 un tope de tráfico de alrededor de 400.000 viajeros en el mes de agosto, totalizando en los doce meses más de 2,1 millones. El puerto, a su vez, dio entrada y salida a 350.000 personas, aparte del tráfico de cabotaje (interislas).

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El número uno de la isla

El ibicenco, que siempre se expresa en catalán, vive de espaldas al turista, pero a su costa, lo que le proporciona un nivel de vida elevado: uno de cada tres tiene automóvil propio y uno de cada dos teléfono; dispone de 63 oficinas bancarias, 10 farmacias, 67 médicos, 37 arquitectos, 2 notarios, 5 bibliotecas y 4 cines, además de un casino de juego y un equipo de futbol en la Segunda División B, la Sociedad Deportiva Ibiza.De todos los empresarios surgidos con el boom turístico, uno destaca en particular: Abel Matutes. Es el número uno de la isla: diputado por Alianza Popular en la actual legislatura, ex senador, ex jugador de fútbol del Español, hombre fuerte de la ejecutiva del partido de Manuel Fraga, amigo de Pablo Porta, constructor de hoteles y apartamentos, banquero (Banca Abel Matutes) y emprendedor de cualquier iniciativa.

Su prestigio popular y su fama avisan de que su carrera política está asegurada a nivel de la comunidad autónoma: sus paisanos le apoyarán siempre porque no es difícil encontrar a alguien que trabaje para él directa o indirectamente. Se presentó a las elecciones legislativas de 1979 y salió senador por Ibiza.

En las elecciones del pasado 28 de octubre obtuvo un escaño de diputado y el candidato al Senado apoyado por él en Ibiza también consiguió resultar elegido prácticamente sin ningún tipo de oposición.

Allá por la primavera del año 1971, una de las promociones de Abel Matutes fue la construcción de un hotel tan próximo a la pista del aeropuerto que fue ordenada una limitación de su altura para no dificultar el tráfico de aproximación de los aviones. El edificio seguía creciendo a pesar de las advertencias y, finalmente, se ordenó su derribo.

Con una temperatura media de 17,9 grados (mínima de 2,1 grados en enero y máxima de 33,8 en agosto) y 319 días de sol al año, la etnia ibicenca natural y adoptiva dormita hoy al relente mediterráneo, sin prisa, sin sobresaltos y con ese humor árabe antiguo a veces difícil de comprender, incluso con una copa de su original licor de frígola.

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