Tribuna:

Derribos coloniales

Qué misiles Exocet ni qué locura, qué estúpido anacronismo nos ataca, cómo nos dejamos enredar por un delirio colonial alicaído, por esa gallina clueca del Imperio, esa Thatcher alimentada de metralla. Sufre la Thatcher una vocación oculta de virreina, de gran señora blanca educaesclavos, y su sino fatal le ha hecho nacer en una época en la que los esclavos se rebelan. Ya no hay orden en el mundo, esto es el caos.La Thatcher ha mandando su flota a pastar en las aguas del Peñón porque tiene indigestada la derrota, el fracaso de su estirpe imperialista. Se le está derrumbando el lancero bengalí ...

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Qué misiles Exocet ni qué locura, qué estúpido anacronismo nos ataca, cómo nos dejamos enredar por un delirio colonial alicaído, por esa gallina clueca del Imperio, esa Thatcher alimentada de metralla. Sufre la Thatcher una vocación oculta de virreina, de gran señora blanca educaesclavos, y su sino fatal le ha hecho nacer en una época en la que los esclavos se rebelan. Ya no hay orden en el mundo, esto es el caos.La Thatcher ha mandando su flota a pastar en las aguas del Peñón porque tiene indigestada la derrota, el fracaso de su estirpe imperialista. Se le está derrumbando el lancero bengalí que lleva dentro, del mismo modo que se va hundiendo Birmingham, o Manchester, o Liverpool, esas grandes ciudades fabriles construidas en el esplendor de Gran Bretaña, y que hoy agonizan mansamente: los muelles cerrados y roídos, decrépitas las grandes torres de estilo seudorromano o setidoasirio, desnarigadas las esfinges, las columnas conquistadas por el hollín y el moho. Toda una. arquitectura pretenciosa que ahora es descarnadura y cristal roto, pura melancolía de cemento. Margaret Thatcher debe poseer en su memoria, pinchados por la lanza del lancero, estos ecos de batientes golpeados por el viento, estas ruinas de Itálica famosa. Tan reaccionaría es esta dama que sólo sabe soñar con el pasado. En todas las decadencias surge un loco.

Qué ridícula resulta esta emperatriz sin trono, esta negrera sin negritos. Las Malvinas acrecentaron su demencia con un remedo de epopeya, con su guerra de tango y pacotilla, y ahora la Thatcher, desbocada, farfulla mil bravatas, amenaza congelarnos la CEE y se aferra patéticamente a Gibraltar, a un peñote pelado, a un cacho piedra, en una alucinación de poderío. Anda la desdichada en pie de lucha, buscando gestas que cumplir por entre los derribos coloniales. Su delirio es sin duda peligroso, porque puede impregnar de irracionalidad al oponente: de todas las locuras conocidas, la más contagiosa es la guerrera. Seamos sabios. Dejémosle que juegue a los barquitos. Que virreine en su grano de tierra con su orgullo nostálgico y marchito.

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