Editorial:

Las lecciones de una jornada electoral

LAS ELECCIONES legislativas en Alemania y la primera vuelta de las municipales en Francia, celebradas ambas el pasado domingo, han supuesto globalmente un serio revés para el socialismo europeo y un alivio, en sus propias palabras, para la política exterior del presidente Reagan. Junto al reforzamiento de la tendencia conservadora en la RFA y al castigo evidente del electorado francesa gobierno de Mitterrand, merece la pena apuntar el crecimiento del voto verde, que responde a una tendencia cada vez más acusada de las nuevas generaciones europeas. Estas son las lecciones a tener en cuen...

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LAS ELECCIONES legislativas en Alemania y la primera vuelta de las municipales en Francia, celebradas ambas el pasado domingo, han supuesto globalmente un serio revés para el socialismo europeo y un alivio, en sus propias palabras, para la política exterior del presidente Reagan. Junto al reforzamiento de la tendencia conservadora en la RFA y al castigo evidente del electorado francesa gobierno de Mitterrand, merece la pena apuntar el crecimiento del voto verde, que responde a una tendencia cada vez más acusada de las nuevas generaciones europeas. Estas son las lecciones a tener en cuenta, a nuestro juicio, de esta jornada electoral, cuyos resultados han, sido abundante y torpemente extrapolados por los líderes políticos españoles.I. Casfigo a Mitterrand

El sentido más claro de las elecciones municipales francesas (el segundo turno, el domingo próximo, no puede, añadir ni quitar nada sustancial) es el de un castigo al Gobierno socialista. Ha transcurrido el tiempo suficiente -veinte meses desde la elección de Mitterrand, año y -medio desde el Gobierno de Mauroy- como para que la opinión pública pueda hacer una evaluación y modificar sus criterios. No se puede descartar la hipótesis de que si estas elecciones hubieran sido legislativas los resultados habrían podido ser diferentes: ahora se ha utilizado una votación que no desestabiliza al Gobierno, pero que le advierte que no puede seguir por el mismo camino. Los problemas económicos han estado en el centro de esta protesta de una parte considerable del electorado contra el Gobierno Mauroy; sobre todo, las capas medias, tan numerosas en Francia. Entre la misma clase obrera cada vez tiene más peso la diferencia entre el sector que se siente más o menos instalado y los sectores condenadas7 al paro, al trabajo negro y a sítu alciones. marginales. Hay datos que permiten ver que en circunscripciones predominantemente obreras,- que votaron en las legislativas por el.partido socialista, ha aumentado la abstención (que en general ha disminuido en todo el país). La disminución del voto socialista es probablemente el resultado -de una política de equilibrio diricil. Sin variar la estructura capitalista y conservadora de la sociedad francesa (lo cual ni siquiera está en sus manos, ya que la textura de una sociedad solidificada por el código Napoleón, que ha traspasado guerras y revoluciones, no se sustituye velozmente sin crear un caos y hay unas dependencias, mundiales ineludibles), cualquier intento de austeridad, reducción de gastos públicos, contención de la inflación, modificación de hábitos de consumo o, salvamento de la moneda no puede hacerse sin dañar, en un principio, y mientras. la planificación no alcance -si llega a alcanzarlos- objetivos más generales, a las clases menos favorecidas.

Mitterrand tiene ahora que enfrentarse con tres factores de dificultad: la retracción de la opinión pública el triunfalismo de la derecha y las críticas y las tendencias internas dentro de su partido. No sería lógico que reaccionase con la continuidad a toda costa, pues su biografía es la de un hombre flexible. Tendrá que introducir -modificaciones en su política; quizá se vea obligado a cambiar de primer ministro. Mauroy ha quedado pendiente del segundo turno «para su elección personal en Lille; no es ése el problema esencial, pero es tina muestra de su fragilidad. Mitterrand necesita un Gobierno con cabeza distinta, más amplio en su composición, y una modificación de su programa, desgastado ya contra la realidad. Probablemente no prescindirá de los comunistas (no han sido molestos en el Gobierno y le han servido de apoyo), pero tendrá que incorporar otras tendencias y tratar de consolidar una mayoría sociológica. Sin duda se va a agudizar en el seno del partido socialista, y de cara al Congreso convocado -para el próximo otoño, la polémica, ya iniciada, entre una tendencia partidaria de un mayor rigor económico y la que pretendería seguir por el mismo camino que hasta ahora. Este debate puede ser ocasion para que el Gobierno adapte su política a las realidades.

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El presidente de la República tiene una carta decisiva en sus manos: le quedan cinco años de mandato y no habrá otras elecciones en Francia, hasta las legislativas de 1985. Pero este tiempo que tiene por delante no lo puede perder ya en la reflexión, y menos en la utopía: tiene que ser un tiempo de resultados prácticos, de acción efectiva sobre la realidad, nacional y mundial.

II. Aparecen los 'verdes'

Los resultados de las elecciones generales en la RFA no suponen ninguna sorpresa considerable con respecto al previsto triunfo conservador, a no ser por la acentuación de la pérdida de la socialdemocracia. La sorpresa principal está en que la masa electoral parece haber levantado su castigo a los liberales, provocadores de la crisis, que van a tener 34 diputados, y en la aparición por primera vez en el nivel federal de los ecologistas, los verdes, que tendrán veintisiete. El sentido de la recuperación de los liberales es el de evitar que la CDU tenga que apoyarse exclusivamente en los cristianos bávaros, lo cual produciría la inclusión de Strauss en el Gabinete -como ministro de Asuntos Exteriores- y una peligrosísima inclinación hacia la derecha. El mantenimiento de los liberales en el gobierno parece indicar que la mayoría alemana quiere un Gobierno de centro-derecha. La crisis de fondo queda sin resolver: es la volátil minoría liberal la que manejará el equilibrio. En los temas sociales y económicos tienen los cristianodemócratas un buen acuerdo con los liberales: fue precisamente la insistencia de éstos en sujetar los gastos de Seguridad Social y subsidio al paro, y de no aumentar excesivamente los salarios, lo que les desligó de los socialdemócratas. Desde el punto de vista de la política exterior significa que Reagan puede seguir con ciertas dificultades, aunque menores, para implantar su sistema de misiles en la República Federal de Alemania, y que la tendencia a un tipo dé negociación constructiva con la URS S se va a mantener. Kohl no puede ignorar el crecimiento del pacifismo, el miedo a la guerra y la tendencia hacia una política militar nacional (dentro de Occidente) que crece en el país y que se refleja moderadamente en el resultado de las elecciones: sobre todo con la aparición de los verdes. Con ello sucede que, por primera vez, el Bundestag se compone de cuatro partidos (considerando como uno la coalición CDU/CSU) y que el nuevo, el ecologista, va a tener amplia ocasión de manifestarse y de desmontar posibles maniobras.

La ocupación por los verdes de 27 escaños va a introducir un factor nuevo en la política alemana; será un estímulo para las movilizaciones populares sobre todo contra los euromisiles y también frente a otros aspectos de la política de Kohl, en particular el reforzamiento de la discriminación contra los trabajadores extranjeros. Signos de inestabilidad social pueden aparecer en esta etapa en la RFA. El crecimiento de un cierto radicalismo -Strauss a la derecha, los verdes a la izquierda- es toda una novedad en la República Federal, tan acostumbrada a, las fronteras difusas en sus -opciones políticas. Es posible que en el futuro haya más aproximaciones entre socialdemócratas y ecologistas -en el terreno del pacifismo, de la negociación entre los bloques, de la política antínuelear y de la mejora social- del que había hasta ahora.

III. ¿Una tendencia en Europa?

La coincidencia del resultado francés con el alemán federal y con el desastre laborista en el Reino Unido plantea el interrogante de si hay o no un frenazo a la izquierda posibilista en Europa, o por lo menos una reacción contra la corriente que llevó al poder a los socialistas en Francia, España, Grecia (y eventualmente, dentro de unos días, a Portugal). Aún siendo casos distintos, comicios no relacionados en la forma ni en el fondo y circunstancias no comparables, puede estar apareciendo una tendencia que esa izquierda moderada deberá examinar en común. Tampoco se puede desdeñar un factor suprapolítico como es el de la respuesta negativa de las mayorías públicas a los Gobiernos y poderes constituidos, proyectando sobre ellos una incomodidad y, un descenso en la calidad de vida, un miedo a la guerra y una inseguridad general y una crisis económica. Ese mismo factor podría haber. producido el ascenso socialista en otros países de Europa y el castigo a los socialistas en las elecciones de¡ domingo. Apurar esta hipótesis nos llevaría una vez más a la consecuencia de que en Europa las formulas políticas fracasan porque la condición del poder, sea cual sea su signo, va siempre por detrás de una dinámica de vida que se manifiesta de otras mañeras; con palabras diferentes, que el poder pierde cada vez más su. condición de poder, no puede; tiene menos peso específico en la sociedad en la que se mueve y sobre la que se proyecta. La aparición de los verdes en el Bundestag, corno antes la de los radicales en el Parlamento italiano, sería una muestra considerable de esa negación de lo institucionalizado: aunque corran el riesgo a su vez de verse institucionalizados ellos mismos: copartícipes de aquello que combaten.

IV. Reacciones en España

Las reacciones de los partidos españoles han tendido a conducir el agua de estos comicios al molino de nuestra política. Fraga esgrime la doble derrota socialista como un argumento en favor de la gran derecha: "no nos hemos, equivocado, cuando la derecha se une y trabaja junta, no es desmontada por la izquierda". El empeño por tener la razón a cualquier precio, conduce al líder de Alianza Popular a elogiar "el triunfo de la coalición de Helmuth Kolh con los liberales", pese a que democristianos y liberales acudieron por separado a las urnas y el partido de Genscher, durante largo tiempo formación bisagra en el sistema alemán, gobernó muchos años con los socialdemócratas y podría volver a hacerlo en el futuro. Óscar Alzaga comenta que "la victoria de la democracia cristiana en Alemania es de tal calibre que abre una nueva etapa histórica de relanzamiento de la vieja Europa democrática" y extrae la conclusión de que "no tardará en llegarnos esta nueva marea a las costas españolas". Elena Flores coordinadora de política internacional del PSOE, también se deja llevar por los excesos partidistas al comentar los resultados electorales. Resultaría, según ella, que en Alemania el partido socialdemócrata, pese a su clara derrota, se apunta el mérito de una "importante recuperación"; las amenazas de los empresarios durante la campaña (¿es que alguien ha olvidado la, manzana agusanada de la CEOE en Andalucía?), la agresividad verbal de la derecha alemana (¿tal vez superior a la derecha española?) y la "escasa implantación de Vogel, muy inferior a la de Schmidt" (¿un partido de tanta implantación social, sindical y militante como el SPD depende de un líder?) explicarían lo demás. En cuanto a Francia, Elena Flores acude a comparar los resultados de las municipales de 1983 con los comicios locales de 1977, en. vez de con las presidenciales y legislativas de 1981, a fin de levantar acta de un "ligero descenso". Seguramente -este sesgo particularista de las direcciones de los partidos es inevitable pero deja un cierto regusto a política de campanario. El resultado de las elecciones en Alemania posee tan importantes repercusiones en la política internacional que su exégesis pragmática por los partidos, obsesionados por el escenario nacional y las próximas elecciones muncipales, hace temer que la derecha y la izquierda españolas no analicen con el debido cuidado sus implicaciones para nuestra política exterior. Al Gobierno de Felipe González, hasta ahora esperanzado en que un triunfo socialdemócrata en Alemania le permitiría secundar una estrategia ajena, le corresponde ahora, una vez despejada en su contra esa incógnita, definir sus posiciones en lo que respecta a la instalación de los Cruise y los Pershing en territorio europeo. En cualquier caso, parece necesario que los partidos políticos españoles abandonen la costumbre de barrer hacia adentro cada vez que las urnas hablan en otros países democráticos y se planteen las grandes cuestiones de las relaciones internacionales implicadas en los cambios de mayoría -y sus consecuencias para los intereses españoles.

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