Tribuna:

Los trogloditas de Aguilar de Campos, una herencia del pasado y la miseria

Como si de nuevos tíos rateros se tratase, seis familias viven aún en cuevas troglodíticas excavadas en un cerro pelado y ocre de la localidad vallisoletana de Aguilar de Campos, a quince kilómetros de Medina de Rioseco y sesenta de la capital. En la mayor parte de los casos habitan allí desde su infancia y no han conocido otra vivienda. Al contrario que el personaje de Las ratas, de Miguel Delibes, continúan en las grutas muy a su pesar y hablan de "allá abajo" cuando se refieren al resto del pueblo, ubicado a escasos metros de la colina. Las casas normales de Aguilar de Campos, un núcleo con...

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Como si de nuevos tíos rateros se tratase, seis familias viven aún en cuevas troglodíticas excavadas en un cerro pelado y ocre de la localidad vallisoletana de Aguilar de Campos, a quince kilómetros de Medina de Rioseco y sesenta de la capital. En la mayor parte de los casos habitan allí desde su infancia y no han conocido otra vivienda. Al contrario que el personaje de Las ratas, de Miguel Delibes, continúan en las grutas muy a su pesar y hablan de "allá abajo" cuando se refieren al resto del pueblo, ubicado a escasos metros de la colina. Las casas normales de Aguilar de Campos, un núcleo con sólo quinientos habitantes, son, para los de arriba, el paraíso con el que sueñan todos los días pero que llevan años y años sin poder alcanzar, "porque a los pobres no nos queda más remedio que seguir aquí, en las bodegas, y tirar p'lante como Dios nos dé a entender"

Nadie recuerda en Aguilar de Campos cuándo se horadó la falda del cerro para construir las grutas. La fantasía popular las sitúa en la época en que en la cima del Teso había un castillo, del que se conservan algunas piedras y restos de los muros. El caso es que siempre han estado habitadas, y que detrás de cada una de las personas que comen, viven y duermen diariamente bajo tierra alienta una vida dura y ahíta de miserias y sacrificios. Las cuevas de Aguilar de Campos son las últimas habitadas en la región castellano `leonesa.La disposición tuvo forzosamente que marcar una jerarquía de valores, ya que las grutas están construidas en cuatro niveles distintos, a manera de bancales. En el más cercano al pueblo vivirían los más privilegiados de entre el grupo de desheredados obligado a refugiarse en las cuevas por carecer de casa abajo y de medios para adquirirla. En el segundo bancal estuvieron los menos pudientes que los anteriores, y así hasta llegar al cuarto y último, donde, aún hoy, las grutas carecen de agua corriente y servicios.Conjunto troglodita

El conjunto tiene todas las características de los poblados trogioditas. El cerro se levanta casi perpendicularmente sobre la llanura en la que se alza el pueblo. En la falda se abren las cuevas. La comunicación entre ellos se realiza por senderos inclinados, dificilmente transitables cuando llueve. El último bancal se halla a unos ocho metros de la cima del teso, también llana. - El altiplano fue tierra de labor hasta que cierto día una mula metió la pata por un agujero que comunicaba con el techo de un cuartucho de la vivienda de Faustino Contreras. La protesta de éste sirvió para que, tras algunas discusiones, rejas, arados y yuntas desaparecieran del alto de la colina.

Las viviendas reúnen la particularidad de todas las bodegas mantienen la temperatura, por lo que resultan muy ¿alientes en invierno y tremendamente frías en verano. Quienes habitan en ellas aseguran que en el estío tienen que poner más mantas en sus camas que en invierno, y que no necesitan ningún tipo de calefacción, ni -siquiera en los días en que el termómetro baja de los cero grados. En verano, sin embargo, es necesario mantener puertas y ventanas abiertas para que el sol palíe el frío interior, o hacer la vida en los zaguanes para no arriesgarse a una pulmonía.

Además de la falta de agua corriente, el gran problema es la ventilación de las habitaciones y alcobas interiores. Las grutas tienen un pequeño portal, que comunica con la entrada, del que salen a derecha e izquierda pequeños cuartos, y de éstos, a su vez, los minúsculos dormitorios. La superficie media no pasa de los cincuenta metros cuadrados. Al contrario de lo que pudiera parecer, las covachas son muy secas. Tanto que, incluso en invierno, se desprenden de sus paredes desconchones resecos. La cal, en cuyo manejo son unas expertas las mujeres que viven allí, subsana estas deficiencias.

Los más viejos echan poco de menos la ventilación porque siguen haciendo vida en la calle, pero los jóvenes la añoran, sobre todo para la salud de sus hijos. Bruna Contreras, esposa de un vaquero y madre de seis hijos, vive desde hace once años en una gruta junto a otras ocho persorias. Duermen hacinados en dos alcobas. Su hijo menor, una criatura de pecho, está enfermo y los médicos le han recomendado que le mantenga aislado. "De día sí lo hago, porque los demás andan por la calle, pero de noche es imposible. Tan imposible como que podamos mudarnos de aquí. NO tenemos dinero para comprár una casa allá abajo". Acostumbrados y resignados

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La señá Quirina es toda una institución entre los vecinos de las bodegas. No recuerda su edad -"debo andar con el siglo, hijo"- y asegura que heredó la gruta de su madre. "Nunca he tenido otra casa, y bien que lo he sentido; pero ya ve: la vida de lo's pobres es así". Quirina anduvo pidiendo por el pueblo no hace muchos años. "No tenía a nadie que me lo ganara, porque mi marido se murió de cáncer poco después de la guerra y mis tres hijos se casaron y se llenaron enseguida de críos: uno, cinco; tro, seis... Bastante tenían con sacar pa' mantener a sus familias, porque, ¿sabe usted?, son pastores y ya me contará si eso da pa' hacerse millonarios".Faustino Contreras, padre de Bruna, de 75 años, lleva cuarenta viviendo en una gruta que comparte con su hija Hortensia, y en la que crió a sus siete hijos. Nació en Castroverde de Campos (Zamora) y se fue a Aguilar de Campos cuando se casó. No encontró otro acomodo que una covacha en el cuarto bancal y allí se metió. Por entonces vivían en las bodegas treinta o cuarenta familias, y las pocas oquedades que quedaban libres tenían inmediatamente numerosos pretendientes,. "Siempre fui jornalero y nunca tuve más que las dos manos y el día y la noche, así que ¿cómo iba a marchar de aquí? O esto o el sereno".Francisco, soltero, de sesenta años, es de los pocos que no añora en exceso una casa "allá abajo". "Esto es cómodo y no se pasa ningún frío; viviendo aquí no se coge ni un catarro, se lo digo yo, y, total, el agua se -puede ir a buscar y las necesidades se pueden hacer en el canipo". Otro de los vecinos, aunque le gustaría cambiar de vivienda, dijo que "esto no está bien, pero, si va usted a comparar, tan mal como nosotros lo tienen esos que andan en pisos pequeños, con ruidos, contaminación y todo eso".

Será diricil que estas cuevas alberguen a otras personas cuando desaparezcan las que ahora las ocupan. Para evitar que la ruina y el abandono se apoderen en un futuro de ellas ya se han elevado voces en demanda de su conservación como zona pintoresca y para destinar las grutas que se hallen en buen estado a actividades culturales, bibliotecas, pequeños museos etnográticos, u otros fines.

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