Cartas al director

Honradez ciudadana

En un reciente viaje en autobús perdí mi monedero con casi 8.000 pesetas dentro, amén de otros papeles, ninguno de los cuales permitía la identificación del propietario en el caso, improbabilísimo, según creía yo, de que alguien quisiera devolverlo. Pues no, no era improbabilísimo. Un viajero encontró el monedero, miró dentro por si había algún dato revelador y, al no encontrarlo, se lo entregó al conductor. Este, una vez terminado su trabajo, lo remitió, sin tocar el contenido, a la oficina de objetos perdidos de la EMT. Y allí pude recuperarlo al día siguiente, previa identificación de su co...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

En un reciente viaje en autobús perdí mi monedero con casi 8.000 pesetas dentro, amén de otros papeles, ninguno de los cuales permitía la identificación del propietario en el caso, improbabilísimo, según creía yo, de que alguien quisiera devolverlo. Pues no, no era improbabilísimo. Un viajero encontró el monedero, miró dentro por si había algún dato revelador y, al no encontrarlo, se lo entregó al conductor. Este, una vez terminado su trabajo, lo remitió, sin tocar el contenido, a la oficina de objetos perdidos de la EMT. Y allí pude recuperarlo al día siguiente, previa identificación de su contenido.Desde luego, es una anécdota aislada. En todo caso, un episodio que me ha hecho reflexionar a priori que tenemos todos tendencia a considerar al prójimo con la máxima desconfianza. Por supuesto, hay rateros, maleantes y hasta asesinos de metralleta y pseudocoartada político- social. Pero este pequeño episodio me ha demostrado (y me avergüenzo de tener que confesar mi anterior desconfianza, injustamente generalizadora) que también hay mucha gente honrada entre las personas anónimas que nos cruzamos cada día en la calle, en el autobús o en el trabajo. /

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En