Trampas a la democracia

Iniciada el pasado miércoles la campaña electoral, que tendrá fin el día 27, otra vez carteles y pancartas llenan las calles. A la vista de los poco menos que inevitables excesos, bueno resultará el recordatorio de algunas verdades, de sobra sabidas, pero que parecen olvidarse a cada llamada a los comicios. La primera, casi perogrullesca, es que democracia y elecciones son inherentes unas a otras.En la democracia, entendida en toda su ortodoxia, las convocatorias electorales tienen como Fin que el conjunto del pueblo exprese su voluntad. Y para que dicha voluntad se refleje con precisión y exa...

Iniciada el pasado miércoles la campaña electoral, que tendrá fin el día 27, otra vez carteles y pancartas llenan las calles. A la vista de los poco menos que inevitables excesos, bueno resultará el recordatorio de algunas verdades, de sobra sabidas, pero que parecen olvidarse a cada llamada a los comicios. La primera, casi perogrullesca, es que democracia y elecciones son inherentes unas a otras.En la democracia, entendida en toda su ortodoxia, las convocatorias electorales tienen como Fin que el conjunto del pueblo exprese su voluntad. Y para que dicha voluntad se refleje con precisión y exactitud en las urnas, los votantes tienen que conocer las distintas opciones que tienen en su mano. Y para que conozcan tales opciones precisan obviamente la necesaria información. La propaganda electoral tiene, pues, corno objetivo suministrar dicha información.

-De ahí que las distintas opciones deban practicar el juego limpio en la oferta que cada una haga al cuerpo electoral. Y este juego limpio tiene que comenzar por no poner obstáculo alguno a las ofertas de los adversarios, que no enemigos, electorales. Cada vez que un cartel o pasquín del partido X se pega encima de otro cartel o pasquín del partido Z se está quebrantando ese juego limpio que debe presidir toda convocatoria electoral. O para decirlo de manera más gráfica y contundente: se están haciendo trampas a la democracia.

, 10 de octubre