Editorial:

La lucha en Polonia

SE ESTA Cumpliendo, durante este mes, el segundo aniversario de los sucesos de Gdansk (Danzig) que produjeron la organización de lo que al principio fue un sindicato espontaneo, Solidaridad, y muy poco después se convirtió en un movimiento político de resistencia tras el cual, puede decirse, se agrupé la inmensa mayoría de la nación. Las manifestaciones, disturbios y actos diversos que ocurren estos días en Varsovia, a pesar de las intervinciones, a veces muy duras, de la policía, muestran que, pese a la dictadura militar que, se abatió sobre Polonia en diciembre del año pasado, el espíritu de...

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SE ESTA Cumpliendo, durante este mes, el segundo aniversario de los sucesos de Gdansk (Danzig) que produjeron la organización de lo que al principio fue un sindicato espontaneo, Solidaridad, y muy poco después se convirtió en un movimiento político de resistencia tras el cual, puede decirse, se agrupé la inmensa mayoría de la nación. Las manifestaciones, disturbios y actos diversos que ocurren estos días en Varsovia, a pesar de las intervinciones, a veces muy duras, de la policía, muestran que, pese a la dictadura militar que, se abatió sobre Polonia en diciembre del año pasado, el espíritu de resistencia no ha disminuido. Hay que añadir que al mantenimiento de las razones, de dignidad humana y de necesidad de libertad, incrementadas por la represión, se unen las de que el general Jaruzelski no ha conseguido ninguna mejora en el nivel de, vida, ningún alivio en la situación de escasez, ninguna disminución en la situación de dependencia de la URSS.Las fuerzas que luchan en Polonia contra el régimen comunista están adoptando, a lo que parece, algunas nuevas tácticas. En el interior de Solidaridad ha habido una autocrítica acerca de su comportamiento anterior. Se sabe que en las visperas del golpe de Estado de Jaruzelski se mantenían dos posiciones esenciales acerca de la forma de la lucha: los radicales pretendían aumentar incesantemente su presión hasta conseguir la disolución del régimen, mientras los llamados moderados (especialmente Walesa y, por lo tanto, la Iglesia católica, tan trascendental en toda esta situación) preferían atenerse a lo posible. La irrupción repentina del Ejército pareció dar la razón a estos úItimos.

Desde entonces, los límites de lo posible han aparecido mucho más cerrados. Las diversas negociaciones de Solidaridad y de las altas personalidades del clero polaco, con Jaruzelski y su Gobierno han dado resultados muy escasos: una suavización de la ley marcial, que no ha llegado siquiera a liberar a los 2.000 prisioneros políticos. Si los moderados acusan a los radicales por haber dado origen, con su precipitación, al golpe de Estado, los radicales, a su vez, culpan a los moderados porque su falta direacción ha permitido creer a Jaruzelski y a la Unión Soviética que han tomado definitivamente la situación en sus manos.

Las manifestaciones de estos días están recordando a los opresores que no es exactamente así. Y están apoyando quizá una nueva tanda de conversaciones entre Solidaridad y el Gobierno del general. Hay, aparentemente, un principio de oferta de Solidaridad. Una cierta corriente entre los obreros de Gdansk tiende a ofrecer un p acto por el cual se comprometerían a "preservar el actual statu quo en Europa"; es decir, no intervenir directamente en la política exterior del régimen, ni siquiera en la organización del régimen comunista, a cambio de unas ventajas gremiales y de su propia participación en la organización del trabajo y de su remuneración: un regreso a las corrientes del sindicalismo original. Para algunos dirigentes de Solidaridad, esta corriente está más o menos dirigida desde el poder, con infiltrados. Otros piensan en la lenta constitución, de una sociedad paralela capaz de crear por sí misma escuelas, medios de comunicación, seguros y . socorros mutuos, actividades culturales, formación política, sustituyendo así al Estado hasta dejarlo vacío de contenido. Puede que estas dos fórmulas resulten más utópicas. En todo caso, las manifestaciones que se vienen celebrando durante todo este mes, y que, según las convocatorias, deberán alcanzar su punto máximo mañana, lunes, recuerdan al Gobierno polaco, a la URSS y al mundo entero que Polonia no renuncia. Aun consciente de su soledad. Es posible que los polacos hayan percibido claramente, a pesar de las emisiones de radio que se les dedican desde el exterior, que el presidente Reagan se ha limitado a utilizar el caso de Polonia para un relanzamiento de su antisovietismo global y para su presión incesante sobre los aliados europeos, mientras que éstos prefieren resignarse a la aceptación de los acuerdos de Yalta -el reparto del mun4o al final de la segunda guerra mundial- con tal de mantener una cierta paz en Europa y unos acuerdos industriales y comer ciales con la URSS que les ayuden a restañar la herida económica de la crisis del petróleo y de la política de Reagan.

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La persistencia de los desafíos, de la busca de nuevos caminos; la resistencia incesante de, los polacos, son un estímulo para seguir creyendo en la capacidad humana de luchar por la recuperación de su libertad y de rechazar cualquier ignominia impuesta. No hay, desgraciadamente, ningún dato concreto que permita, por ahora, creer que la situación va a cambiar de una manera considerable.

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