Cartas al director

Vendedores ambulantes

Una verbena es una fiesta en la que quedan momentáneamente en suspenso, por la propia excepcionalidad de toda cita consagrada a la diversión y a la alegría, algunas de las reglas y convenciones de la vida ordinaria (EL PAIS, 13 de mayo de 1982).Pues bien, querido director, me dirijo a las páginas de su insigne periódico para denunciar un hecho triste y para hablar también de los progres del bprro. Soy poseedor de una licencia fiscal y me dedico, desde hace bastante tiempo, a la venta ambulante de cerámica por los mercados de Madrid, y aprovechando que con motivo de las fiestas de San Is...

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Una verbena es una fiesta en la que quedan momentáneamente en suspenso, por la propia excepcionalidad de toda cita consagrada a la diversión y a la alegría, algunas de las reglas y convenciones de la vida ordinaria (EL PAIS, 13 de mayo de 1982).Pues bien, querido director, me dirijo a las páginas de su insigne periódico para denunciar un hecho triste y para hablar también de los progres del bprro. Soy poseedor de una licencia fiscal y me dedico, desde hace bastante tiempo, a la venta ambulante de cerámica por los mercados de Madrid, y aprovechando que con motivo de las fiestas de San Isidro se está desarroliando en la plaza de Las Comendadoras la II Feria de la Cacharrería, me instalé allí como uno más para tratar de vender alguna de mis piezas. Lo cierto es que mis buenas intenciones no superaron en ningún momento el afán monopolista de los organizadores (Populart, Cachibache, Cántaro, Adobe, etcétera), quienes, en un abrir y cerrar de ojos, y observando que persistía mi actitud de no abandonar el lugar, llamaron a la Policía Municipal, quien, muy educadamente y pese a los ruegos de los visitantes de la feria, me invitó a abandonar el recinto.

Si la envidia es el pecado nacional, no es ella precisamente quien me impulsa a escribir estas líneas, no. Se trata exclusivamente de denunciar a estos jóvenes progres del barro quienes, con sus vestidos bellamente estampados, sus gafas rockeras y sus gorras isidriles, se erigen en cancerberos dé un sector (olvidado por las modernas. innovaciones del plástico y el acero) al que lo único que le hace falta es vender más barato para acercarlo al gran público y no con. beneficios que superan el 200% sobre el precio de compra en el alfar de origen, incitando al público, por consiguiente, a comprar con fines ornamentales olvidándose por completo de la utilidad de la pieza en cuestión. España es uno de los poquísimos países de Europa con una tradición alfarera viva: por favor, no la matéis. Sólo quiero ayudar. /

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