Editorial:

Andalucía, indecisos y comprometidos

LOS SONDEOS de opinión en vísperas de unas elecciones siempre despiertan sospechas de variado tipo en la clase política. Algunas de las reticencias se refieren a la calidad, seriedad y fiabilidad del trabajo y sólo pueden ser valoradas por los expertos. Desde la victoria de Truman sobre Dewey en 1946 hasta la infravaloración de la barrida de Reagan en la última competición presidencial, la historia de los sondeos norteamericanos, pese a los grandes recursos y experiencia de las empresas especializadas en esas tareas, se halla empedrada de tropiezos.Otras sospechas merecen menos respeto....

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LOS SONDEOS de opinión en vísperas de unas elecciones siempre despiertan sospechas de variado tipo en la clase política. Algunas de las reticencias se refieren a la calidad, seriedad y fiabilidad del trabajo y sólo pueden ser valoradas por los expertos. Desde la victoria de Truman sobre Dewey en 1946 hasta la infravaloración de la barrida de Reagan en la última competición presidencial, la historia de los sondeos norteamericanos, pese a los grandes recursos y experiencia de las empresas especializadas en esas tareas, se halla empedrada de tropiezos.Otras sospechas merecen menos respeto. La acusación de que los resultados de las encuestas puedan ser manipulados de manera deliberada en función de simpatías o intereses partidistas ha sido frecuente pese a resultar tan estúpida. Queda, finalmente, conocer hasta qué punto la publicación de los resultados de un sondeo realizado antes de las elecciones puede influir sobre el comportamiento de los electores y cambiar el sentido de su voto en el momento de depositar la papeleta en las urnas. Dado que las interpretaciones siempre se hacen a posterior¡ y que hay experiencias para todos los gustos, esa legítima duda puede servir para cualquier argumentación. En teoría, la publicación de una encuesta puede servir tanto de predicción creadora, favorecedora de la opción que: ocupa el primer lugar en los sondeos, como de predicción destructora, al suscitar la movilización de los indecisos y vacilantes en pro de la otra alternativa. Aunque no cabe negar la posibilidad de que una parte de los votantes decidan acudir, en algunos casos, en socorro del presunto vencedor para inflar su triunfo y, en otros, en apoyo del presunto derrotado para cambiar las tornas, lo más probable es que la publicidad de los resultados de un sondeo modifique mínimamente el comportamiento electoral, ya que son otras las variables -desde el trabajo (le los partidos en la última semana de campaña hasta sucesos imprevisibles producidos en esos días- que pueden explicar mejor las alteraciones de las intenciones de voto al materializarse éstas. No digamos, por ejemplo, las sutiles recomendaciones de voto que viene haciendo la jerarquía eclesiástica en dirección de los partidos de la derecha, mediante condenas genéricas del marxismo y llamadas contra la abstención que perjudicaría a UCD.

Como en otras ocasiones, EL PAIS publica hoy los resultados de una encuesta realizada por su encargo para conocer las expectativas de voto popular en Andalucía quince días antes de los comicios del 23 de mayo. En lo que respecta al voto ya decidido, la encuesta señala que, dos semanas antes de los comicios, un 31,9% de los andaluces habían resuelto ya votar al PSOE, mientras que los restantes partidos contaban con escasos porcentajes de sufragios asegurados de antemano. Los ciudadanos indecisos, dubitativos sobre el destino de su futuro voto, representan casi el 40% del electorado potencial.

En un sondeo encargado por EL PAIS antes de las elecciones generales de marzo de 1979, los votos comprometidos de antemano con el PSOE ocupaban porcentajes bastante inferiores, en tanto que los centristas contaban con propósitos firmes de sufragios favorables mucho más numerosos. Este dato avala las conjeturas de la encuesta sobre la tendencia de voto de los indecisos proyectada hacia el futuro, que significarían, de confirmarse, un éxito espectacular de las candidaturas socialistas tanto en sufragios populares, cercanos al 50%, del electorado, como en escaños, suficientes para obtener la mayoría absoluta en el Parlamento andaluz. Aunque queda por librar una reñida batalla, el espectacular crecimiento de las expectativas ya decididas en favor de los socialistas les sitúa en posición de claros ganadores. No cabe olvidar que al PSOE, poseedor ahora de un 31,09% de los votos ya decididos, le bastó con un 33% de los sufragios efectivamente emitidos en las elecciones generales de 1979 para obtener el primer lugar en Andalucía.

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La incógnita mayor sobre la dirección del voto de los indecisos se refiere a la manera en que distribuirán sus papeletas entre UCD y Alianza Popular, que se juegan en Andalucía la hegemonía de la derecha política. Los centristas, que lograron algo más del 31% de los sufragios andaluces en 1979, arrancan ahora con un débil 7,5% de electores ya decididos en su favor, mientras que Alianza Popular cuenta con más votos comprometidos de antemano (8,3%) que los obtenidos en 1979 (un 6,79%). Las tendencias de voto, según el sondeo, favoreceríail, sin embargo, a UCD, finalmente por encima de los fraguistas aunque muy alejada de los resultados de 1979. En cualquier caso, el crecimiento de Alianza Popular y el retroceso del centrismo demostrarían, caso de confirmarse, que todos los esfuerzos del partido del Gobierno por escorarse hacia la derecha y romper con el populismo suarista le han llevado a una derrota en dos frentes, ya que a la pérdida de votos por la izquierda, en favor del PSOE, se sumaría la sangría de sufragios en beneficio del partido de Fraga. De otro lado, el ciudadano que se haya tomado en serio la apocalíptica campaña de la CEOE para impedir un triunfo del PSOE se sentirá mucho más inclinado, sin duda, a confiar en Fraga que en Calvo Sotelo como bastión defensivo ante la invasión de los tártaros y los mongoles.

En cualquier caso, el 23 de mayo puede modificar la estrategia de UCD ante las próximas elecciones generales y convencer a sus líderes de que las ofertas de la mayoría natural y de la gran derecha son el abrazo del oso con el que el fraguismo se propone ahogar cualquier posibilidad de gobiernos de centro-izquierda en nuestro país. La prevista victoria socialista en Andalucía -quizás hasta abrumadora- y el eventual fracaso del partido del gobierno van a tener, sea como sea, influencia decisiva en las formaciones que acudan a los próximos comicios generales. Y, pese a los esfuerzos de Calvo Sotelo por apurar la legislatura hasta su fin, pueden llevarle a un cambio de estrategia y a un adelanto de las elecciones legislativas. Dentro de siete días algunas de estas incógnitas estarán definitivamente más claras.

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