Tribuna:SPLEEN DE MADRID

Agitprop

La agitación y la propaganda se han convertido en la épica y la lírica de las nuevas generaciones europeas. ¿Agitar qué, propagar qué?Agitar la sociedad posindustrial europea, para que dé algo más que lavavajillas y misiles. Propagar la propagación, favorecer todo lo que se propaga por sí mismo (y tradicionalmente es reprimido), como el amor, la novedad, el sexo, la creación, la libertad, la risa y el cuerpo. Ya ha nacido la palabra machiembrada, contra natura, fea: agit/prop. En alemán queda mejor porque el alemán está hecho para estos machihembrados y por eso es la lengua de los filós...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La agitación y la propaganda se han convertido en la épica y la lírica de las nuevas generaciones europeas. ¿Agitar qué, propagar qué?Agitar la sociedad posindustrial europea, para que dé algo más que lavavajillas y misiles. Propagar la propagación, favorecer todo lo que se propaga por sí mismo (y tradicionalmente es reprimido), como el amor, la novedad, el sexo, la creación, la libertad, la risa y el cuerpo. Ya ha nacido la palabra machiembrada, contra natura, fea: agit/prop. En alemán queda mejor porque el alemán está hecho para estos machihembrados y por eso es la lengua de los filósofos: la manera de decir una cosa y la contraria al mismo tiempo, en un solo vocablo. Quizá el idioma mismo, el alemán, le da a Hegel su idea de la tesis/ antítesis. Antonio Regales acaba de hacer un buen libro sobre el tema. Se empieza con Himmler, el nazi atroz, que entendió a su manera el agitprop ideológico de Hitler. Cuando le falló el agitprop, Hitler miraba a ver el futuro de la guerra por los horóscopos. Pitita le habría pronosticado enseguida el tortazo. Rudi el Rojo fue eso en 1968: un maestro juvenil del agitprop anarcoizquierdista que quiso agitar la sociedad europea y hacer la propaganda de la propaganda y de la propagación. Era cuando aún se creía en que las bondades naturales del mundo (ecología) se propagan por sí mismas, si se las deja. Rudi era un Rousseau pelirrojo con vaqueros. Las women lib lo tienen, naturalmente, más claro. Defienden un sexo, un cuerpo, unos derechos físicos, laborales, convencionales. Defienden el hecho diferencial (lo malo de nuestros socialismo, hoy, por ejemplo, en que se está olvidando de su hecho diferencial: el derecho a la diferencia no puede quedar en el perchero de la Moncloa).

Los jóvenes, hoy, cantan mucho. Todavía se quiere hacer la revolución con una guitarra, mientras los otros, el Otro, usa por tocata una parabellum. Frente al patriotismo tradicional, estos chicos, que no quieren ser patriotas de nada, practican el patriotismo de su edad y su presente. El agitprop es una antiliteratura que ya ha entrado en los circuitos literarios. Pero quedará la brecha, como ha quedado del romanticismo, el surrealismo o las vanguardias. Se hace camino al fracasar. Los agitprop van de cuero y suéter, pero siempre acaba cogiéndoles por el brazo un burgués con paraguas y llevándoselos a un bar cercano a tomar una cerveza negra. A veces serena mucho una cerveza negra, oyes. Rudi el Rojo muere en el ochenta y el agitprop sigue queriendo desmontar el "paraíso alemán", que es el paraíso europeo, hecho de inhibiciones y renunciaciones.

Ya en el año 1924 la juventud europea gritaba "nunca otra guerra". Vino la más molona, y ahora se anuncia la nuclear y luego la de las galaxias, para que esto no decaiga. Gottfried Benn, Adorno y Brecht son autores que todavía sirven para el agitprop: son sus clásicos. O Enzensberger, entre la poesía y la política. El agitprop se sabe preso en sus guitarras, encarcelado en ellas. Porque la derecha se ha derechizado en Europa y la libertad se ha hecho liberalismo parlamentario y financiero. El agitprop no es sino una vuelta a la democracia natural de las cosas, contra la democracia nominal. ¿Tenemos en España algo parecido? El pasotismo ilustrado no es otra cosa. Menos organizado que el agitprop, y por eso aún más natural. Un agitprop en estado casi vegetal. Nuestros conservadores se alivian mucho cuando ven que la juventud' pasa de política y que la revolución ha perdido su momento. La revolución clásica, quizá. Pero el cheli que, efectivamente, ha renunciado a la revolución, no renuncia a la libertad total, la democracia natural y la vida anticonvencional. A un padre de nicotina ya no hay que decirle que uno es revolucionario, porque suena retro. Basta con esto para darles el día: "Papá, yo es que soy demócrata".

Archivado En