Cuatro familias "olvidadas" por la remodelación del barrio de San Pascual, amenazadas de expulsión

Cuatro familias, olvidadas por la remodelación de los barrios de San Pascual y La Alegría, en el distrito de Ciudad Lineal, esperan angustiados desde ayer, miércoles, a que la piqueta municipal termine por cumplir sus amenazas y destruya el viejo edificio de la calle Etolino, 8, en el que llevan malviviendo hace largos años y del que si salen no tendrán otra opción más que la de instalarse en plena calle. A primera hora de la mañana, funcionarios municipales se presentaron en la casa con la intención de desalojar el inmueble, aunque la presión vecinal surtió efecto, y la operación fue aplazada...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Cuatro familias, olvidadas por la remodelación de los barrios de San Pascual y La Alegría, en el distrito de Ciudad Lineal, esperan angustiados desde ayer, miércoles, a que la piqueta municipal termine por cumplir sus amenazas y destruya el viejo edificio de la calle Etolino, 8, en el que llevan malviviendo hace largos años y del que si salen no tendrán otra opción más que la de instalarse en plena calle. A primera hora de la mañana, funcionarios municipales se presentaron en la casa con la intención de desalojar el inmueble, aunque la presión vecinal surtió efecto, y la operación fue aplazada.

Son cuatro familias de inquilinos que, según aseguran, ni un solo mes han dejado de pagar el alquiler (unas doscientas pesetas) al propietario, Enrique Martínez Alonso, por lo que consideran que tienen todos los derechos a ser realojados con el resto de chabolistas de la zona.Mientras que una treintena de familias del mismo inmueble terminaban ayer de instalarse en las nuevas viviendas, con los agobios de haber sido avisados con un día de plazo, en el viejo inmueble de la calle Etolino 8, otras cuatro familias, custodiadas por sendas dotaciones de la Policía Nacional y Municipal, preguntaban desesperados por las causas según las cuales no solamente no les ha sido adjudicado uno de los pisos nuevos, sino que además, una funcionaria municipal les había conminado a abandonar el immueble sin facilitarles viviendas a las que trasladar sus inmuebles.

Felipe López, ascensorista de 52 años de edad, casado y con dos hijos, uno de los cuales se encuentra enfermo por ingerir aceite de colza adulterado, asegura que cuando contaba con sólo dos años de edad se trasladó con sus padres a vivir a esta casa (un edificio de dos plantas de ladrillo visto en el que la humedad y el paso del tiempo ha arramblado ya con parte de su estructura original), "luego me quedé a vivir aquí con mi mujer. No entiendo a que se debe este olvido. Hemos reclamado miles de veces a la asociación de vecinos, a la Delegación de Urbanismo, al Ayuntamiento y todo ha sido inútil. Nosotros somos los primeros en querer marcharnos para que puedan tirar la casa y que prosigan todas las obras, pero así es imposible, porque no tendríamos donde meternos".

Otro de estos vecinos es Sebastián Robles García, de 76 años de edad, quien durante unos meses tuvo que trasladarse a casa de una hija, a causa de que la enfermedad que sufre es incompatible con las condiciones de higiene y salubridad de la vivienda. Su hija mayor, casada y madre de cuatro hijos, la única explicación que encuentra a lo ocurrido es que los autores del censo hayan resuelto que su padre se traslade a vivir con ella definitivamente. "De las quinientas viviendas construidas para terminar con esta zona de chabolas, sobraban diecinueve", afirma la hija, "que se las han entregado a los chabolistas de la calle Elfo. Sabemos también que se han producido casos de ocupación ilegal, y que como no saben resolver ese problema les han dejado en los pisos. Pienso que esa es la causa por la que de repente nos encontramos casi en la calle".

Una pareja de jubilados, Antonio Clemente, de 76 años, y Luisa García de 78, vecinos del inmueble desde hace 43 años, son los terceros afectados por el olvido de los autores de la remodelación. Ella, envuelta en una bata azul, corre a mostrar las condiciones de su vivienda, toda llena de humedades, y cree que, como salen poco, puede que no les hayan adjudicado el piso nuevo por creer que ya no vivían allí. El último y cuarto vecino afectado es Vicente Diaz, padre de dos hijos, que lleva catorce años en la casa.

Mientras los afectados cuentan sus casos y los muchos perjuicios que les supone la situación, antiguos vecinos que hoy mismo han terminado el traslado corroboran sus palabras y aseguran que no entienden nada de lo ocurrido en el caso de estas cuatro familias.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En