Una encíclica polémica

Lo que más sorprende de la encíclica que acaba de hacer, pública el papa Juan Pablo II no es la coincidencia de su difusión en unos momentos claves para la estabilidad política y social de su país natal, ni siquiera la opórtunidad de centrar la atención en un tema muy alejado de las prioridades que cabe suponer alientan en el Vaticano con la larga convalecencia del Pontífice, tras el atentado que sufrió el pasado mes de mayo. Lo que más sorprende es la atemporalidad del lenguáje empleado, la uniformidad de la problemática laboral que expone -frente a las enormes diferencias que ofrece el mundo...

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Lo que más sorprende de la encíclica que acaba de hacer, pública el papa Juan Pablo II no es la coincidencia de su difusión en unos momentos claves para la estabilidad política y social de su país natal, ni siquiera la opórtunidad de centrar la atención en un tema muy alejado de las prioridades que cabe suponer alientan en el Vaticano con la larga convalecencia del Pontífice, tras el atentado que sufrió el pasado mes de mayo. Lo que más sorprende es la atemporalidad del lenguáje empleado, la uniformidad de la problemática laboral que expone -frente a las enormes diferencias que ofrece el mundo del capital y el trabajo en los distintos países y en los diferentes sistemas políticos y sociales- y, sobre todo, la desincronización e incluso el anacronismo de algunas de sus críticas a una realidad social contemplada bajo una óptica de análisis muy restringida y con un ejercicio de síntesis excesivamente generalizador y hasta simplista. ( ... ) , 17 de septiembre

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