Cartas al director

Los viajes del marqués

De Santiago de Chile partía, con destino a Madrid, el 20 de agosto pasado, un DC-10 de la compañía Spantax en vuelo charter. Yo era viajero del mismo.El avión de Spantax iba repleto de pasajeros y abundante equipaje de mano, excepto las ocho o diez primeras filas, que iban ocupadas por apenas una docena de personas, que tomaron aquella zona como su feudo durante todo el tiempo del viaje con su correspondiente noche, en la que durmieron, tendidos en sus asientos, "a pierna suelta". Cuantas veces intenté pasar a aquella parte del avión para ir al servicio, sacar una fotografía por ...

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De Santiago de Chile partía, con destino a Madrid, el 20 de agosto pasado, un DC-10 de la compañía Spantax en vuelo charter. Yo era viajero del mismo.El avión de Spantax iba repleto de pasajeros y abundante equipaje de mano, excepto las ocho o diez primeras filas, que iban ocupadas por apenas una docena de personas, que tomaron aquella zona como su feudo durante todo el tiempo del viaje con su correspondiente noche, en la que durmieron, tendidos en sus asientos, "a pierna suelta". Cuantas veces intenté pasar a aquella parte del avión para ir al servicio, sacar una fotografía por la ventanilla o, simplemente, sentarme en una butaca libre me fue prohibido por el jefe de la cabina, que -decía- seguía órdenes del comandante de la nave.

Según pude comprobar, entre los referidos pasajeros a los que se les destinó en exclusiva la parte delantera del avión, mientras que el resto del mismo, repito, iba totalmente lleno, se encontraba el marqués de Villaverde, junto con otros amigos y/o familiares.

Me pregunto cómo en un vuelo charter, en el que todos los pasajeros pagan una tarifa fija, sin clases: turista, primera, etcétera, pueden consentirse todavía estas situaciones de privilegio para algunos./

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