Cartas al director

Madres pegadoras

Espero que esta carta sirva para medio abrir los ojos a muchos padres en cuanto a la educación de los hijos; y si después de publicada sólo uno deja de pegar a su hijo, es suficiente para complacerse algo. Pido perdón si la misiva es demasiado dura, pero me saca de quicio el ver pegar a un crío pequeño, porque es un acto de cobardía; el crío no devuelve el golpe. ¿Por qué una mujer no pega a su marido, o viceversa, ante cualquier problema? Tiene miedo a que le devuelvan el golpe. Las palizas implican un desahogo para la rabia, la frustración y el odio adultos. «Serla interesante descubrir si l...

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Espero que esta carta sirva para medio abrir los ojos a muchos padres en cuanto a la educación de los hijos; y si después de publicada sólo uno deja de pegar a su hijo, es suficiente para complacerse algo. Pido perdón si la misiva es demasiado dura, pero me saca de quicio el ver pegar a un crío pequeño, porque es un acto de cobardía; el crío no devuelve el golpe. ¿Por qué una mujer no pega a su marido, o viceversa, ante cualquier problema? Tiene miedo a que le devuelvan el golpe. Las palizas implican un desahogo para la rabia, la frustración y el odio adultos. «Serla interesante descubrir si la mayoría de las madres pegadoras no son aquellas cuya vida sexual es bastante insatisfactoria» (A.S. Neill). Ves cómo una madre pega a su hijo y ves una expresión de odio que asusta, es un odio proyectado hacia el crío, y éste, con expresión de sorpresa, paga los problemas matrimoniales o laborales. Estás una mañana en un ambulatorio de la Seguridad Social, por ejemplo, y se puede escribir un libro. Las madres intentan que los peques permanezcan como personas mayores, inmóviles, en silencio, cuando son ellos, los adultos, los que no lo están. Esto es imposible, ya que el crío no es un adulto en pequeño, y, por tanto, siempre está en movimiento, jugando; y se les trata como a perros falderos. iQuieto ahí, y si te mueves, palo!Cuando el niño recibe una paliza porque se ha ensuciado la ropa o las manos y piernas, no sabe que su madre le teme a lo que piensen los vecinos, ni que a muchos chicos les zurran sólo para satisfacer la opinión pública. Uno lo ve en el ambulatorio cuando una criatura corre por entre los bancos: «Debo demostrar que mi hijo está bien educado a toda esta gente», piensa la madre... ¡Y zas! ¿Cuántos han recibido golpes por desear una muestra de cariño, sonrisa, mimos o caricias, cuando la madre está cotorreando con la señora sentada al lado? ¿Cuántos padres pegan a sus hijos por el simple hecho de que a ellos les pegaron cuando eran pequeños y no alcanzan a ver que sólo conseguirán formar personas neuróticas o frustradas como ellos lo son ahora?

«Los padres que pegan a sus hijos son seres minúsculos, seres llenos de odio, seres cobardes. Ojalá los padres tomen conciencia de lo que en realidad son: seres inmaduros, desdichados, revestidos de una autoridad de oropel que no pueden emplear correctamente en razón de su misma inmadurez». (A. S. Neill). Ojalá se den cuenta que a palos no se consigue nada bueno y recordarles un viejo refrán: «Podrás llevar la mula a la fuente, pero no harás que beba»./

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