Editorial:

Israel, entre dos gobiernos

LAS ELECCIONES legislativas en Israel no han servido para despejar la incógnita de quién va a gobernar, si el Partido Laborista (hasta ahora en la oposición, encabezado por Shimon Peres), que ha conseguido a duras penas superar al conservador (hasta ahora en el Gobierno), o este mismo partido, dirigido por Beguin. Uno u otro necesitan coaligarse para conseguir la mayoría parlamentaria. La violencia de la campaña y la enemistad patente entre los dos grupos hacen pensar que sea el que sea el que consiga gobernar, va a ser implacable con el otro y no va a asumir la menor de sus opciones.Es posibl...

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LAS ELECCIONES legislativas en Israel no han servido para despejar la incógnita de quién va a gobernar, si el Partido Laborista (hasta ahora en la oposición, encabezado por Shimon Peres), que ha conseguido a duras penas superar al conservador (hasta ahora en el Gobierno), o este mismo partido, dirigido por Beguin. Uno u otro necesitan coaligarse para conseguir la mayoría parlamentaria. La violencia de la campaña y la enemistad patente entre los dos grupos hacen pensar que sea el que sea el que consiga gobernar, va a ser implacable con el otro y no va a asumir la menor de sus opciones.Es posible que, ateniéndose a la aritmética simple de los resultados, el presidente Isaac Navon encargue en principio a Shimon Peres formar Gobierno; pero también es posible que éste no lo consiga si su rival Beguin ha obtenido la coalición que busca, especialmente con el Partido Nacional Religioso y otros grupos ultranacionalistas; el jefe del Estado tendría entonces que. inclinarse hacia Beguin.

Sin embargo, de una opción a otra depende no sólo el futuro inmediato de Israel, sino el de toda la zona, de tan vital importancia para el mundo. Lo que Péres propone es un relativo apaciguamiento a partir de la evacuación del Sinaí y la reanudación de negociaciones sobre la base de los acuerdos de Camp David en 1978 y de las últimas gestiones de mediación de Estados Unidos. Beguin, en cambio, ha desenterrado el hacha de la guerra en su campaña electoral, con acciones tan violentas y espectaculares como el bombardeo de la central nuclear de Irak o la agudización de la lucha armada en Líbano y el enfrentamiento con Siria: sería esa misma línea la que seguiría de recuperar el Gobierno, y estaría estimulado a ello por las minorías nacionalistas y religiosas con las que tendría que aliarse, y a las que probablemente entregaría algunos ministerios decisivos. No podría asegurarse que el Gobierno laborista de Peres, respaldado hasta ahora por una mayoría de Occidente, garantizase un camino hacia la paz, pero tendría más posibilidades de entrada.

Lo que parece claro es que el estrecho codo a codo final de los dos principales partidos de Israel y la importancia de sus diferencias radicales en los temas de primer orden -centrados por la propaganda de uno y otro en la supervivencia de la nación- van a producir en lo inmediato una inestabilidad importante y una agresividad en la vida política, lo que menos le conviene al Estado de Israel.

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